Sexo en la cresta de la ola

Nuestra sexualidad es nuestra, y valga la redundancia. Nadie debe decidir por nosotros de qué manera debemos disfrutarla más, con quien o bajo qué requisitos. Nos corresponde a cada uno dibujarla, irla conformando desde el continente hasta el contenido...

Muchas personas, jóvenes y adultas, no saben qué hacer con su sexualidad. Algunas incluso, de tanto fracasar, no quieren saber de sexo; otras  lo practican de vez en vez pero les va mal. Detrás de esos infortunios en el lecho existe una gama infinita de particularidades que convergen en un mismo punto: falta de información, de educación sexual.  

La sexualidad es libertad de decidir lo que realmente queremos. Eje de nuestros más íntimos placeres eróticos que compartimos en soledad o con la pareja,  de una manera relajada, auténtica, sin trasfondos.  

Cuando está amarrada a mitos, prejuicios,  a las decisiones o manipulaciones de un “otro”, solemos alejarnos de ese baluarte que es la libertad, no solo por lo que esta encierra en sí misma, sino por lo que significa en el mundo sentimental y emocional de cada quien; ese universo personal, único e irrepetible.   

Ese mapa que se llama cuerpo 

A mi modo de ver, la educación sexual, además de enseñar el uso de condones, debe insistir fundamentalmente  en las fortalezas individuales de cada persona. No es posible unirse a alguien para formar pareja si antes no hemos aprendido a amarnos a nosotros mismos, poseer una equilibrada autoestima;  aceptar nuestro cuerpo, tal y como es.  

Durante una conversación que sostuve con el sexólogo español Félix López, me comentaba que  uno de los graves problemas que tenemos los humanos, es la baja aceptación de la figura corporal.  

Meditaba al respecto  que queremos tener una figura corporal porque todos deseamos ser amados, pero no nos damos cuenta de que amar, disfrutar del placer y la ternura está poco relacionado con el tipo de cuerpo que tengamos. El placer, el goce íntimo no está asociado a una imagen determinada.  

Reconocía que con esto no estaba afirmando que  carezca de valor, porque es partidario de que cada uno se ocupe de la estética, pero que busque la suya personal. En lugar de pensar lo que se va a llevar en verano, cuestión en la que insisten demasiado los diseñadores de moda, es necesario razonar qué te sienta a ti bien, qué va mejor con tu manera de ser. Impedir ser manejado de forma tan simple.  

El conocimiento es poder 

No dejarse conducir significa alcanzar nivel de decisión sobre las acciones y actitudes individuales. Pero para ello, es necesario ante todo poseer una base de conocimientos y puntos de vista afianzados por un aprendizaje que va formando capas a manera de sedimentación.  

El conocimiento es poder en todas las esferas de la vida, y también en la esfera sexual. Especialmente porque gran parte de las creencias sociales sobre el sexo tienen que ver particularmente con la desinformación. 

Todavía se escucha con demasiada frecuencia:  

  • “La mujer que no tiene orgasmos es frígida”
  •  “El hombre que tiene eyaculación precoz es acomplejado”
  •  “El que tiene dificultades con la erección es por culpa de la mujer”
  • “En la ancianidad muere el sexo”
  • “Una mujer amargada tiene un marido que no la complace sexualmente.” 

Así, de manera sucesiva, podríamos confeccionar una larga lista.  

La desinformación lleva a los malentendidos, a herir  sentimientos ajenos y a disminuir el placer sexual
.
No cabe dudas que en el mundo de la sexualidad, donde se mueven tantos inequívocos, hace falta en ocasiones un poco de valor, cierto coraje digamos,  para tener buen sexo, sobre todo cuando hay que combatir el temor y la vergüenza.
 

Particularmente para los hombres, no pocas veces se vuelve una pesadilla el temor a fallar, de parecer tonto, de no estar a la altura de las expectativas y las circunstancias de quien lo está evaluando. Se siente como en un examen, que en una escala de 0 a 10, no puede quedar por debajo de 8.

Estar atento el uno al otro

Cuando la gente se implica en la relación sexual, logra olvidarse de sí misma. La satisfacción más intensa deriva de estar atentos realmente con nuestra pareja. Si lo único que hacemos es vigilar nuestro rendimiento, nunca lograremos esa conexión tan especial que es imprescindible para tener una gran relación sexual

.Esto se dice más fácil de lo que se logra. Para alcanzar esa auténtica imbricación hace falta confianza; palabra grande, enorme, mayúscula. No va con los años juntos ni los buenos y malos ratos vividos. Tiene que ver más con la transparencia, la ausencia de suspicacias y poses a la defensiva.

