No deje para mañana…

Todos caemos alguna vez en la procastinación, la tentación dejar todo para el último momento, con las lógicas (e indeseables) consecuencias. La buena noticia, es algo que se puede llegar a evitar.

Todos
lo hemos hecho alguna vez. Recibimos un encargo importante, un trabajo que debe
estar terminado sí o sí para un fecha determinada (que no puede ser cambiada
por nada, a menos que queramos hacer un desastre de nuestra carrera, estudios o
lo que corresponda) y, sin embargo, no nos ponemos a trabajar inmediatamente.

Empezamos a dar vueltas, perdiendo el tiempo de todas las formas
posibles, diciéndonos a nosotros mismos que tenemos tiempo, que es un trabajo
que se puede hacer en un par de horas y tenemos días (adaptar las cantidades de
tiempo al caso particular) o que ni bien terminemos con algo que estamos
haciendo (normalmente no tan importante como nuestro proyecto) nos pondremos a
trabajar y de una sola vez lo terminaremos, esforzándonos un poco más y
quedándonos hasta la hora que sea necesaria. 

Algo que después, sí seguimos en
la tónica en la que venimos, tampoco haremos. Y así, con esta serie de excusas
y pretextos, mintiéndonos a nosotros mismos, terminamos llegando al último día
posible y solo nos ponemos a trabajar cuando ya no nos queda otra posibilidad
más que hacerlo… o afrontar el tener que confesar que no lo hicimos.

Las
causas para esta actitud pueden ser muchas. Hay quienes simplemente lo hacen
por pereza, por no tener ganas de hacerlo, como si por dejarlo para más
adelanta el trabajo fuese a desaparecer, cuando, en realidad, lo mejor es
sacárselo de encima lo más pronto posible, para después sí poder dedicarse a
hacer otras cosas más agradables, o simplemente a descansar. 

Por otro lado, hay
quienes aseguran que trabajan mejor bajo presión, que cuando tienen menos
tiempo y están más desesperados es cuando mejor trabajo hacen y más fácil les
resulta, que disfrutan de la adrenalina que trae el estar al límite del tiempo
y necesitando hacer todo a toda velocidad para evitar los problemas que le
pueda traer el fallar en entregar el proyecto. 

Estas personas suelen también
decir que no pueden enfocarse en el trabajo, concentrarse, a menos que estén sobre
el filo de la navaja. 

Finalmente, hay quienes dejan todo para el final por que
los cansa de antemano el enfrentarse a un trabajo sin empezar, que hasta
sienten miedo de ese momento en que deben sentarse y ver todo el trabajo que
hay por hacer y que todavía no se ha comenzado. Entonces, para evitarse ese
sufrimiento, lo dejan para más adelante. 

Exactamente igual que en el caso de
quienes simplemente no tienen ganas de hacer el trabajo que les ha sido
encomendado, estas personas no se dan cuenta que lo mejor es hacerlo rápido y
sin dejarse tiempo antes de comenzar para pensar lo malo que puede llegar a ser
ese momento del comienzo. Esto hace que todo sea más rápido y, principalmente,
mucho menos doloroso.

Velocidad y Calidad 

De
las posibilidades que dimos anteriormente, la más compleja y difícil de dejar
de lado sea probablemente la segunda, ya que quienes se plantean que trabajan
mejor bajo presión, que les resulta más fácil tener todo listo cuando se
sientan a hacerlo con poco tiempo y la necesidad de terminarlo; difícilmente
supongan que no están haciendo las cosas de la mejor forma posible, ni se
cuestionen si tal vez deberían terminar con esta manera de hacer las cosas.

Pero
lo cierto que aun estas personas que dicen necesitar de una fecha limite, de
jugar en el borde del último momento, deberían hacer un esfuerzo por analizar
si realmente les conviene esto, si es cierto que trabajan mejor de esta forma o
si, en realidad, es que es la única forma en que están trabajando, por lo cual
no tienen una forma de comparar y ver cómo sería su trabajo si le hubiesen
dedicado el tiempo y el esfuerzo necesarios; si no hubiesen tenido que hacer
todo velozmente y de la forma en que primero les salió.

Porque
el gran cuestionamiento que deben hacerse es si realmente están haciendo el
mejor trabajo posible, si están dando todo de si mismos, o si simplemente están
haciendo lo que pueden en el poco tiempo que les queda, cambiando calidad por
velocidad.

Es
muy probable que si se hacen este planteamiento, descubran que probablemente
podrían hacer un trabajo mucho mejor si realmente le dedicasen el  tiempo necesario. Que no es que bajo presión
su cerebro funciona mejor, sino que en realidad no le están dando chances de
demostrar cómo podría funcionar si le diesen tranquilidad y tiempo.

O
sea, aceptamos que es muy probable que bajo presión el trabajo se termine más
rápido, pero esto se debe simplemente a que no hay otra forma de trabajar que
no sea a toda velocidad, si queremos terminar a tiempo, no a que la presión nos
haga increíblemente inventivos y saque todo lo mejor de nosotros. Esto suele
ser una falacia.

En
general, no será que hemos terminado el trabajo porque no hay nada más que
hacer o porque ya hemos dado todo de nosotros y realmente no tenemos nada más
que agregar, sino que hemos terminado el trabajo porque, nos guste o no, no
tenemos tiempo de hacer nada más. 

Ya está, tenemos que entregar y no podemos
mejorarlo de ninguna forma, así que sólo podemos conformarnos con lo que
tenemos y seguir con otras cosas. Es muy probable que no hayamos podido darle
los toques finales, que los detalles y la terminación sean, como mínimo, un
tanto groseros y hechos a las apuradas. Si es que hemos podido hacer algún tipo
de terminación.

En
realidad, lo que hemos hecho es agrupar, amontonar, un montón de cosas, sin
tomarnos el tiempo de darle el orden y los detalles que lo hacen especial. 

Y
encima nos hemos estresado, hemos sufrido de nervios innecesarios, de la
sensación espantosa de que no hay forma de que lleguemos a tiempo, nos hemos
desesperado y ni siquiera hemos conseguido un resultado que lo valga. 

Pensemos
en todo esto y nos daremos cuenta que, aun si somos de aquellos que afirman que
la presión los favorece, tratar de combatir la necesidad de dejar las cosas
para el último momento puede redundar en una mejora en nuestro trabajo, en
nuestra actitud hacia las cosas que debemos hacer y hasta ayudar a mejorar la
forma en que nos sentimos. 

En el beneficio general que podemos obtener se va a
reflejar en todo lo que hacemos e indudablemente ayudará a que nos demos cuenta
de que no estábamos haciendo las cosas de la única y mejor forma posible.

Además,
el dejar todo para el último momento agrega un importante componente de riesgo,
ya que, como dijo Murphy, si algo puede salir mal, saldrá mal. 

Y si estamos
trabajando con la soga al cuello y el reloj contando los últimos segundos, no
tendremos demasiado (o ningún) tiempo para solucionar el problema y
probablemente terminaremos en un problema mucho mayor. 

Porque todos sabemos que
las computadoras son entes malignos que se cuelgan en los peores momentos y que
si tenemos que entregar papeles estos seguramente se nos arruinarán de alguna
forma. O nos olvidaremos de algo vital que debíamos hacer a último momento.

Todo
esto agrega estrés a nuestra situación. Y no solo eso, sino que genera que
terminemos tan cansados (física y mentalmente) que el próximo encargo que
tengamos también lo dejaremos para último momento, porque estaremos
recuperándonos del anterior.

Como
vemos, todo esto resulta en un circulo vicioso del que es muy difícil, pero no
imposible, escapar.

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