La intimidad
Empecemos hablando de una realidad humana llamada intimidad. La intimidad somos nosotros mismos, es nuestro ámbito privado (el más íntimo) que tiene niveles más externos, incluso visibles, y llega a profundidades que solamente nosotros conocemos, en donde estamos solos ante nosotros mismos. La intimidad se puede compartir, por ejemplo con nuestros conocidos, con nuestros amigos, nuestra familia, etc.
Nadie puede acceder a ella si no se lo permitimos. Es un ámbito propio de nuestra libertad. En la familia, el nivel de apertura de la intimidad de sus miembros es tal que permite un ambiente propicio para el amor, es como un campo muy fértil para amar.
Cuando nacen los hijos se unen, a su modo, a la intimidad amorosa de sus padres. Son acogidos y aceptados como parte de esa intimidad, con un alto grado de pertenencia; por eso decimos “mi hijo”, “mi padre”, “mi mujer”, “mi marido”, etc.
Incluso, científicamente está comprobado que psicológicamente el recién nacido se siente parte de un todo con sus padres y continúa así hasta la progresiva afirmación de su yo. La familia permite la aceptación de todos sus miembros por el simple hecho de serlos.
Instinto, deseo y placer
Existe una sabiduría y un orden para poner todo lo creado al servicio del hombre, y para ayudarlo en la tarea que comporta el cumplir la finalidad para la que ha sido creado.
Si este orden no se conserva no sólo no sirve al hombre, sino que lo destruye, lo hace menos humano, lo deshumaniza. El papel que desempeña el deseo, el instinto y el placer en este orden:
Instinto: para asegurar la necesaria nutrición, la naturaleza ha impuesto un instinto: el de beber y alimentarse. Pero éste por sí solo no mueve a la acción de comer, requiere de ciertos estímulos y recompensas.
Deseo: al estímulo que mueve a comer le llamaremos deseo, el cual se vale de los sentidos y la memoria para impulsar a la persona a la acción de comer.
Placer: la recompensa por llevar a la acción aquello que sugiere el deseo, es el placer; es decir, el placer es el premio por haber actuado para satisfacer aquella necesidad de la persona, que era alimentarse: la del instinto.
Estos tres ámbitos no son exclusivos del hombre, sino que también existen en otros seres vivos.
Amor y pareja
El amor es una realidad tan cercana a nosotros mismos que es difícil definirlo. No comprendemos la razón, pero inesperadamente sentimos la necesidad de amar.
Asimismo se registran pinturas, poesía, canciones, etc. que manifiestan esta atracción mutua entre personas. A lo largo de la historia el hombre va dejando manifestaciones más o menos perfectas, o incluso imperfectas, de esta fuerza inexplicable que ha llevado al hombre a grandes actos heroicos.
Su imperfección ha dejado muestras contrarias a la naturaleza del hombre mismo. Esta gran “fuerza” es el amor humano. La finalidad de toda persona es el Amor.
Tenemos como origen el Amor, estamos hechos para vivir amando y nuestro destino último es el Amor. El amor entre un varón y una mujer, lleva en sí un instrumento extraordinario: la potencia de la procreación de nuevas vidas humanas, cuyo destino es el Amor. ¿
Pero cuál es la relación entre amor e instinto? El amor eleva al instinto a la categoría humana; eleva al instinto, el deseo y el placer a una experiencia radicalmente humana. El amor nos hace humanos.
En la unión de pareja, el instinto es una demanda para la conservación de la especie. Los amantes se pertenecen mutua y realmente. En la medida que la inteligencia hace más suyo este sentido de pertenencia, el amor se hace más fuerte y puro.
En la persona el deseo tiene una tendencia al desorden, buscando su propia satisfacción sin servir al instinto. La inteligencia que proporciona el sentido de pertenencia entre los que se aman es la ayuda para dar al deseo su sentido real.
El amor tiene edades que, como todo lo humano, van dando progresivamente sentido a la vida del hombre. No aparece maduro repentinamente sino que, sin que nosotros lo permitamos, nace incipiente y lleno de potencia humana; va creciendo y pasando por etapas o edades que lo van haciendo madurar.
Por ello, hay que cuidarlo y conservarlo. Sólo se aprende a amar amando. El amor es una experiencia tan íntima de la persona que no es posible conocerlo sin vivirlo
Una mirada a la historia nos muestra el grado de entrega heroica del que son capaces las madres y nos da ciertas pistas para comprender el amor humano. Pero este tipo de amor no es el único.
Otro tipo es el amor entre hermanos, el amor a los abuelos y tíos, etc. El amor entre una madre y un hijo es un tipo específico de amor humano. De todos los tipos de amor que se dan en la familia hay uno que sobresale por su importancia: el amor entre los esposos que es la materia de comunión entre los casados y fundamento de toda familia.
