Las personas de la
segunda edad, somos consideradas
“adultos”, “maduros” y esto significa para la sociedad que estamos en
condiciones de y debemos poder atender las necesidades y reclamos de nuestros
hijos y de nuestros padres, las exigencias del trabajo (somos responsables del
mantenimiento de …..), hacernos cargo de resolver cuanto problema pase cerca
nuestro y proveer a la tranquilidad y equilibrio de cuantos nos rodean.
Vivimos como tironeados por muchos cables. Somos la columna vertebral de una estructura que
sobrellevamos como una mochila demasiado pesada y que no nos abandona ni aún en
los momentos en que tenemos la necesidad del descanso y del contacto con nuestro
propio yo.
Sin embargo nos sentimos con fuerzas y deseos de
vivir muchas cosas lindas, aunque no siempre tenemos el tiempo y el espacio para
dedicarnos a nosotros.
Enfrentados a la aritmética de la vida, nos
volvemos susceptibles a la idea de nuestra propia perdurabilidad. Sentimos con
ansiedad y un regusto a punto final o a fracaso, aquel slogan televisivo de hace
algunos años: “el futuro es hoy”.
Pensamos que ya no nos queda tanto tiempo para hacer
esas cosas que siempre quisimos hacer y que seguimos postergando.
Nos cuestionamos si todavía habrá vida después de
la juventud? Y podemos tener la sensación que ya nos han pasado los mejores años
lindos y que tan solo nos queda empezar a deslizarnos hacia la vejez.
Nuestra percepción del tiempo oscila entre la
esperanza que aún disponemos de mucho tiempo y la tristeza que este se nos
acaba.
Vivimos acechados por emergentes que nos exigen una
atención inmediata, sin dejarnos tiempo para recuperar el placer de la aventura
personal e inédita de la vida vivida plenamente.
Pendulamos entre la sensación que estamos en una
etapa de vitalidad o que estamos entrando en el estancamiento como sensación de
comienzo de la desaceleración.
Comenzamos a hacer un balance de los logros y
fracasos y no siempre estamos satisfechos.
La imagen que nos fuimos construyendo, comienza a
ser comparada con la realidad que vivimos y del balance que hacemos no siempre
salimos con una sensación de bienestar.
Es el momento en que nos damos cuenta de la trampa
en la que hemos caído: hemos conseguido aquello que deseábamos, pero no hemos
conseguido lo que verdaderamente deseábamos. Es como si nos hubiéramos
estancado en el trampolín de las posibilidades.
Nuestro ser parece estar más íntimamente ligado a
las personas que nos conocen y a las circunstancias que vivimos, en lugar de
estarlo a las propias elecciones.
Estamos en un mundo-isla, donde la mayor cantidad de
compañía no logra suplir la falta de una auténtica comprensión de nuestras
necesidades. Hemos aprendido a ocultar lo que somos en función de lo que
debemos ser.
Vivimos en un mundo de espejos, donde lo que
logramos hacer es reflejar una imagen deseada por lo otros, en lugar de nuestra
propia identidad.
También a veces el desgaste natural de una relación
de pareja, que por las pequeñas desavenencias diarias o por la rutina ya no nos
satisface, nos conduce hacía nuevas búsquedas, que nos reinstalen en las
viejas pasiones.
Se nos aparecen nuevos miedos (a la vejez, a la
enfermedad, a la soledad), revisamos viejas relaciones y antiguas situaciones,
visitamos más al médico, comenzamos a tomar remedios y podemos comenzar a
deprimirnos o a no reírnos tan a menudo
Tenemos un ego tan sólido como una casa en ruinas. La relación entre las proporciones de seguridad y
peligro que sentimos, se tornan demasiado volubles y volátiles.
Queremos hacer un cambio importante y conectarnos
con el placer y el volver a disfrutar de las cosas que nos hacen bien, porque las ceremonia y los rituales cotidianos terminaron
por ocultar la espontaneidad y alegría de nuestros momentos de expansión y
libertad.
Sin embargo las personas de la Segunda Edad tenemos
derecho a más.
Necesitamos reunir los fragmentos desperdigados por
la agitación cotidiana en los diferentes roles laborales y domésticos, en las
convenciones y exigencias de la ajetreada vida diaria.
Todos tenemos dificultades para subir los peldaños
del crecimiento interno, aunque seamos exitosos en superar los obstáculos
externos.
Los de la segunda edad podemos recuperar la
capacidad de contacto con el sí mismo, con el niño interior, recuperar la
intimidad, la capacidad de sentirnos libres y disfrutar de esos placeres propios
que hace tanto tiempo abandonamos en pos de prestar atención a las necesidades
del otro.
Convertir el mundo en “tierra incógnita” y
erigirnos en descubridores intrépidos, quitando las infinitas cáscaras-máscaras
de la realidad, pudiendo maravillarnos de estar vivos, sentirnos capaces de dar
el primer paso por un camino inédito o transitar la ruta habitual (que por
conocida ya ni vemos) descubriendo en la geografía cotidiana algo nuevo cada día.
Ver al otro y a los otros como una caja de sorpresas
y también a nosotros, de pronto imprevisibles, descubriéndonos rasgos y
aptitudes que no sospechábamos poseer o que permanecían olvidadas en algún
desván de nuestra mente.
Podemos
aprender a reflexionar, a compartir y a construir nuestro "Cuarto
Propio", ese espacio que es nuestro y en el cual nos sentimos más plenos.
Si desea disfrutar más su vida, si cree que es una
maravillosa aventura que merece ser vivida plenamente, si acepta el desafío de
re estrenar el mundo todos los días, si está dispuesto a descubrir nuevas
oportunidades, entonces llegó su momento para dejar de escribir la historia
biológica para comenzar a escribir su historia biográfica.
Grupo de Reflexión para Personas
de 2da Edad (entre
aprox. 35 y 55 años)
Disfruta Usted su vida? Cree que es una maravillosa
aventura que merece ser vivida plenamente? Acepta el desafío de re estrenar el
mundo todos los días? Está dispuesto a descubrir nuevas oportunidades?
Si cree que tiene derecho a más.
Si necesita reunir sus fragmentos desperdigados por
la agitación cotidiana en los diferentes roles laborales y domésticos, en las
convenciones y exigencias de la ajetreada vida diaria
Si está haciendo un balance de su vida y no está
satisfecho, si aparecen nuevos miedos, si está revisando viejas relaciones y
antiguas situaciones, si se siente tironeado y exigido por sus hijos, padres,
pareja y comienza a deprimirse o no se ríe tan a menudo
Participe en nuestras reuniones semanales en un
ambiente cálido y seguro. Donde se respetan los tiempos y las opiniones. Donde
se aprende a escuchar a los otros y a expresar aquello que se siente. Donde se
cuida a la persona, porque se valora la riqueza de ser único e irrepetible.
Descubra en la geografía cotidiana algo nuevo y
alentador cada día
Informes a: [email protected]