Si bien al principio la
terapia con
animales se empleaba básicamente como soporte para las personas (en especial niños)
con problemas de tipo psicológico o con minusvalías, en la actualidad los
inesperados y espectaculares resultados obtenidos han permitido ampliar su radio
de acción a personas de todas las edades y al tratamiento de numerosas
enfermedades (hipertensión, infarto, anorexia, depresiones, etc.).
A continuación enumeraremos
algunos de sus principales campos de aplicación.
En el campo psicológico
Un cachorro puede resultar de
utilidad para tratar algunos
trastornos comportamentales (especialmente en los
niños) como la dificultad para socializarse, la agresividad excesiva, el
rendimiento escolar escaso o la poca confianza en uno mismo.
• Acariciar, exteriorizar el
afecto que se siente por un animal mejora la propia capacidad de interactuar,
despierta el deseo de recuperar el contacto con los demás y de dialogar con
otras personas.
• Los animales nos hacen compañía,
y a través de sus necesidades reclaman nuestra atención: cuidar de un
animalito es una responsabilidad que exige una dedicación constante.
Y, sobre
todo en el caso de los niños, esta tarea puede ser valiosa para ayudarles a
madurar, a crecer, a darse cuenta de los valores que son realmente importantes
en la vida y a adquirir un sentido del deber.
El cuidado de otro ser contribuye,
además, a que se reaccione, a ocuparse más de uno mismo. Por ejemplo, se ha
constatado que alimentar a un cachorro, prepararle la comida, respetar sus
horarios, puede estimular el interés por la propia alimentación y, así,
combatir la desgana y la inapetencia que se encuentran en el origen de diversos
trastornos alimenticios.
• Además, tener presentes los
horarios y las necesidades del animal
también constituye un buen ejercicio para
la memoria y la concentración.
En el campo médico
Un animal puede ser de utilidad
durante los períodos de convalecencia en el tratamiento de algunos trastornos.
Desde el punto de vista científico no están del todo claros los mecanismos que
actúan sobre el organismo, de modo que los beneficios derivados del contacto
con un animal se atribuyen a su efecto relajante y tranquilizador. Parece que su
sola presencia transmite una sensación de bienestar y calma a quien se
encuentre a su lado.
• La T.AC.A. (terapia asistida
con animales) da excelentes resultados en el tratamiento de la hipertensión:
rodearse del afecto de un cachorro produce un efecto relajante y distensivo que
ayuda a mantener en su cauce la presión sanguínea.
• Ya sea por su efecto
tranquilizante como por que nos obliga a mantenernos más en forma, la presencia
de un animal también es de gran ayuda para las personas que sufren problemas de
corazón, hasta el punto de que a menudo se prescribe para la recuperación de
personas que han tenido un infarto.
• Por otro lado, el buen humor
que transmite su compañía, estimula la producción de endorfinas, sustancias
segregadas por el cerebro bajo la influencia de las emociones, que refuerzan las
defensas naturales del organismo y lo protegen de las enfermedades. Además, se
ha observado que la presencia de un animal acelera la recuperación tras una
intervención quirúrgica.
En el campo psiquiátrico
y neurológico
Parece ser que el uso terapéutico
de los animales también funciona en el tratamiento de diversos trastornos
psiquiátricos como la depresión, la esquizofrenia y enfermedades
neurodegenerativas como el Alzheimer la ansiedad o en algunas formas de
neurosis.
• Hacerse cargo de otro ser y
proyectar en él amor y afecto refuerza la tendencia innata en el hombre de
ofrecer ayuda a otro ser viviente, lo hace sentirse útil y se convierte en un
motivo más para superar la enfermedad. Por otro lado, la presencia de un animal
transmite sensación de seguridad, ayuda a que aflore la sonrisa y a que mejore
el humor.
• También se
han observado efectos positivos en personas con problemas de autismo (una
enfermedad que se manifiesta en la primera infancia, y que se caracteriza por un
progresivo alejamiento de la realidad, por un encerramiento en un mundo
interior, un empobrecimiento o una total ausencia de lenguaje y un déficit en
el desarrollo psicológico).
La proximidad y la relación con un animal a menudo
es el primer paso para volver a entrar en contacto con el mundo que les rodea.
Para aquellos que sufren estos problemas, la presencia de un animal contribuye a
desencadenar reacciones emotivas, a suscitar intereses y curiosidad, y suele
estimular a los niños a que también manifiesten verbalmente sus sentimientos y
a salir del obstinado mutismo en que vivían encerrados. No obstante para este
campo en concreto se mejora la calidad de vida, pero no cura la enfermedad.