El mejor sexo solo es posible cuando ambos se sienten lo suficientemente seguros y confiados como para permitirse ser vulnerables;  débiles e imperfectos algunas veces, tal y como somos los humanos. No es difícil  dejar atrás las inhibiciones si tenemos la absoluta certeza de que seremos aceptados por el otro.

Para dar y compartir ternura; vivir y hacer vivir intensas experiencias eróticas, hay que hablar. Explicarse. Hacerse entender. Hay personas que aún siguen como los neandertales, haciendo expresiones guturales en el lecho,  delegando en  la otra persona la responsabilidad, el inmenso esfuerzo de interpretar si tales  locuciones significan goce, alegría, malestar, desasosiego…

El sexólogo uruguayo Andrés Flores Colombino, miembro de la Sociedad Mundial de Sexología, insiste que el diálogo, es un instrumento fundador de los vínculos, así como el procesamiento de los cambios que se dan a lo largo de la vida en común. Sin diálogo, todo está terminado en una pareja.

Asimismo enfatiza que el saber sexual es parte de la cultura general de hoy en día, y modifica sustancialmente las pautas de comportamiento hacia una mayor equidad, armonía y salud sexual.

La capacidad de goce sexual es parte de la salud mental. Casi toda la actividad sexual va dirigida al alcance de un goce compartido, y no a la reproducción. Este recordatorio de Flores Colombino, es sustancial en el sentido de que casi toda la vida estamos teniendo sexo únicamente para hallar placer sexual; son realmente pocas o por etapas cortas, cuando hacemos el amor con el fin de procrear, de tener hijos. De ahí, el preciado valor de sentirnos cómodos, satisfechos en un acto que nos lleve a la cresta de la ola.   

Como en  otros ámbitos de la vida, solo quienes son capaces de tener qué ofrecer desde el sentimiento, pueden vivir y hacer vivir las mejores experiencias. 

Amor y más 

El amor está en la base de todas las cosas. Hay quienes este axioma, de tanto escucharlo, les resulta trivial y hasta cursi. Sin embargo, solo  en un contexto de amor tiene el buen sexo posibilidades de repetirse y permanecer a lo largo del tiempo.  

Si bien es cierto que el sexo sin amor es en sí una experiencia placentera, el sentido común nos dicta que cuando la pareja se ama, transita por otras dimensiones mucho más placenteras y emotivas que enrolan no solo al cuerpo sino a la espiritualidad toda. El amor perfecciona la obra erótica de dos, al no limitarlo al orgasmo y a los placeres corporales.

Cuando uno y otro se focalizan en el placer sensual, la experiencia sexual en su totalidad es vivida con mayor intensidad, resulta divertida, como un surtidor de alegrías.

Aunque todo el mundo sabe  qué significa esa palabra tan corta llamada amor, ya que de una forma u otra lo han vivenciado y —sobre todo— han sufrido en su nombre, no suele hacerse una verdadera anatomía del amor, reconoce la Dra. Patricia Arés y puntualiza que  además de ser un sentimiento, es un comportamiento: un acto relacional voluntario con un “otro”, lo cual exige más responsabilidad para que no siga usándose como justificante universal de daños humanos.

Partiendo del punto de vista de la psicología, agrega, debemos establecer el posicionamiento crítico del amor y definir, en primer lugar, que este sentimiento es un aprendizaje, un acto comunicativo, un vínculo relacional que implica la capacidad de expresar lo que sentimos, tanto en positivo como en negativo.

Así las cosas,  hacer el amor no es tan simple porque todas y todos hemos evolucionado lo suficiente como para entender, al menos,  que el sexo cada día tiene menos de instinto y más de humano. Que resulta entonces imprescindible ir a su encuentro con más sabiduría,  herramientas y poder, con las ganas a flor de piel, pero cuidando de no caer en actitudes que lastimen al otro miembro de la pareja.  

Es, a su vez, creatividad y autonomía, lograda a puro conocimiento. La verdadera libertad sexual depende de liberarse del “debería”, del “deber ser”. Lo que importa es lo que  mi pareja y yo queremos, no lo que “deberíamos querer”.

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