No hay mal que por bien
no venga, dice el refrán. Pero en el caso de las parejas mayores de cincuenta,
también podríamos afirmar que no hay bien que por mal no venga.
Sucede que las relaciones
de pareja que se vivencian a esta edad poseen, al igual que todas las relaciones
humanes, una gran cantidad de pros y contras, los cuales pueden ser específicos
y distintivos, pero, según afirman los expertos, bajo ningún punto de vista
totalmente positivos ni totalmente negativos.
Y es que todas las
experiencias con las que se llegan a esta edad, pueden jugarnos tanto a favor
como en contra, dependiendo de cómo las sepamos capitalizar o como nos afecten
más allá de nuestros deseos.
Cuando la experiencia juega a favor
Según señalan los
especialistas, una persona que ha llegado a los cincuenta es una persona que muy
posiblemente se conozca mejor y sepa más concretamente que es lo que busca y
necesita. Esta característica, sumada al hecho de que las personas de esta edad
han atravesado etapas de frustraciones, conflictos, crisis, rupturas, o
pérdidas, provoca que el amor que se viva sea un amor mucho más maduro, en el
cual cada uno se conozca mejor interiormente, sepa lo que busca, acepte la
realidad, y respete a la otra parte de la pareja tal cual es, sin buscar que se
adapte a sus necesidades.
Por otro lado, las
parejas de esta edad suelen estar conformadas por gente más independiente, que
han logrado desarrollar un largo camino de vida que les enseñó a tener en cuenta
sus propios deseos, sin por ello deja de respetar los del otro. Por eso, lo más
probable es que en una pareja de esta edad exista una mayor independencia y
armonía en el vínculo, ya que en el caso contrario, afirman los especialistas,
es muy raro que la pareja logre perdurar, desde el momento que son pocos los que
tolerarían que su compañero/a viva dependiendo de ellos mismos.
Es por eso, afirman los
expertos, que en las relaciones de gente mayor de 50 años suelen haber menos
escenas de celos o de disputas destructivas, para dar paso a un espacio de sano
disentimiento, donde se puedan exponer y zanjar las posibles diferencias, sin
por ello poner en riesgo la continuidad de la pareja.
Y es que sin dudas, a
esta edad es más importante mantener la cercanía con la pareja, antes que tratar
de salir victorioso de la absurda lucha de los sexos y la siempre presente
competencia inherente a los seres humanos.
Es aquí donde también la
sexualidad es vivenciada desde una faceta diferente, donde ya no se le da tanta
importancia al aspecto físico o de aptitudes, sino a uno mucho más intimista,
recreativo, y gratificante.
No todas son rosas
Pese a los beneficios que
brindan la experiencia, el conocimiento mutuo, y la maduración, los expertos
señalan que a esta edad esos mismos factores, u otros, pueden también atentar
contra una buena convivencia.
Para muchos profesionales
en conducta humana, tanto en las relaciones amorosas como en otras cuestiones
importantes de nuestras vidas, los seres humanos hacemos lo que podemos, y no lo
que queremos o lo que la lógica determinaría.
Por eso mismo, más allá
de las edades, las experiencias, o las voluntades, es posible que las personas
vuelvan una y otra vez a caer en sus mismas trampas, aún cuando creían haber
aprendido de sus anteriores experiencias.
Incluso, muchos
especialistas afirman que llegan a sus consultorios una gran cantidad de
personas que se quejan de las exigencias o temores que existen en la otra parte
cuando se busca formar una nueva relación amorosa, lo cual los hace suponer que,
en efecto, muchas veces la disolución de parejas del pasado no significa una
disolución de los conflictos y frustraciones pasadas, las cuales seguirán
condicionando y frustrando a todos aquellos que no se dispongan a superarlos
verdaderamente.
Y para aquellos que
tengan una pareja consolidada y duradera, otro de los riesgos que podrían
atentar contra su buen funcionamiento es el aburrimiento, el cual es causante de
muchos casos de infidelidad. Por eso, es fundamental que una vez que los hijos
hayan abandonado el hogar, -o se logre un bienestar económico sin necesidad de
mayores esfuerzos-, se invierta el creciente tiempo a libre en encontrar nuevas
actividades y tareas que permitan dar un nuevo significado al vínculo que se
vivencia.