En muchas ocasiones es muy difícil o demasiado doloroso comunicar con palabras determinados conflictos, sentimientos o traumas del pasado.
Quizás se trate de un estado interno desagradable, una angustia que no se sabe con certeza de dónde proviene, una sensación de desasosiego, de insatisfacción, temor, incertidumbre…o de una conjunción de dichas sensaciones.
Es muy difícil llegar a sanar esas viejas "heridas del alma" si se mantienen ocultas, sin prestarles atención, tratando de poner un tupido velo sobre ellas.
Sin embargo, muchas veces, tratando de “evitar-nos” gastamos una gran cantidad de energía en mantener todo lo que nos sucede internamente “controlado” para no saber nada de esos conflictos ni del dolor que pueden llegar a provocar.
No obstante, lograr eso es casi imposible, pues esos conflictos que necesitan ser elaborados aparecen cada vez que tienen ocasión, a través de los sueños, a veces como pesadillas, en problemas físicos, stress, ataques de pánico, etc.
Pero más que nada en una sensación de malestar casi inefable. Asimismo, no podemos empujar a una persona a tratar dichos conflictos o traumas si no se siente preparada, como tampoco provocarle un sufrimiento agregado al hacerle recordar acontecimientos que le duelen.
¿Qué hacer, entonces, en estos casos?: podemos recurrir a una forma más suave y sencilla de hacerlo: el arte de la escritura.
La Asociación Americana de terapias alternativas, la define como "una profesión que utiliza las imágenes, el proceso creativo y las respuestas del paciente/cliente ante sus creaciones como reflejos del desarrollo, habilidades, personalidad, intereses, preocupaciones y conflictos del individuo".
Aquí, yo, la llamo “Clínica Literaria”, un concepto renovador y vanguardista que se convierte en un medio eficaz de ayuda a la hora de resolver problemas emocionales o físicos.
Escribir sobre un determinado problema es una forma de trabajar en él, asimilarlo, descubrir nuevos aspectos que se nos habían escapado y sacarlo al exterior, de forma que al objetivarlo, podemos mirarlo desde fuera.
Pero esta no es la única forma de utilizar la escritura como terapia. La poesía, los relatos, los cuentos, las novelas… constituyen también una forma efectiva de hurgar en el inconsciente y sacar de allí historias que son en realidad narraciones sobre nosotros mismos o el mundo que nos rodea.
Crear un personaje que vive una determinada situación y expresa unos sentimientos concretos de una manera particular, puede ayudar al escritor a comprenderlos y manejarlos, tanto si le pertenecen como si pertenecen a otras personas de su entorno.
¿Por qué nuestro protagonista reacciona de una forma determinada? ¿Por qué se comporta de esa manera? ¿Por qué se siente así?
Quien lo escribe sabe responder a estas preguntas. Por este motivo, mientras escribe está profundizando en el alma humana y también en la suya.
Convertir las distintas facetas de nuestra personalidad en personajes de un relato, cuento o novela, por ejemplo, constituye una buena forma de conocerlas mejor y de integrarlas, y además, y por sobre todo, convierte “al escritor” en un ser artístico, creativo y dispuesto a vivir con mayor alegría y satisfacción, sintiendo que “lo producido” por él cobra entidad propia, tal como lo hace cualquier obra de arte cuando ha nacido.
Por Counselor Susana Inés Nicolini
Consultora Psicológica
Coordinadora Literaria
Consultas: 15-56200517
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