Una
vez, se acercó un muchacho a Beremiz diciéndole:
– Mi hermano Hamed no acaba de
poner en claro una cuenta de 60 melones que nadie sabe resolver.
Puesto
delante de los mercaderes del caso, uno de ellos explicó:
– Los dos hermanos, Harim y
Hamed, me encargaron que vendiera en el mercado dos partidas de melones.
Harim
me entregó 30 melones que debían ser vendidos al precio de 3 por 1 dinar.
Hamed
me entregó también 30 melones que eran más caros: 2 por 1 dinar.
Lógicamente,
una vez efectuada la venta, Harim tendría que recibir 10 dinares y su hermano 15. El total de la venta sería,
pues, 25 dinares.
Sin
embargo, al llegar a la feria, me asaltó una duda.
Si
empezaba la venta por los melones más caros, iba a perder la clientela.
Pero
si empezaba por los más baratos, después me sería difícil vender los otros
treinta.
La
única solución que encontré fue vender las dos partidas al mismo tiempo.
Llegado
a esta conclusión, reuní los sesenta melones y empecé a venderlos en lotes de
5 por 2 dinares.
El
negocios se justificaba mediante un razonamiento muy simple: si tenía que
vender 3 por 1 y luego 2 por 1, sería más sencillo vender 5 por 2 dinares.
Vendidos
los 60 melones en 12 lotes de cinco cada uno, recibí 24 dinares.
¿Cómo
pagar a los dos hermanos si el primero tenía que recibir 10 y el segundo 15?
No
se cómo explicarme la diferencia de 1 dinar. ¿No es lo mismo vender 3 por 1
dinar y luego 2 por otro dinar que 5 por 2 dinares?
El
caso no tendría importancia, intervino Hamed, si no fuera por la intervención
absurda del administrador del mercado, que apostó cinco dinares a que la
diferencia provenía de la falta de un melón que había sido robado durante la
venta.