Las mascotas viven vidas relativamente cortas. Y para muchos de los que las
amamos, su muerte puede afectarnos tanto o más que la de un pariente o un amigo.
Y sin dudas, son muy pocos los que pueden no ser tocados por el deceso de un
animal domestico.
Los animalitos simbolizan diferentes cosas en cada uno de nosotros. Puede ser
el niño que todavía no hemos concebido, o quizás el que todos llevamos dentro.
Puede reflejar al compañero o al padre ideal, siempre fiel, paciente, que nos da
la bienvenida al llegar a casa y nos ama incondicionalmente.
Es como un amigo y
un hermano al mismo tiempo. Nos refleja a nosotros mismos, al incorporar
nuestras actitudes negativas y positivas. Un mismo animal puede ser todo esto al
mismo tiempo, dependiendo del día y de la persona con que trate.
Cuando muere, sabemos que nuestro profundo dolor será reconocido por nuestros
parientes, amigos y compañeros de trabajo. Pero difícilmente esas personas
puedan sentir la profunda tristeza que abarca nuestro ser, al momento de tener
que decirle adiós a nuestra mascota. Lo cierto es que el proceso de duelo por su
muerte, no es diferente al que se realiza por el fallecimiento de un ser humano,
mas allá de que para la sociedad no haya ningún tipo de comparación.
Si se siente incomprendido por las personas que lo rodean, debe saber que no
debe justificarle a cada uno de ellos la razón de su tristeza, y tampoco
criticarlos por ello: la bendición de recibir el amor del animal no es un
privilegio del que gozan todas las personas.
Pero seguramente conseguirá gente que entienda la magnitud de su dolor. Hable
con un veterinario, un paseador, o con el dueño de otra mascota.
Si esto no lo
satisface, puede dirigirse a grupos de autoayuda conformados por profesionales y
por gente que ha padecido su mismo problema. También puede ser que el dolor
causado por la pérdida, active en su persona viejos conflictos no resueltos en
el pasado, por lo que tal vez necesite ayuda espiritual, religiosa o
psicológica.
Tenga en cuenta que esto también puede ser tomado como una oportunidad para su
crecimiento emocional. Nada le hará perder el valor de los gratos momentos
compartidos con su perro, y todos esos recuerdos serán el mejor testamento que
pueda dejarle a su animal.
El
duelo es un sentimiento universal, que se puede experimentar
en cualquier etapa de la vida. Comienza cuando se recibe la noticia de la
enfermedad terminal o la muerte de un ser –humano o animal- querido y valorado
por nosotros. El luto comprende de cinco etapas, que se pueden experimentar con
mayor o menor profundidad, en tiempos prolongados o cortos, dependiendo de cada
caso de la persona.
Estas etapas no comprenden necesariamente de un orden, sino
que a menudo se presentan mezcladas y superpuestas, antes de que pueda llegarse
a una aceptación de la muerte. La perdida de una mascota puede también hacernos
tomar conciencia de nuestra propia muerte. Por suerte, tarde o temprano, siempre
emerge una esperanza. Y es que siempre que haya vida, habrá esperanza.
1.Negación: La primera reacción que las personas suelen tener ante la noticia
de la enfermedad terminal o la muerte de su animal domestico, es la negación de
la realidad.
Es una defensa que los seres humanos tienen frente a la abrumadora
situación. Así, se logra racionalizar las emociones descontroladas, bloqueando
el choque inmediato y ocultando los hechos. Es una respuesta temporal, que se
utiliza hasta que se pueda asimilar la nueva realidad.
2. Enojo: Cuando la negación ya no alcanza para contener las emociones, y
estas comienzan a poner en juego nuestra vulnerabilidad, solemos transformarlas
en enojo. Esta cólera pueda dirigirse a objetos, familiares, amigos, o
desconocidos. E incluso, contra nuestro propio animal enfermo o muerto. Sabemos
que ellos no tienen la culpa de nada, pero es una forma de descargar nuestra
bronca y de mantenernos unidos a ellos.
Nos sentimos culpables de ese enojo injustificado, y eso nos hace
estar aún mas enojados. El veterinario que diagnosticó la enfermedad y no pudo
curarla, o que le aplico la eutanasia, suele ser un blanco común, aunque no
tenga ningún tipo de responsabilidad.
Y por más que ellos estén acostumbrados a
tratar con la muerte, no están inmunes al sufrimiento de sus pacientes y la
bronca de las personas. Por eso, no le guarde rencor y pídale explicaciones
todas las veces que lo considere necesario. Discuta los costos del tratamiento y
del entierro, averiguando todas las opciones posibles. Si usted y el veterinario
logran tener una comunicación honesta y abierta, su sufrimiento se reducirá
significativamente.
3. Ansiedad: Una reacción normal frente al desamparo y la vulnerabilidad, es
la necesidad de recuperar el control y arrepentirnos de las decisiones tomadas.
