Hay
algo que se debe saber acerca de la perfección: no existe. Es un ideal, un
concepto que usamos para guiar nuestro esfuerzo. Pero es como la zanahoria que
se coloca delante de una mula: no importa cuánto nos esforcemos, es imposible
de alcanzar. Esto no quiere decir que intentarlo no vale la pena sino que hay
que ser conciente de su abstracción y su no existencia en la realidad.
De
modo que si usted es una de esas personas que sólo se conforman con la perfección,
piense en algo que usted cree perfecto. Ahora analícelo completamente, en toda
su extensión y profundidad y encontrará que existen errores, aunque sean milimétricos.
Así sucederá con todo lo que usted cree perfecto, en algún punto siempre hay
imperfecciones. De modo que si usted acepta sólo la perfección, no podrá
aceptar nada de este mundo.
¿Cuáles
son los límites entre un perfeccionista y un perfeccionista detestado (por los
otros o por usted mismo)?
Es
posible que usted al decir perfección, en realidad quiera decir excelencia. Y
la excelencia no tiene nada malo o erróneo, es un nivel de exigencia que
probablemente le haya ayudado a conseguir el trabajo que tiene, lograr los
objetivos que se impuesto y todo las cosas de las que está orgullos. El
problema se presenta cuando usted quiere imponer esa exigencia a los demás.
Cuando los demás piensan que es algo innecesario, irracional o imposible o sólo
no les parece que sea para ellos. A partir de ese momento, a partir de querer
imponerlo a los demás usted es un odioso perfeccionista.
Si
usted se limitara a mantener esas exigencias para usted mismo no habría ningún
problema. Su casa estaría limpia y ordenada, usted se vería bien, elegante y
prolijo, su trabajo funcionaría como un reloj, eficaz y preciso. Pero cuando
quiere imponerle a sus hijos que limpien sus cuartos y que lo tengan tan
ordenados como el suyo, cuando exige a sus compañeros que hagan las cosas como
usted las hace, cuando no quiere aceptar de sus colegas un trabajo menos
eficiente que el suyo, entonces es cuando su perfeccionismo se convierte en
odioso.
La
perfección que no es perfecta
El
perfeccionismo no es más que una herramienta de control, y cuando se quiere
ejercer sobre los demás se expresa nuestro deseo de dominar sobre los demás.
Cuando alguien dice que ¨eso no es lo suficientemente bueno¨ lo está diciendo
según sus criterios. Lo que es bueno o no dependerá de cada persona, pero eso
necesidad de imponerlo es la expresión de un ejercicio de poder sobre otras
personas. Y como todo ejercicio de poder se debe a un miedo, a una inseguridad
interna del perfeccionista. Es el temor a que otro se imponga sobre nosotros, el
temor a que algo quede fuera de su control, el temor a que de pronto alguien
descubra que tiene miedo. Y para que esto no suceda, no permite que nada salga
fuera de su control, no permite libertad de movimientos y pensamientos, no se lo
permite siquiera a sí mismo. Porque en realidad esto es lo que más teme,
admitirse a sí mismo que tiene miedo. Si esto sucediera, toda la estructura que
sostiene su persona caería. Todos tenemos complejos y cosas que resolver, el
problema se presenta cuando involucramos a los demás en nuestros propios
complejos.
Cuándo
´decir ya está bien´
El
perfeccionismo es algo realmente funcional, nos ayuda a empujar un poco más los
límites y a lograr cosas fabulosas. Pero si se lo impone y se aferra a él,
puede quedar atado a una tarea imposible. Estará encerrado en su propio círculo
y caerá una y otra vez en lo mismo.
Jorge
Luis Borges, escritor argentino reconocido por sus poemas y cuentos ¨perfectos¨,
decía que publicaba libros para no corregir infinitamente (una de sus palabras
preferidas) sus textos. Publicaba para obligarse a desprenderse de los textos,
para entender que esa perfección es algo imposible de alcanzar y que adentrarse
en una campaña semejante era algo inútil. Es necesario saber cuándo es lo
suficientemente bueno, cuando es tiempo de desprenderse de las cosas. Porque el
perfeccionismo también tiene algo de miedo al después. ¿Qué es lo que hay
después de esta tarea? Esta incertidumbre es angustiante, de modo que
posponemos un poco el momento de enfrentarla pensando que podemos hacerlo un
poco mejor, que hay algo que todavía se puede perfeccionar. Cada uno debe
descubrir dónde se encuentra ese punto, cada uno sabe cuándo es el momento y
no es algo que alguien más pueda decidir o que usted pueda decidir por otros.
Si no se sabe cuándo es lo suficientemente bueno, al menos se debe tener la
fuerza de voluntad para dejarlo ir: ´publicar para dejar de corregir´.
Mejor
que ser perfecto
Ser
flexible con sus exigencias le quitará control, algo muy importante para usted.
Cuanto más ceda, menos control tendrá sobre lo que suceda a su alrededor y
esto es algo que no quiere permitir. ¿Qué se pierde al perder el control? Al
principio, estará incómodo porque no es a lo que está acostumbrado. Comenzará
a sentirse ansioso y nervioso por lo que pueda suceder fuera de influencia.
Luego verá que las cosas, los compromisos, las tareas se cumplen, tal vez no
como usted lo hubiese querido, pero lo cierto es que los cuartos se limpian, los
trabajos se entregan y sus jefes siguen contentos con su equipo. Entonces se dará
cuenta de que también puede sentirse cómo con este nuevo estado de las cosas.
Es más, encontrará momentos, lugares y situaciones que antes le molestaban y
que ahora puede disfrutar. Haber cedido algo de control se transformó en una
esfera más amplia de comodidad y relajación. Descubrirá que el miedo, aunque
legítimo, era sólo ignorancia. Ahora que sabe qué hay detrás de todo eso, ya
no le causa miedo y hasta puede disfrutarlo.
Si
usted insiste en ser como un odioso perfeccionista, verá cómo las personas se
alejan; si decide cambiar, si decide relajarse y ceder algo de control, las
personas querrán acercarse a usted. La perfección, como todo imposible, no es
otra cosa que una infinita soledad.
Debe
saber que uno puede crecer, progresar, construir pero nunca ser perfecto. De
modo que esfuércese por ser mejor, que es mejor que ser perfecto.
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