Oración para el examen
Examen nuestro que estás en clase,
santificado sea tu nombre;
hágase tu voluntad tanto en las preguntas,
como en la nota;
danos hoy el parcial de cada semestre
y perdona nuestras copiadas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos copian;
no dejes que nos pille el profesor
y líbranos de la recuperación.
Amén.
Credo
Creo en el examen todo poderoso,
creador de todos los parciales y las recuperaciones.
Creo en el chancuco su único hijo,
que fue concebido por obra y gracia de la vagancia,
nació de la flojera,
nos hace padecer bajo el poder de los profesores
y resucita en las recuperaciones.
Subió a la dirección, está sentada a la derecha del
director
y desde allí vendrá a juzgarnos a todos.
Creo en todos los chancucos, en cualquier tipo de
copia,
en la santa facilidad,
la opresión de los profesores
y el perdón de los copiones.
Amen.
Santos
de los exámenes
San José... ¡Ayúdame que no sé!
Santo Tomás... ¡Para el próximo estudio más!
San Clemente... ¿Qué pregunta este demente?
Santa Pilar... ¡Que me pueda copiar!
Santa Raquel... ¿Me copio de este o de aquél?
San Marcial... ¡Que pase este parcial!
San Procopio... ¿De quién corno me copio?
San Celestino... ¡Esta porqueria está en chino
Enviado por Jhonatan. ¡Muchas gracias!
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Cuando un amigo te muerde
Siendo niño pertenecí al Movimiento Scout. Ahí nos
enseñaban, entre otras cosas, la importancia de la
“Buena Acción” que consistía en realizar todos los
días actos generosos y nobles, como recoger algún
papel en la calle y botarlo en la papelera, ayudar
en la casa a lavar platos, cuidar la fauna y la
flora, ayudar a alguna persona anciana o impedida a
cruzar la calle, etc. Me gustaba mucho cumplir esa
tarea.
Un día caminaba por una calle de la ciudad y vi a un
perro tirado en plena vía sin poder moverse.
Estaba herido, un carro lo había atropellado y tenía
rotas las dos patas traseras, los vehículos le
pasaban muy de cerca y mi temor era que lo mataran
porque era imposible que él solo pudiera levantarse.
Vi allí una gran oportunidad para hacer la “Buena
Acción” y como buen Scout detuve el tráfico, me
dispuse a rescatar al perro herido y ponerlo a salvo
para entablillarle las patas.
Yo nunca había entablillado a nadie pero el “Manual
Scout” decía cómo hacerlo.
Con mucho amor y entrega me acerqué, lo agarré pero
me clavó los dientes en las manos. Inmediatamente me
llevaron a la Sanidad y me inyectaron contra la
rabia, aunque la rabia por la mordida no se me quitó
con la vacuna.
Durante mucho tiempo no entendí por qué el perro me
había mordido si yo sólo quería salvarlo y no
hacerle daño, no sé que pasó y no me lo pude
explicar.
Yo quería ser su amigo, es más, pensaba curarlo,
bañarlo, dejarlo para mí y cuidarlo mucho.
Esta fue la primera decepción que sufrí por intentar
hacer el bien, no lo comprendí.
Que alguien haga daño al que lo maltrata es
tolerable, pero que trate mal a quien lo quiera
ayudar no es aceptable.
Pasaron muchos años hasta que vi claro que el perro
no me mordió, quien me mordió fue su herida; ahora
si lo entiendo perfectamente.
Cuando alguien está mal, no tiene paz, está herido
del alma y si recibe amor o buen trato: ¡Muerde!
Pero él no hunde sus dientes, es su herida la que
los clava.
Enviado por Edna. ¡Muchas gracias!
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