Buscamos cuales fueron las causas de las desgracias (“si solo hubiésemos
concurrido al veterinario mas pronto”), aún sabiendo que eso no modificará
nada.
Queremos también reparar lo irreparable(“tenemos que consultar a otro
doctor, debemos cambiar la dieta de nuestro animal y este se repondrá”),
aunque en secreto sepamos que solo se trata de posponer la aceptación de lo
inevitable.
4. Depresión: Dos tipos de depresión están asociados al luto. En una predomina
la tristeza y la pena, pero transformadas en respuestas prácticas frente a la
pérdida.
Allí intentamos actuar para aliviar el dolor, preocupándonos por el
tratamiento médico de la mascota o de su entierro, así de cómo de repartir
nuestro tiempo para no dejar de lado otras obligaciones, como el cuidado de la
casa o el trabajo. Esta fase es más fácil de llevar adelante debido a que se
suelen cumplir las metas planificadas, para lo cual solo necesitemos algo de
cooperación y algunas palabras de aliento.
Pero el segundo tipo de depresión es más sutil, y quizás más
privado. Tiene que ver con nuestra preparación emocional para soportar la
continuidad de nuestras vidas sin nuestro ser querido. En estos casos lo ideal
es iniciar un tratamiento psicológico, aunque en otras ocasiones, todo lo que
necesitamos, es un abrazo.
5. Aceptación: No todo el mundo tiene la fortuna de llegara esta etapa. Algunas
personas tienen muchas dificultades en superar el enojo o la depresión.
Pero
aceptar la paz espiritual, no significa que uno se haya olvidado del problema,
sino que por el contrario, se ocupará de él en forma mucho mas racional. Esta
etapa esta marcada por la calma y el retiro, pero no debe ser confundida con la
depresión.
Muchas veces, los animales domésticos que son muy viejos o están
atravesando una enfermedad terminal, suelen exhibir estos síntomas.
Eso de
ninguna manera significa que sepan que su muerte es cercana, ya que la propia
declinación física puede causar ese tipo de comportamiento. Tal vez, esto
provoque que la relación de las mascotas con sus dueños sea mas limitada, pero
en todo caso su entereza y dignidad para afrontar la adversidad pueden ser su
mejor legado.
Explicando la muerte de una mascota a un niño
Es natural que intentemos proteger a nuestros hijos de las
situaciones adversas y dolorosas. Sin embargo, muchos adultos se sorprenden al
ver lo bien que los niños asumen estas experiencias, sobre todo cuando se les
dan explicaciones claras y honestas. Esto es así porque desde muy chicos, los
niños comienzan a comprender el concepto de muerte, aunque sea a nivel
inconsciente.
Lo peor que se puede hacer con un niño, es mentirle. Se debe
evitar decirle que los animales se “han puesto a dormir”, ya que eso podría
provocarles un tremendo miedo cuando deban irse a la cama. Decirle que “se lo ha
llevado Dios”, podría provocar que el chico se enfurezca por la perdida ha la
que lo ha sometido.
Los chicos son capaces de entender –cada uno a su manera- que la
vida no es infinita. Apóyelos reconociendo su dolor. La muerte de una mascota
puede ser una buena oportunidad para demostrarle la seguridad que usted puede
otorgar a su familia en situaciones extremas.
Chicos de dos y tres años: A esta edad, los niños no suelen tener comprensión de la muerte.
Lo ven como una forma de sueño, por lo que se les debe aclarar que el animal ha
muerto y no volverá. Sus reacciones frente a la noticia son de perdida temporal
del habla y de necesidad de acompañamiento.
Debe tranquilízalos diciendo que la
muerte del animal no tiene ninguna relación con algo que haya dicho o hecho el
niño. Es muy común que a esa edad, los niños acepten fácilmente a otro animal en
reemplazo del que ha fallecido.
De cuatro a seis años: A esta edad existe una cierta comprensión de la muerte, aunque
se la relaciona con otra forma de vida. Pueden crear que el animal se fue a
vivir debajo de la tierra, pero que continúa comiendo, respirando, y jugando.
También pueden pensar que está dormido. Muchos se sienten responsables de la
muerte por algo que le hayan hecho, por lo que debe dejársele en claro que no
tuvieron ninguna responsabilidad. Otros creen que la muerte será contagiosa y lo
afectará a él o a algún miembro de la familia, por lo que también aquí deben
dárseles explicaciones amplias y claras.
Las formas de expresar su pena pueden también ser por
alteraciones en el sueño y la ingesta de comida, así como por la incontinencia
temporal. Lo ideal es que los padres les hablen constantemente, para evacuar
todas sus dudas y conflictos.
De siete a nueve años: En esta etapa los niños saben que la muerte es irrevocable. La
mayoría no la asocia con la de su propia persona, pero puede que algunos chicos
lo haga con la de sus padres. Por ello, los padres deben ser muy cuidadosos en
sus respuestas, hablándoles de forma franca y honesta.
