Ya no queda ningún tipo de dudas al respecto: se sabe que existe una clara relación entre una presión arterial alta y la pertenencia a lo que normalmente se denomina grupo de riesgo en lo que respecta a los problemas cardiovasculares, particularmente a lo que se llama en la jerga de todos los días un ataque al corazón.
Si bien todo esto ya se conocía hace bastante tiempo, lo que se agrega ahora es un conocimiento bastante más pormenorizado, que inclusive nos permite conocer que no es necesario que la presión arterial sea muy alta, sino que conque esta se encuentre solo ligeramente por arriba de lo normal ya aumenta considerablemente el riesgo.
La presión arterial o tensión arterial es la presión que ejerce la sangre contra la pared de las arterias. Esta presión es imprescindible para que circule la sangre por los vasos sanguíneos y aporte el oxígeno y los nutrientes a todos los órganos del cuerpo para que puedan funcionar.
Depende de una serie de factores:
– Volumen de eyección: Es, simplemente, la cantidad de sangre que es expulsada por el ventrículo izquierdo durante la sístole.
– Distensibilidad de las arterias: Las arterias (en especial la aorta) necesitan ser capaces de aumentar su diámetro cuando reciben el volumen de sangre. Cuan capaces son de hacerlo es otro de los factores a tener en cuenta.
– Resistencia vascular: La resistencia que es ofrecida al flujo sanguíneo cuando disminuye el diámetro anteriormente distendido. Esto se encuentra directamente controlado por el sistema nervioso autónomo.
– Volemia: Es el volumen de sangre de todo el aparato circulatorio.
Los resultados
De acuerdo con los últimos estudios que se han realizado respecto al tema que nos ocupa, los riesgos aumentados que sufren quienes tienen una presión arterial alta son preocupantes.
Tomando en cuenta el caso de una persona que no sufre de una suba en su presión lo suficientemente alta como para ser considerada hipertensa, sino que se encuentra apenas por encima de la media o de lo normal recomendado, se comprueba claramente que el riesgo de sufrir un ataque al corazón se multiplica por tres (lo cual, no es necesario decirlo, es un salto altísimo hacia el punto menos deseable); por otro lado, los riesgos de sufrir otro tipo de enfermedades cardiovasculares también aumenta, aunque “solamente” en un ciento setenta por ciento (lo cual es muchísimo, por supuesto). Como vemos, es un riesgo que no tiene demasiado sentido tomar.
Como decíamos anteriormente, estas personas no llegan a sufrir de hipertensión. Sin embargo, justamente por no llegar a pasar el umbral para llegar a ser hipertensión, se ha creado un nuevo termino (tal vez no muy original) para denominar esta condición: pre-hipertensión.
Esta nueva categoría es de concepción reciente y permitiría el desarrollo de tratamientos específicos para quienes la padecen.
Estos datos son los resultados obtenidos de un estudio que se realizó sobre un total de 5000 participantes, a los cuales se les hizo un seguimiento a lo largo de un periodo de diez años.
Las personas sobre las que se realizaron los estudios se encontraban todas en esa condición de pre-hipertensión de la que hablábamos anteriormente y se midieron sus respuestas y el desarrollo del estado de su salud a lo largo de ese periodo de tiempo, con lo cual podemos afirmar que los resultados cuentan con una base de investigación importante y son representativos de la realidad.
Las cifras
Como información adicional interesante, podemos comentar que la presión arterial normal es de 120/80 (o normalmente expresada como 12/8). El número más alto es aquel que se produce cuando el corazón realiza la contracción, y el número más bajo cuando se afloja.
En el caso de la hipertensión, se habla de resultados que se encuentran por encima de 140/90.
La cifra más importante de las dos es siempre la más alta, ya que es la que marca más claramente el estado en que está trabajando el corazón.
ACV
Teniendo en cuenta el aumento sensible que existe en los riesgos de sufrir ataques cardiacos, es curiosos que no parezca haber una relación, al menos clara, entre este aumento ligero en la presión arterial que padecen los pacientes hipertensos y un aumento en el riesgo de sufrir un ataque de apoplejía (o ACV: accidente cerebrovascular). Al menos esto no es algo que se desprenda del estudio que se ha realizado.
Sin embargo, los expertos tienden a remarcar que esto puede ser tan solo una circunstancia casual de este trabajo de investigación en particular, donde simplemente no se presentaron casos por cuestiones no intrínsecas a los estudiado. Esto lo afirman principalmente basándose en estudios anteriores, generadores al menos en parte de este último, los cuales señalaban que también el riesgo de apoplejía aumentaba.
Prestándole atención a la pre-hipertensión
Si bien es una condición relativamente nueva (no en su existencia, sino en su consideración como una fuerte fuente de problemas) ya los médicos tienen pocas dudas en afirmar que es necesario prestarle atención a la pre-hipertensión y tomar ciertos recaudos si es que estamos sufriéndola, no solamente por el lógico riesgo de que progrese y se convierta en hipertensión, sino por los riesgos que comentábamos anteriormente.
Las recomendaciones para tratarla son, en general, las mismas que para cualquier problema de presión arterial: cambios en el estilo de vida; la necesidad de comenzar un programa de ejercicios; cuidados en el peso, especialmente si estamos sufriendo de un exceso del mismo; cambios en la dieta alimentaria, tanto para evitar comidas que aumenten el riesgo como para perder esos kilos de más; aumento en el consumo de frutas y verduras; dejar el cigarrillo; y un largo etc.
Sin embargo, lo que no se hace es medicar este tipo de situación, no con las drogas que se usan normalmente para tratar los casos de hipertensión, al menos. Esto se debe principalmente a que toda terapia con drogas tiene un riesgo en sí misma y todavía no se puede afirmar que el grupo de riesgo formado por los pre-hipertensos se beneficiaría lo suficiente como para que este riesgo sea aceptable.
Solamente se utilizan las terapias de drogas en algunos casos particulares, básicamente en el de aquellas personas que sufren diabetes o enfermedades crónicas del riñón, las cuales tienen un riesgo aun mayor, con lo cual se vuelve necesario algún tipo de tratamiento.
Sin embargo, estos últimos descubrimientos llevan a preguntarse si tal vez este acercamiento conservador al tratamiento no está errado.
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