Ella y yo

Me hace saber claramente que es el momento de salir. De abandonar la pesadez y el horario. Casi siempre entre el atardecer y la noche, hora en que el fastidio me pone insoportable...

 

Ella
es naturalmente sabia , con sólo mirarme parece “oler” el comienzo de mi ebullición neurótica, que
casi siempre, si no la reprimo, me entierra en la pena.

Recorre
nerviosa la casa, apurando mis pasos y empujándome o arrastrándome , para que
abandone esos preparativos inútiles y domésticos: ordenar los libros, preparar
la cena, guardar anteojos y lapiceras, regar o simplemente dejarme llevar por
esto que soy y ponerme a rezongar.

Ella
es rubia, naturalmente rubia, de ojos castaños, casi negros, de mirada viva y
fulminante.

Sin
palabras, sólo con mirarme, trasluce su maravillosa vitalidad, su entusiasmo, su fuerza y su terquedad.

Porque
eso sí, ella es muy terca.

Yo
en un deseo de parecerme a ella , he ocultado mi pelo blanco con una tonalidad
dorada, pero a pesar del buen trabajo de mi peluquera, no luce como el suyo,
sano y luminoso.

Cuando
decididas arrancamos, yo llevo las llaves y ella la dirección.

Ella,
Magalí, tiene un gran aprecio por la naturaleza, investigadora de yuyos, flores
y árboles.

Respetuosa
de las leyes inmodificables ,tormentas, rayos y truenos.

Yo
entregada a su inquietud avanzo y retrocedo, me detengo y aguardo el final de
sus variadas investigaciones de campo.

El
cielo nos cobija mansamente y poco a poco cede mi resistencia y me dejo llevar por su sabiduría animal, tanto mas sabia que esta mía
que intento en vano enriquecer.

Porque
Magalí, mi perra sabe.

Dueña
del secreto ancestral de la paz y la felicidad oliendo, buscando, encontrando
entre miles el pasto mas tierno , el mas saludable, el mas perfumado.

Y
entonces… morderlo, arrancarlo y disfrutar.