Recuperar la armonía
La
lesión osteopática incluye toda la modificación anormal de las posiciones y
movimientos de estructuras. Es una lesión en el sentido de desequilibrio,
disarmonía, disfuncionamiento de articulaciones, huesos, músculos, fascias y
órganos.
Se
presenta en tanto los elementos estructurales comienzan a moverse en una forma
levemente anormal sin que aparezca, en el principio, alteración de los tejidos.
Los huesos, no están fracturados, las articulaciones no están dislocadas ni
arrancadas, los músculos no tienen rotura, los tejidos blandos no tienen
heridas, pero ya hay lesión osteopática. Más adelante aparecerán alteraciones
de los tejidos si no se corrige a tiempo.
Podemos
decir que la lesión osteopática afecta siempre al movimiento antes de doler, de
molestar los órganos, o de desarrollarse en otras zonas, de multiplicarse en
número y en superficie y de atacar todas (o muchas) áreas. Se encuentra en
todos los sistemas de la vida.
Por
las vías de comunicación (sobre todo la sangre y los nervios) la lesión pasa de
las estructuras a las funciones tan fácilmente como puede pasar de las
funciones a las estructuras.
Fijada
en sus nudos estructurales va a aplastar los vasos vecinos, pinzar los nervios,
ahogar los tejidos, con estas consecuencias: los vasos tienen dificultad para
asegurar la circulación sanguínea, los nervios exageran sus órdenes, se
equivocan en sus mensajes o fallan.
A la
larga, los órganos están involucrados en la lesión por alteración de los vasos
nutritivos y de las vinculaciones nerviosas.
El
caso más frecuente es el de las lesiones vertebrales. Muy discretas durante
mucho tiempo, prepararan secretamente enfermedades crónicas de origen
“misterioso”. A menudo, dos facetas vertebrales cumplen mal su recorrido. La compresión es muy leve.
No hay ningún
dolor ciático u otro como para señalarla, ni mareo que se puede interrumpir con
descanso.
La lesión vertebral comprime muy suave y constantemente un nervio o
un ganglio simpático, o ambos. El proceso de ahogo se hace despacio.
Progresivamente, el nervio queda privado de su circulación propia, el aporte de
sangre se restringe, la nutrición celular se detiene, los capilares venosos y
linfáticos también comprimidos no drenan más los desechos, y sabemos que una
célula mal drenada se cansa.
Otra consecuencia del mal drenaje: estasis y
edemas hacen hincharse al nervio que, por consecuencia, está aún más comprimido en su orificio
vertebral.
La función del nervio, alterada, instala un trastorno duradero y ya
tenemos el mal crónico: dolores continuos sin causa aparente (cabeza, vientre,
etc.), enfermedades viscerales, exceso o falta de secreciones (hormonas, jugos
en los órganos digestivos), exceso o falta de contracción de músculos lisos
(corazón, intestinos).
Es una reacción en cadena que, a la larga, involucra la
regulación de todo el organismo. Y del sistema de defensa.
Por
otra parte, los huesos del cráneo también pueden estar lesionados con las
mismas consecuencias circulatorias y nerviosas. Pero, en este caso, se trata de
los nervios craneales y del mismo cerebro.
Esas lesiones de manifiestan por
dolores (neuralgia del trigémino), perturbaciones musculares (parálisis
faciales, estrabismo), trastornos crónicos de la cabeza (dolores, sinusitis, problemas
de visión y, en el cuerpo, por culpa de un nervio muy importante, el vago o
neumo-gástrico (náuseas, modificaciones del ritmo cardíaco, trastornos de la
digestión, etc.).
También puede haber trastornos psíquicos y mentales (esto es
muy frecuente en los chicos).
El
osteópata tiene que recorrer el trayecto inverso del proceso de la enfermedad
para encontrar la lesión primitiva y corregirla. También tendrá que devolver el
movimiento a las estructuras bloqueadas.
Esto se hace con maniobras muy suaves y
sin dolor. Sus herramientas son sus conocimientos y sus manos, cuya
sensibilidad muy entrenada le permite “tener ojos” en la extremidad de los
dedos. La corrección está lograda cuando ha vuelto el movimiento propio. Los
osteópatas lo llaman “normalización”.
Debemos
insistir en el hecho de que todo es muy suave y preciso. La normalización no
necesita ninguna fuerza, ninguna violencia.
Nuestro maestro, el Dr. Denis
Brookes, solía decir: “No debes forzar. Nunca serás demasiado suave. Si tiene
que forzar en una normalización es que te equivocaste en tu diagnosis”.
Basado en la obra del Dr. Gilles
Drevon Lieffroy D.O., Presidente del I.A.O.
y Miembro del REGISTRE DES OSTEOPATHES DE FRANCE y del COLLEGE OF
OSTEOPATHS (Reino Unido)
Para saber más: INSTITUTO
ARGENTINO DE OSTEOPATIA