La
menopausia marca para la mujer el fin de su capacidad de procrear, la llamada
“edad crítica”; sin embargo, no se produce justo en el momento de la última
menstruación, sino que anteriormente van apareciendo en forma gradual y
progresiva manifestaciones orgánicas, tales como la modificación de la
frecuencia y duración del ciclo menstrual, que dan cuenta del cambio que se está
operando a nivel corporal.
Este proceso conlleva un correlato en el plano psicológico;
así, se observan diferentes reacciones emocionales como por ejemplo, cambios de
humor, inseguridad, temor al futuro, tristeza, angustia, depresión, etcétera.
Hasta
aquí he mencionado lo que toda mujer, mínimamente informada, sabe acerca de
este período tan especial de la vida.
La pregunta es: si todas las mujeres
sufrimos necesaria e inevitablemente varios de estos trastornos, ¿cómo
afrontar ese cambio y lograr que en lugar de prevalecer los sentimientos de pérdida
y vacío hallemos nuevas posibilidades de realización personal?.
Cada
persona es una individualidad única e irrepetible y la manera en que responde a
las situaciones de la vida es el resultado de la articulación de varios
factores: personales (historia individual), sociales y culturales.
No será
igual para la mujer que ha realizado su
maternidad que para la que siente que
desaparece su posibilidad de ser madre biológica; para la que ha depositado
toda su energía en la constitución de una familia, la cual además, suele
empezar a dividirse en ese momento ya que los hijos se van independizando, que
para aquella que ha desarrollado otros intereses personales.
La que ha logrado
constituir una pareja estable satisfactoria estará mas contenida que la que no
cuenta con el apoyo de un compañero.
Desde
el aspecto socio-cultural, un ambiente en el que la “no maternidad” es
considerada como un estigma (y aunque no se explique, esto es algo todavía muy
acendrado), aumenta la vivencia de fracaso en la mujer que no ha sido capaz de
volcar su potencial creativo en otros planos mas allá del biológico.
La
relación de la mujer con su cuerpo y cuanto incide en su valoración personal
(autoestima), una imagen “siempre joven”, es otro de los muchos aspectos a
considerar para comprender la situación de cada una en particular.
En
tanto proceso evolutivo irreversible, la menopausia exige a cada mujer (y
consecuentemente a su psiquismo), hallar los recursos adaptativos que le
permitan un tránsito no traumático.
Sola o con asesoramiento profesional,
deberá realizar una tarea compleja que implica conectarse consigo misma, con su
historia, aceptar pérdidas, elaborar duelos, hacer propios logros personales y
encontrase con sus aspectos creativos.
En un tiempo de balance, la oportunidad
de evaluar, de aprender de lo vivido, de proyectar lo que queda por hacer…
Hace
no demasiado tiempo la mujer era considerada vieja a los 40 años, hoy
encontramos mujeres exitosas y activas de 60 años y más… Puede quedar atrás
la posibilidad de procrear pero no la de crear, disfrutar y amar.