El embarazo a los 40

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La importancia del diagnóstico prenatal.


Después
de la aparición de las técnicas que permiten una adecuado exploración del
feto en los años setenta, la medicina prenatal ha cambiado notablemente. En
efecto, los progresos realizados en este campo fueron posibles gracias al
desarrollo del monitoreo cardíaco fetal, la ecografía con Doppler, el análisis de la biología fetal, entre otros.

Los
análisis genéticos y los ecógrafos de ultima generación permiten descubrir
durante el embarazo problemas que, en muchos casos, tienen solución.

Cada
vez hay más mujeres que deciden tener un hijo entre los 30 y 40 años. Y a la
par de ésta tendencia, la cantidad de ecografías y otros estudios prenatales
que piden los obstetras también ha crecido sostenidamente durante la última década.

Por
cada diez embarazos, cinco rondan los 40 años.

A
esa edad existe el doble o el triple de probabilidades de que el feto presente
enfermedades genéticas o
malformaciones
congénitas que en mujeres más jóvenes
que se embarazan. De ahí, la mayor demanda de estudios prenatales.

Estos
exámenes anticipan muchos de los problemas de salud que puede tener el feto y
brindan la oportunidad de preparar un parto difícil o incluso una cirugía pre
o postnatal del recién nacido.

Aun
cuando se trata de mujeres jóvenes, la ecografía es un estudio de rutina con
embarazo de por medio o sin él. Ya, al cumplirse el primer trimestre de gestación,
permite confirmar los latidos y movimientos fetales, el número de embriones y
la localización placentaria. Es el examen más barato.

En
el segundo trimestre nos indica crecimiento y ubicación intrauterina, y en el
tercer trimestre nos prepara para el parto, y nos alerta de posibles
complicaciones.

Hay ecógrafos que brindan imágenes tridimensionales, que
distinguen venas y arterias, e inclusive, pueden mostrar la cara del feto desde
varios ángulos para saber, por ejemplo, si existe una malformación muy
conocida que es el labio leporino y que puede solucionarse con una intervención
neonatal.

Algunos
mitos de la ecografía.

En
octubre de 1993, con un trabajo publicado en la revista The Lancet, el doctor John Newnham y sus colaboradores del King
Edward Memorial Hospital de Australia postulaban que las ondas de ultrasonografía
de la ecografía retrasaban el crecimiento del feto.

Sin embargo, esta tecnología
se usa desde hace más de 20 años y no se conoce ningún caso que avale aquella
teoría. Con las ecografías se puede observar si será necesario una cesárea,
si el feto esta mal ubicado o si tiene alguna malformación.

Análisis genéticos.

Los
análisis genéticos aportan una información absolutamente segura sobre la
existencia -o no- de malformaciones en el feto, muchas de las cuales requieren
una cirugía no bien termine el parto. Asimismo son útiles para detectar
cualquier tipo de problema genético, ya sea, Síndrome de Down, Trisomía del
Cromosoma 18, etc.

El método para extraer del útero de la embarazada líquido
amniótico (amniocentesis), vellosidades coriales (biopsia placentaria) o sangre
fetal (cordonocentesis), esta tan desarrollado, que nunca se transforma en una técnica
difícil. Esto implica molestias, un costo económico que varía según el tipo
de estudio y un mínimo peligro de aborto (1%).

Por
todo lo antedicho, lo más importante es el control prenatal, desde la primera
falta hasta el nacimiento, para que de este modo se tenga acceso a la información
necesaria, con el objetivo de prevenir cualquiera complicación.