En
ocasiones, la falta de deseo por el cansancio de la semana u otros factores, así
como la falta de excitación sexual
hacen que la mujer no llegue al orgasmo.
Pero en estos casos, se trata de trastornos momentáneos que es necesario rever
con la pareja, brindándose un mayor tiempo para alcanzar la excitación o para
ver si hay algo que esté ocurriendo con la pareja y que sea necesario hablar.
Sin
embargo, hay otra situaciones en las que la mujer no logra tener un orgasmo, por
más que se haya excitado y que desee a su pareja.
A la
frustración lógica por este problema suele agregarse la ocasionada por la
propia autoexigencia de quienes sienten culpa por tener este problema, o piensan
que es responsabilidad suya.
El
orgasmo es parte de un proceso al que la mujer se debe ir acostumbrando y
aprendiendo, no así en el hombre que suele llegar al clímax en forma menos
"aprendida”.
Existe
el caso de algunas mujeres que nunca han alcanzado el orgasmo, pero que
igualmente pudieron disfrutar del placer de la relación sexual y por lo tanto,
el tema no les preocupa tanto.
En
otros casos, hay mujeres que “fingen” el orgasmo para no incomodar al compañero,
o porque llegar a él no les resulta tan importante.
Sin
embargo, por lo general esto es perjudicial, sobre todo cuando intervienen
factores que no son hablados en forma abierta, ya sea para no hacer sentir al
hombre menos viril, o porque en ocasiones el hombre no “sabe” cuáles son
los puntos que más excitan a la mujer y esta no lo guía hacia ellos.
También
la eyaculación precoz del hombre suele afectar el logro del orgasmo en la
mujer, provocándole una mayor presión o falta de intensidad en la relación
dado el periodo refractario del hombre después de
eyacular.
Años
atrás, la mujer vivía su sexualidad de forma más reprimida y menos liberada,
y no importaba tanto que alcanzara o no el orgasmo, por eso muchas mujeres no se
atrevían a comunicar su falta de placer en la relación y los inconvenientes
que tenían para alcanzar el orgasmo.
Ni siquiera se preocupaban en averiguarlo
y las que sí lo sentían como un inconveniente, temían manifestarlo o lo hacían
en forma muy prudente.
Hoy
en día, la mujer disfruta del sexo tanto como el hombre, y si ambos no se
satisfacen mutuamente, no existe compatibilidad o hay algo que es necesario
mejorar.
También
es cierto que la mujer suele llegar más tarde que el hombre al orgasmo, por lo
tanto su pareja debe hace lo posible para “esperarla” y darle el tiempo para que ella también alcance el placer.
Por
lo general la anorgasmia se produce como consecuencia de la falta de experiencia
sexual, falta de liberación de la mujer para buscar aquello que le produce
placer por pudor, falta de mayor juego erótico en la pareja, inhibiciones,
represiones antiguas o de la cultura, experiencias negativas anteriores, un
deseo por impresionar a la pareja en la relación descuidando las necesidades
propias, mitos religiosos y otros.
También
pueden existir factores predisponentes como el cansancio, el enojo con su pareja,
poca autoestima, excesiva ansiedad, falta de acompañamiento de la pareja,
o simplemente la represión de sus deseos y necesidades.
Algunas
veces, la dificultad para alcanzar el orgasmo es temporal, y por lo tanto, si lo
habla con su pareja abiertamente lo podrá solucionar. En otras, puede requerir
la consulta a un profesional.
El médico
se encargará de ver si existe alguna enfermedad que condicione la aparición de
esta disfunción sexual. Hoy en día, consultar al médico por los problemas
sexuales es tan común como consultar por cualquier otra enfermedad.
Puede
darse el caso que la mujer esté tomando otros medicamentos que impidan llegar
al orgasmo, o que el método anticonceptivo que elijan las esté afectando.
Hay
mujeres que manifiestan tener sequedad vaginal, por lo que necesitan de mayor
lubricación para que no sufran de irritaciones o molestias con la introducción
del pene.
Puede
ocurrir que el problema sea de origen psicológico, más que orgánico, y haya
mucho para charlar o analizar: que la relación esté pasando por un período
conflictivo, remordimientos o sentimientos de culpa hacia la pareja, falta de
juego amoroso o de disfrute conjunto de la relación y esto sea algo que se
puede modificar, ya sea mediante el diálogo con la pareja o con la ayuda de un
terapeuta.
Hay
médicos que suelen aconsejar a sus pacientes la práctica de ejercicios específicos
como los de Kegel, que permiten desarrollar los músculos que se encuentran en
la parte externa de la vagina, y que contribuyen a experimentar placer.
En
otros casos, hay un problema de falta de creatividad o imaginación en la relación
que hace que esta se haya vuelto monótona, ya sea porque siempre se practica en
un mismo lugar o de la misma manera.
La fantasía, que es necesario alimentar,
implica mayor liberación de la
libido y puede ser estimulada mediante películas eróticas, libros, recetas
afrodisíacas, o cualquier otro recurso que haga de cada relación una diferente y sin igual.
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