“En
tiempos de confusión, es necesario volver a las fuente”. Puede que haya sido
esta legendaria frase la que está inspirando un fuerte movimiento “retro” en
Buenos Aires, Argentina, lugar donde varias personas se están mostrando muy
interesadas en comprar, vender, o intercambiar los objetos con los que jugaban,
cocinaban, trabajaban, o vivían sus ancestros (o ellos mismos, en su infancia).
El
fenómeno de la compra y venta de antigüedades, tradicionalmente reservado para
los “entendidos”, solía tener espacio en las calles linderas a “Plaza San
Telmo”, en el barrio de San Telmo, o en “Plaza Dorrego”, en el barrio de
Chacarita. Sin embargo, a medida que la gente comenzó a mostrar un mayor interés
en la materia, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires organizó una serie de
eventos tendientes a darle un marco más organizado y conjunto a este tipo de
negocio.
El
primero de ellos se desarrolló entre el 25 de noviembre y el 12 de diciembre de
2001. Allí, en la calle Balcarce, entre Chile y México, del mismo barrio de San
Telmo, más de cien diversos profesionales de viejos oficios fueron citados a la
feria “Espacios de Artes y Oficios” para exhibir sus conocimientos, y los
productos que lograban “curar” o crear gracias a ellos.
Aquel año, fue posible ver a sombrereros exhibiendo los más bellas y antiguas
copas de galeras, a vitralistas enseñando las complejas técnicas del vitreaux, a
mujeres expertas en la restauración y fabricación de muñecas de porcelana con
sus agraciadas bebotas, a encuadernadores artesanales, que hacían de los viejos
y desvencijados libros guardados en el sótano, unos hermosos volúmenes para
exhibir en la biblioteca de living, o a restauradores de viejas fachadas de
casas, que lograban dejar el frente de las propiedades iguales a como quedaron
el día después de su fabricación.
También se pudieron observar oficios y productos más exóticos, como a luthiers o
barrileteros, quienes exhibían creaciones basadas en productos provenientes
desde los más remotos tiempos y lugares, como el didgeridou, un instrumento
fabricado en base a cañas de eucaliptos por aborígenes australianos, o el
rokkakku, un barrilete japonés creado en el año 300 A.C., que se usaba (y usa)
para competencias de barriletes, en donde unos deben cortarle la corriente de
aire a otros, para así quedar solos y victoriosos en el aire.
Incluso, se podrían encontrar “fileteadores”, personas que realizan una técnica
de pintura muy usada en la Argentina de los tiempos del auge del tango, que
consistía en decorar distintas superficies con rayas y ondulaciones de diversos
colores.
La
feria no era en sí misma un lugar de comercialización, sino de exhibición y
contacto entre los artesanos y los clientes, quienes luego podían efectuar
negocios en los talleres o comercios que cada uno de los profesionales tenían.
Pero como la muestra tuvo una gran repercusión, se decidió crear un lugar
permanente para que los artesanos pudieran ofertar sus objetos, servicios, o
cursos.
De
esta forma, el 26 de enero de 2003, fue inaugurado “El Retiro”, un paseo de
compras situado frente a la Terminal de Ómnibus del barrio de Retiro, similar al
tradicional “El Rastro” español, donde se pueden encontrar todo tipo de
antigüedades y servicios para su restauración.
En el primer día,
concurrieron al evento más de 10.000 personas, que observaron antigüedades
ordenadamente ubicadas en los casi 1.000 puestos, situados sobre la Avenida de
los Inmigrantes.
Por cierto, muchos clientes, a sabiendas del arbitrario valor de las
antigüedades, pidieron y consiguieron importantes descuentos, algo que no
pudieron lograr al tratar con artesanos de, por ejemplo, velas o portarretratos,
quienes tenían un profundo conocimiento del valor de su trabajo y no discutían
sus precios.
Esta feria, a diferencia de la primera, será permanente, y estará abierta todos
los sábados, domingos, y feriado, de 10 a 20 hs., para delicia de turistas,
nostálgicos, o simplemente curiosos.