Se hace difícil evocar la imagen de un gato, tan flexible y lleno de gracia, sin imaginarlo jugando y divirtiéndose.
La vista de un gatito corriendo detrás de una pequeña pelota, impulsada por sus propias patitas que se niegan a agarrarla del todo, con sus ojos abiertos y sorprendidos, y sus movimientos afelpados e infalibles…, ¡qué delicia!
Pero son muchas las formas en que los felinos juegan. Desde luego un gatito escalando cortinas o arañando sillones las 24 horas del día no va a resultarnos demasiado encantador.
Y menos encantador será un gato atacando nuestras manos pendientes de la cama por la noche. De hecho, a veces podríamos sentir frustración ante nuestra imposibilidad de controlar el juego violento del animal.
Por más extraño que parezca, el mundo de los juegos de los animales no está completamente entendido. Como ocurre con la mayoría de los mamíferos, se puede ver a los gatos jugar en mayor cantidad durante la juventud.
Entre otras cosas, se cree que los juegos son una suerte de práctica de las conductas sociales y depredadoras que más tarde serán vitales en la vida del animal.
Los investigadores han descubierto que los gatitos comienzan a jugar aproximadamente a las cuatro semanas de vida, pasando la mayor parte del tiempo jugando entre ellos durante esta primera etapa.
Luchar con otros gatitos ayuda a poner en forma las cualidades necesarias para establecer vínculos sociales con otros gatos maduros en el futuro.
A la edad de siete y ocho semanas, los gatitos transfieren la atención del juego social al juego predatorio con objetos inanimados.
Con toda la importancia que el juego tiene en la vida de un gato joven, no es de extrañarse que los juegos inapropiados o excesivos sean un problema conductual común.
Vistos con mayor frecuencia en mininos y gatos jóvenes, los problemas de agresión relacionados al juego pueden ser una cuestión realmente complicada.
Así, solemos quejarnos de ser atacados sorpresivamente en nuestros pies mientras caminamos, o de ser arañados, mordidos o pateados cuando los aseamos o cargamos.
Si bien no se trata de una actitud perniciosa o patológica, esta especie de “parrandeo” puede resultar dolorosa.
Otro riesgo de la agresión en el juego es la enfermedad del arañazo del gato, una infección bacteriológica resultante de los arañazos del gato que puede afectar a cualquiera con problemas de inmunidad deprimida.
Agresión y juego
¿Qué puede hacerse cuando nuestro gato juega en forma agresiva? Este problema común es, a decir verdad, fácil de tratar y puede resolverse sin mayores dificultades.
En primer lugar, recuerda que los mininos y los gatos necesitan jugar. Anotando en un papel los patrones del juego de tu gato, deberías ser capaz de predecir los tiempos y las situaciones en las que el animal es propenso a “atacar”.
Provéele juguetes (hechos en casa estarán bien) como pueden ser plumas o cintillos pendientes de palitos, ratones rociados con loción estimulante, o cascabeles y pelotitas.
Una cubeta llena con bollitos de papel o pelotitas de ping pong puede ser un disuasivo poderoso, ubicado en aquellas áreas donde el animal ha cometido sus atrocidades.
Cuando el animal comience a acechar, toma una pelotita y déjala caer por las escaleras.
Redireccionar la agresión
El castigo, en forma de pistola de agua, puede ser útil en casos extremos, pero la redirección de su agresión resultará más convincente para tu gato.
Dado que los gatos comienzan a morder y a arañar en forma amistosa mientras se los acaricia, podría ayudar limitar la duración de tus sesiones de mimos hasta que tu gato haya madurado un poco.
Finalmente, dar el plato principal de la dieta del gato a la hora en que suele atacar tus tobillos es una buena manera de reducir la agresión.
¿Otro gato?
Se suele combatir al fuego con fuego. Cabe preguntarnos, en este caso, ¿si es apropiado combatir a un gato con otro gato? ¿Podría resolver nuestro problema otro gatito?
Bien, podría resolverlo, pero también podría no resolverlo. Si has decidido traer un nuevo gato a tu casa, éste es el momento de hacerlo. Dos gatitos, con frecuencia, se mantienen físicamente ocupados el uno al otro.
Pero si la decisión tiene que ver enteramente en reducir la cantidad de juego agresivo de tu gato, tal vez no sea un justificativo lo suficientemente sólido. Recuerda, el problema podría no mejorar, y en lugar de un gato atacando tus tobillos, podrías tener dos.