Los Afrodisíacos
son sustancias (alimentos o fármacos) que popularmente se consideran pasibles
de aumentar la energía sexual.
Culturalmente se
atribuyó esta capacidad a aquellos alimentos que tuvieran las formas de los
genitales (banana o almejas, por ejemplo), o a los desconocidos para esa cultura
(la papa en Europa, por ejemplo).
Las creencias
populares, aunque no sean ciertas, igualmente producen efectos por la fuerza y
su sostenimiento a lo largo del tiempo. En ese sentido, los afrodisíacos no
tienen una incidencia real sobre la sexualidad, sin embargo, si la persona cree
que la tendrá, seguramente la tendrá.
En medicina se lo llama “efecto
placebo”. Por ello, la preparación
de una comida “afrodisíaca” puede lograr el efecto deseado, ya que las
personas se predisponen positivamente a ello.
Por otro lado,
recordemos que el erotismo es estimulado a través de nuestros sentidos y su
percepción del mundo externo, así como por nuestras fantasías y mundo
interno. El gusto es uno de nuestros sentidos, por ello, su estimulación por un
sabor grato para la persona y con una connotación especial, producirá un
efecto erógeno.
En lo que
respecta a las drogas y el alcohol, su consumo desinhibe a la persona y puede
permitirle mantener actitudes que de otro modo no tendría.
Sin embargo, un
consumo abusivo produce el efecto contrario, inhibe al sistema nervioso central
y produce enlentecimiento en la respuesta sexual que lleva a disfunciones sexuales (por ejemplo, anorgasmia o disfunción erectiva).
Los mejores
afrodisíacos son la claridad en los sentimientos y las emociones, los permisos
para disfrutar, las fantasías sin culpas, el despliegue saludable del erotismo
personal, y todo aquello que ayude
a enfrentar de la rutina y los prejuicios y a recrear el vínculo de la pareja.