El amor conyugal funda nuevas familias. De su calidad depende la buena formación de los hijos. Si la relación amorosa entre los esposos es saludable, el resto de los amores en la familia suelen darse también de modo saludable, si –en cambio– el amor entre los esposos presenta dificultades, los demás amores familiares suelen reflejar estos problemas
Toda familia se inicia con un hecho que es tan antiguo como el hombre mismo. No importa la cultura, el tiempo, el lugar, allí donde se encuentran un varón y una mujer, que experimentan una atracción y una fuerza que no comprenden, y donde existe la decisión mutua de compartir juntos la vida, este hecho se repite.
La sexualidad… ¿amor, instinto o simplemente placer?
Freud fue el primero en señalar, que la sexualidad no sólo es genitalidad. Para él, la sexualidad abarca toda la vida humana. En palabras mas sencillas es:
“Que toda persona está marcada sexualmente y no sólo una parte de ella”. El hecho de tener pene o vagina, no son los únicos marcadores de nuestra sexualidad.
Se podría decir, que el desarrollo de nuestros genitales, nos muestran que estamos ingresando a una etapa de crisis: psicológicas, culturales, éticas, físicas y sociales.
¿Dónde dejamos el instinto? ¿Dónde dejamos ese impulso primario que nos motiva a todos los hombres, mujeres y animales a satisfacer nuestras necesidades primordiales en base a un conjunto de actos espontáneos?
El impulso sexual junto con el de conservación, son lo que rigen la vida. El primero ayuda a conservar la especie, mientras que el segundo perpetúa al individuo.
La naturaleza, ha provisto tanto a hombres como a mujeres, de un determinado tipo de hormonas, cuya función consiste en que el hombre y la mujer se atraigan mutuamente, asegurando de una manera instintiva, la continuación de la especie.
“El instinto sexual es una necesidad que todos los seres humanos buscamos satisfacer”, dice el sexólogo Otto Schwartz. Pero como en esa “necesidad” están inmiscuidas dos personas, necesariamente surge una correspondencia, una reciprocidad, una relación de dar y recibir.
Por lo tanto, la necesidad deja de ser primaria y es mucho más. ¿Qué sucede con la prostitución y con la masturbación?
En ambos casos no existe reciprocidad, porque son actos que se originan por una necesidad primaria e instintiva, pero que son realizados pasajeramente, mientras no se cubre una relación sexual recíproca.
La tendencia normal de los hombres y mujeres es buscar relaciones sexuales en donde el placer sea mutuo, porque de esta forma la satisfacción es mayor. Cuando se hace el amor con alguien, se está compartiendo placer.
Hablar del placer es ubicarnos en el momento justo, situado entre el deseo y la satisfacción del deseo; por lo tanto, encontrarlo es la meta final, en muchas relaciones. Entonces, cuando en la sexualidad se brinda y recibe placer, se cumple lo que mencionamos anteriormente: la reciprocidad.
Aunque surge una observación y es que muchas relaciones sexuales de una noche, cumplen con esta afirmación: realizan el acto sexual y cada miembro de la pareja consigue placer, llegando a una sensación de satisfacción absoluta.
Pero la mayoría de las personas, en algún momento de su vida, se sienten inconformes con este tipo de relaciones casuales y buscan algo más que placer en las relaciones íntimas y no necesariamente por una cuestión moral, sino que desean encontrar un sentido diferente al acto sexual
Ese “algo más” que se busca y que no está alejado del placer, se llama Amor. Es así que cuando una pareja realiza el acto sexual y a la vez siente amor, hace que el placer se extienda a otro nivel.
El placer y la satisfacción que esta totalidad proporciona abarca no sólo los genitales, sino también la cabeza y lo que es más importante: el corazón.
En Oriente, existe la filosofía del Tantra, cuyo objetivo principal es desarrollar nuestra potencialidad sexual, para que alcancemos la evolución espiritual, a través de la alquimia del éxtasis.
Es considerar el sexo como la unión trascendental; porque la sexualidad es la experiencia compartida más importante que una pareja pueda tener.
Se dice que cuando la práctica sexual es desarrollada con amor, también considerado éste como el máximo poder que mueve nuestras vidas, todo tu ser se llena de placer.
Cuando se unen el amor y las relaciones sexuales, las emociones se vuelven más profundas, porque surge un puente entre las dos personas.
No hay obligaciones, sino un compartir y de alguna manera, ese amor hace que nuestra relación sentimental se vuelva más madura, equilibrada, pero sobre todo plena en su totalidad.
Conclusión: la sexualidad humana
La sexualidad es obviamente inherente a todos los seres vivos, ya que es lo que garantiza la perpetuación de la especie. En los seres humanos, se complejiza un poco más que esto y va más allá de una función puramente biológica.
