Tan loado en verso, prosa y esperanzas, la tan deseada paz de ese nuevo
milenio todavía parece lejos de llegar.
Lo que nos sobra a todos, principalmente en las grandes cidades y en el día a día
son dudas, obligaciones estrés y un deseo incontrolable por un poco de paz.
En medio de todo eso, nuestra vida amorosa.
El amor que tenemos por nuestra pareja,,, y ningún deseo sexual. Y… ¿qué
podemos hacer?
En verdad, todavía tenemos presentes todos los cambios y conquistas del milenio
que pasó. Las mujeres salimos de un régimen machista autoritario donde no teníamos
derechos sino únicamente deberes, y pasamos a conquistar nuevas bases en
nuestras vidas.
Descubrimos que podíamos caminar a la par de los hombres. Hombres sorprendidos
y poco preparados para entendernos y aceptarnos.
Esa nueva mujer lucha por sus derechos, y se descubre capaz de decidir su propio
destino.
Si es su vida profesional aún causa descontento en el viejo mundo
machista, ¡¡ podemos imaginarnos lo que ocurre en su vida amorosa !!
La mujer de hoy sabe lo que quiere. Quiere ser feliz, sentir y no solamente dar
placer. Habla de sus deseos, y cada día se abre más a prácticas que antes ni
siquiera se atrevía a soñar. Es exigente y capaz de decir no, y también de
pedir lo que le realmente desea.
Para el hombre, por su parte, también hubieron grandes cambios, y se
tuvo que adecuar a ellos. Aún trata de comprender a esa nueva mujer y a ese
nuevo modo de relación para que el que no estaba preparado, en el que ambos
tienen derecho al placer y la satisfacción.
Junto con el estrés cotidiana, esos cambios acaban por provocar un
“enfriamiento” del deseo amoroso de hombres y mujeres.
La falta de deseo sexual es la queja más escuchada. Son hombres y
mujeres angustiados porque sienten la insatisfacción de su pareja y temen
perderlos al no poder hacerles entender que su inapetencia secual no tiene nada
que ver con el amor que los une.
Esa indiferencia por el sexo que termina provocando muchas crisis en las
relaciones, tiene más que ver con la vida actual y lo que ella conlleva, que
con la relación de pareja en sí, pero la termina afectando y a veces la
conduce a un final prematuro, para desesperación de muchos amantes.
Durante años, las consultas a este respecto eran muy específicas:
Los hombres sufrían con sus disfunciones eréctiles y el fantasma de la
impotencia.
Las mujeres, por su parte, ocultaban su dificultad en conseguir llegar al
orgasmo.
Pero la nueva madurez femenina, y el descubrimiento de sus deseos
profundos, trajeron a los hombres un nuevo problema:
Él, que nunca se había preocupado por el goce de su pareja, tuvo que comenzar
a prestar atención al tiempo que transcurría entre la penetración y la
eyaculación, y a ajustas sus tiempos a los de su compañera.
En ese momento, un nuevo fantasma se sumó a los anteriores: el de la eyaculación
precoz.
Lo positivo en esta historia es el hecho de que todos están mucho más
atentos al asunto. Aparecieron una vasta literatura sobre el tema, técnicas de
fortalecimiento genital, masajes, relajación y, lo mejor, el diálogo tornándose
cada vez más abierto entre los miembros de la pareja.
Diálogo este, capaz de cambiar esa realidad. Solamente con cariño y
comprensión las parejas actuales podrán hablar sobre su relación, entender el
mecanismo que está por detrás de la falta de deseo y el cansancio actuales.
Discutiendo la situación, se puede llegar a un denominador común, y a
descubrir nuevos caminos.
¿Falta el deseo? Enamórense de nuevo. Paseos, cine, caminar de la mano,
descubriendo un universo nuevo de compañerismo.
Decenas de cosas por hacer juntos y… ¡oops! ¡El deseo nuevamente se hará
presente!
¿Eyaculación precoz? Aumenten el tiempo de las preliminares. Jueguen más,
anímense. ¿Qué tal descubrir nuevas caricias, un nuevo modo de tocarse que
agrade a ambos?
Lo mismo es válido para la dificultad de la mujer en llegar al orgasmo.
Lógicamente, si se sospecha que hay un problema de otro tipo será
necesario consultar al médico. Los conceptos que acabamos de mencionar son
aplicables a los casos en que el desinterés no sean causados por algún
problema orgánico, sino por las circunstancias naturales de la vida actual, por
las que todos pasamos en alguno y otro momento.
Es importante que hombres y mujeres reconozcan la situación y, partiendo
de ese reconocimiento, pierdan al miedo a hablar al respecto y a trazar nuevos
rumbos, para definir juntos los cambios que puedan rescatar el placer de estar
juntos.
Nacemos para la felicidad, y si no somos felices es hora de
trabajar en pro de nuestra satisfacción y placer.
Y si queremos un nuevo milenio de paz, podemos comenzar por nosotros
mismos, por rescatar nuestra propia vida y la reconstrucción de nuestro mundo
personal.