Estimado
lector, ¿quien no ha perdido una mascota? Yo creo que casi todos en algún
momento de nuestras vidas hemos sentido
el dolor de perder un amigo tan querido y tan fiel
como es una mascota.
Quiero
compartir contigo el dolor que me causa perder a mi perro rotweiller “Gyzmo”,
que por 14 años compartió su vida con nosotros. Todo tiene un ciclo y el suyo
terminó.
La muerte del animal para muchas personas es equivalente a la
de un ser humano. Una cosa para la que la mayoría de la gente no está
preparada. Pero aunque no lo estemos, la naturaleza siempre sigue su curso, San
Francisco respetaba y quería a los animales por el solo hecho de ser hijos de
Dios, por el hecho de venir del Creador.
La pérdida de
nuestro compañero de andanzas es un dolor único e irrepetible. Una experiencia
que hay que vivir en carne propia para poder entenderla… Echamos de menos sus
ladridos, sus juegos e incluso sus olores…
Pocas pérdidas
duelen tanto como la de nuestra mascota… Y es que son años de complicidad,
entrega mutua y compañerismo. Al comienzo, negamos lo ocurrido, buscamos a nuestro perro por todos los rincones de la
casa, pero no está en ningún lado. Luego, nos invade un vacío profundo. Las
penas se agolpan en el pecho y, aunque intentamos controlarlo, las lágrimas
comienzan a rodar por nuestra cara.
Un gran
compañero: esos que se cuentan con los dedos de una mano y con los que se
escribe una historia de a dos. Cuando se van nos dejan en el alma un vacío
inmenso. Pero, nada pasa por casualidad, al contrario, todas y cada una de las
experiencias vividas tienen su razón de ser.
Si nunca has
vivido este sufrimiento, analiza un poco, qué te ha enseñado ese amigo de
cuatro patas que está echado a tus pies. Quiérelo respétalo y gózalo ahorita
que lo tienes, porque es tu amigo más fiel, es amor entrega absoluta y responsabilidad. Valores que se acrecientan en cada
animal.
Pongamos en práctica
desde el instante en que el cachorro pone una pata en nuestra casa. Así, lo que
se inicia como una relación distante se transforma con el tiempo en una amistad
entrañable imposible de no extrañar, cuando tienen que partir.
Pero este amor
no se corta con la muerte de la mascota. Sigue vivo en nuestros recuerdos y
pensamientos. Sabemos en carne propia lo difícil que es enfrentar esta pérdida:
una etapa llena de melancolía y tristeza que hay que vivir a fondo para
resignarse.
Algo que he
aprendido con la perdida de mis
mascotas queridas mis dos perros y mis dos gatos y comparto contigo:
Celebrar un
rito de despedida para nuestro querido amigo, ya sea enterrándolo en el jardín
de la casa, rezando una oración o llevándolo a algún cementerio.
Es vital
recobrar el cariño de nuestro compañero a través de las innumerables anécdotas
que vivimos junto a él.
Otra cosa
importante es ir aceptando este sentimiento de tristeza, no negarlo, y darse espacio para llorar.
Hablar del
tema alivia el corazón y nos permite integrar la muerte a la vida. Con el
tiempo, la pérdida pasa a ser un recuerdo en nuestras memorias
Sabemos cuándo
nacemos pero jamás cuándo moriremos… Así, hay que aprovechar cada nuevo día que
nos toca vivir y más aún si es al lado de un excelente amigo como es nuestro
perro.
Valóralo si lo
tienes junto a ti, ya que es fácil darse cuenta de lo que tenemos una vez que
lo hemos perdido. Pero en vida hermano
en vida.
Vivir la
pena es el principio de la curación, si uno no vive el duelo y lo evade,
comienza un duelo enfermizo, que podría desencadenar una rigidez
emocional.
Plegaria del Perro
Dame un pan
amo mío y yo te daré toda mi lealtad, si sabes del dolor de la vida y tu
corazón sangra silencioso, yo me acercaré humildemente a ti, y lameré tus manos
extendidas al desaliento.
Vive seguro de
tu heredad, de tu casa, de tu rancho lejano en la montaña, porque han de
matarme primero antes que permitir que nadie tome el tuyo, o te haga daño a ti y a tu familia.
Pondré mi
fuerza, mi astucia, mi valor y mi vida para servirte hasta el fin.