Ya sabemos que el instinto apuntala el desarrollo psíquico de una persona, así, al nacer, el instinto de chupar para alimentarse se transforma en mucho más que eso, y aparece el placer y el deseo en el marco del vínculo con el otro (la madre o quien ocupe esta función). Esto va a ser el motor a lo largo de toda la vida.
Este deseo (motor) no necesariamente va de la mano con las necesidades biológicas, no existirían trastornos de la alimentación, del sueño, y tampoco trastornos sexuales si así fuera.
El deseo en el ser humano puede incluso ser autodestructivo. El ser humano puede encontrar placer incluso en situaciones que son contrarias a su autoconservación (adicciones, deportes de riesgo, conductas sadomasoquistas, abusos, etc.).
La sexualidad no escapa a esto, y adopta diversas formas que no siempre satisfacen las necesidades afectivas, psíquicas o físicas de la persona. Y son diversos los motivos por los cuales se forma una pareja.
A veces la atracción física, el poder, el éxito, incluso estos pueden ser confundidos con el verdadero sentimiento por y hacia el otro.
“La pareja roja, basada exclusivamente en el sexo como objeto de placer puro, no suele ser duradera. Los cuerpos se atraen, pero las almas quedan extrañas.
Y como no se puede (biológicamente) gozar las 24 horas del día, los baches se hacen inaguantables, y cada uno vivencia con terror su soledad.” (Pedro Manasseé – El Amor y las Neurosis Cotidianas).
Por esto es importante tener en cuenta las emociones que acompañan al acto sexual en una pareja…el amor es lo que lleva a la pareja a la plenitud.
Podemos imaginar un ideal de pareja, llevando una vida amorosa y sexual plena y madura, pilar de una familia con hijos sanos y felices que a su vez formarán parejas basadas en el amor, el respeto y el desarrollo pleno de cada uno…o podemos observar la realidad que nos rodea, que no es tan ideal…
Al momento de sentarnos frente a un consultante, tener en cuenta su elección sexual, cómo se siente realmente ante ésta (es frecuente, por ejemplo, que un homosexual se sienta mal por el rechazo de su familia, de la sociedad, y no por su sexualidad), su autoestima, sus miedos, fantasías, prejuicios, si está en pareja, cómo es ese vínculo, si no está en pareja si frecuenta varias parejas ocasionales, o por el contrario si no logra relacionarse con nadie, si se conoce profundamente tanto en lo físico, en lo emocional, en lo que le gusta…en fin…
En este punto lo importante es plantearnos si realmente hay una plena aceptación incondicional y una empatía con el otro. No deberíamos caer en una actitud “pedagógica” de un modelo de sexualidad…en todo caso deberíamos ver si realmente podemos acompañar a este consultante.
Si aceptamos la complejidad del ser humano, aceptamos que puede haber tantas formas de encontrar la plenitud como personas, y sobre todo en algo tan personal e intransferible como la sexualidad.
Empezar por saber de qué vereda estamos es un buen comienzo. No sólo con respecto a nuestra sexualidad, nuestros prejuicios, pudores, autoestima…sino también con respecto a lo que es patológico y lo que no.
En los últimos tiempos se han aceptado socialmente varios tipos de sexualidad y se discute sobre lo que es la normalidad y la patología. Es importante ponernos claros con nosotros mismos porque esto se va a jugar en el vínculo con quien viene a buscar una relación de ayuda.
La sexualidad en el ser humano es un abanico de múltiples posibilidades, y el engendrar vida no es siempre su fin. Aceptar esto como parte de la condición humana es a mi entender aceptar la sexualidad, sin moralina ni falsos pudores, con el único límite de respetarse a uno mismo y respetar al otro.
De amarse y amar. Creo que desde ese lugar, con responsabilidad, información, respeto y sobre todo aceptación de otras maneras de sentir, vivir y elegir, uno puede acompañar libremente al otro hacia su plenitud.
“La conciencia de la separación humana -sin la reunión por el amor- es la fuente de toda vergüenza. Es, al mismo tiempo, la fuente de la culpa y de la angustia.” (Erich Fromm, El Arte de Amar).
Sobre la libertad de ser (Fritz Perls – 1893-1970)
“Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas,
y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Yo soy yo y tú eres tú.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse”.
BIBLIOGRAFÍA
· (*) Dr. César Chinguel Arrese
Instituto de Ciencias para la Familia
Universidad de Piura
Febrero 2006
· www.icf.udep.edu.pe/articulo11.html
· http://sepiensa.org.mx/contenidos/2005/s_elefantis/elef_1.htm
· http://www.elaviso.com/belleza/?ContentID=2039
· El Arte de Amar – Erich Fromm.
· El Amor y las Neurosis Cotidianas – Pedro Manasseé
Por Marigel Indart
Grafólogo Publico – Counseling – Acompañante terapéutico
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