Algunos chicos podrán
expresar su pena con problemas de aprendizaje, comportamiento antisocial, falta
de atención en la escuela, hipocondría, o agresiones físicas. Muchas veces,
estos síntomas no se manifestarán espontáneamente sino algunas semanas o meses
mas tarde.
Adolescente:
Aunque muchos de ellos tienen reacciones adultas, otros exhiben diferentes tipos
de negación. Esto puede tomar la forma de una “cerrazón” emocional, por lo que
aunque sufran la pena de la perdida, no lo demuestran. Es importante entonces
que el adulto sepa comprender el problema y lo ayude.
Nunca estamos preparados para la muerte de una mascota. Tanto si
llega de una forma rápida e inesperada, como si viene luego de un penoso y largo
proceso. Nuestra implicación en el resultado final puede ser pasiva.
Tal vez
prefiramos no darle a un viejo animal un tratamiento médico que solo alargue su
agonía. Pero si su enfermedad no tiene cura, también podríamos evitarle que viva
el resto de sus días con sufrimiento.
Todos esperan que el último día del animal sea en absoluta calma,
encontrándolo en su cucha como si estuviera dormido durante algún amanecer. Pero
el impacto por la muerte de una mascota es doblemente mayor cuando debemos
recurrir a la eutanasia.
La eutanasia se puede definir como la introducción a la muerte
sin necesidad de sufrir dolor. En la práctica, suele administrarse mediante una
inyección intravenosa con una dosis concentrada de anestesia.
El animal solo
sentirá un leve malestar cuando la aguja le atraviesa la piel, pero esta
dolencia no será mayor que la de cualquier inyección que haya recibido. La
formula de la eutanasia toma solo unos segundos para provocar la perdida de
sentido, a la que inmediatamente le seguirá una depresión respiratoria y un paro
cardíaco.
Los veterinario no suelen inclinarse por esta opción fácilmente.
Primero agotan todas las posibilidades de diagnósticos, para encontrar alguna
forma de mantener al animal con vida y sin sufrimiento. Conocen muy bien la
diferencia entre ampliar la vida y ampliar el sufrimiento. La eutanasia es el
último recurso con el que cuentan para acabar con el dolor de un animal.
Solicitar la eutanasia para nuestras mascotas es probablemente
una de las decisiones más duras que tenemos que tomar durante nuestras vidas. Se
superpondrán todas las etapas del luto, y podremos sentirnos enojados con
nuestro animal, por obligarnos a tomar esta decisión.
Podremos también posponer
la decisión, esperando que en algún momento, ya no sea necesario tomarla. Si
bien el sentimiento de culpa se experimenta de una manera muy profunda en quién
debe encargarse de tomar la decisión, debe saber que esa desagradable sensación
que experimenta es la máxima muestra de cariño a su mascota, ya que está
priorizando al animal antes que a sus sentimientos. Sepa que así como usted
tiene derecho a una vida sin penas, su animal tiene derecho a una muerte sin
dolor.
Cada uno de nosotros experimenta un luto diferente. Algunos lo
viven de una forma muy privada, mientras que otros se recuperan rápidamente.
A
ciertas personas les reconforta adquirir un nuevo animal al poco tiempo,
mientras que a otras no les gusta esta actitud, por sentir que están siendo
desleales con la memoria de su animal. En todo caso, no se apure a tomar un
animal como reemplazo. Dése tiempo apara asimilar el duelo.
Para preparase a la decisión de la eutanasia, podrá ayudarle
responder el siguiente cuestionario. Se trata solo de una guía, ya que es usted
en definitiva quien deberá tomar la decisión final. Tómese su tiempo. Hable
fluidamente con su veterinario. ¿Qué opción le dará menor pena una vez que su
mascota se haya ido?
· ¿Cuál es la calidad de vida de mi mascota?
· ¿Sigue comiendo bien? ¿Continua siendo juguetón y cariñoso
conmigo?
· ¿Se interesa por seguir haciendo las cosas que le gustaba hacer
antes?
· ¿Se lo nota cansado y triste la mayor parte del tiempo?
· ¿Sufre constantemente dolores?
· ¿Tengo alguna opción para aliviarle el sufrimiento?
· Sí tome la decisión de la eutanasia ¿No será por que estoy
enojado con él debido a las restricciones que le ha impuesto a mi vida?
· ¿Consulté con algún veterinario al respecto?
· ¿Cómo estoy viviendo yo a raíz de este problema?
· ¿Deseo estar presente durante la aplicación de la eutanasia?
· ¿Prefiero esperar en un área de recepción o un pasillo?
· ¿Deseo estar solo o junto a algún ser querido en ese momento?
· ¿Deseo que mi veterinario conserve el cuerpo hasta que pueda
tomar medidas de entierro especiales?
· ¿Deseo adoptar otro animal domestico?
· ¿Preferiría recuperarme de esta perdida antes de considerar
adquirir otra mascota?