La
exposición prolongada a altos niveles de presión sonora, en el ámbito
laboral, constituye uno de los principales factores del
deterioro auditivo.
La
sordera por traumatismo sonoro, ocupa el tercer lugar entre las enfermedades
profesionales. Algunas personas no perciben el daño hasta que éste es
irreversible, por lo que las medidas preventivas juegan un importante papel en
la incidencia de alteraciones auditivas.
El ruido produce muchos trastornos, no sólo
hipoacusia.
Entre ellos
encontramos:
1- Perturbaciones del sueño.
2- Disminución del rendimiento en el trabajo.
3- Dificultad en la concentración.
4- Trastornos y molestias digestivas como úlceras duodenales,
gastritis, etcétera.
5- Problemas respiratorios y vasculares.
6- Alteraciones en el sistema nervioso, irritabilidad,
ansiedad, insomnio.
Aunque el ruido es un contaminante altamente peligroso y puede producir todas
las perturbaciones descriptas, la única dolencia que claramente demuestra su
nocividad es la presencia de alteraciones auditivas como consecuencia directa de
la exposición al ruido.
Existen cuatro factores de primer orden que determinan el riesgo de pérdida
auditiva:
1. El nivel de presión sonora.
2. El tiempo de exposición al ruido.
3. La edad.
4. El tipo de ruido.
Los médicos que se enfrentan a las alteraciones auditivas no dudan que existe
una relación entre presión sonora y daño auditivo.
Pero paradójicamente,
aunque el riesgo de padecer hipoacusia, aumenta junto con el incremento de número
de decibeles (dB) a los que estamos sometidos, no se puede establecer una relación
lineal entre ambas variables.
Las diferencias individuales de las capacidades del oído de los sujetos, hacen
que la influencia del ruido tenga un perfil único y particular para cada uno.
Por ello, una de las variables que despierta el interés para los investigadores
es el grado de sensibilidad al ruido.
Estudios recientes demuestran que los
sujetos sensibles al ruido, tienen una mayor probabilidad de estar más
afectados de hipoacusia con respecto a aquellos que no lo son.
La sensibilidad al ruido podría explicar cómo unos sujetos se ven afectados
por bajos niveles de dB y otros sujetos expuestos a altos niveles no.
Aquí
cobra una gran importancia la dificultad por parte de los trabajadores para
controlar el uso de protectores, y cabe la posibilidad de que éstos los
utilicen sólo a niveles más altos de ruido.
¿Cómo se puede prevenir la enfermedad?
Para reducir la incidencia de las hipoacusias que resultan de la exposición al
ruido, los esfuerzos deben dirigirse primeramente, al estudio de los efectos
nocivos del ruido ambiental en general y por lo tanto, a la revisión de la
legislación vigente: delimitando los niveles nocivos y estableciendo medidas
preventivas tanto en el marco laboral como urbanístico.
Uno de las formas para prevenir la hipoacusia, es a través de la instalación
de un acristalamiento doble en los edificios. Por medio de su uso, el ruido
ambiental proveniente del exterior disminuye en un 50 por ciento.
Otra posibilidad en la construcción de edificaciones, es colocar corcho y fibra de vidrio como materiales aislantes. También se pueden
interponer pantallas acústicas entre los edificios y las ruidosas calzadas.
Finalmente, es recomendable utilizar a modo personal, algún tipo de aislante
auditivo o cascos especiales, como método de prevención.
¿Te han dicho que debes dejar de fumar,
pero no sabes cómo lograrlo?
Comienza por nuestro curso gratis para Dejar de fumar.
Inscríbete ahora haciendo clic
aquí.