Esopo cuenta que un pobre granjero descubrió un día que
su gallina había puesto un reluciente huevo de oro.
Primero pensó
que debía tratarse de algún tipo de fraude. Pero cuando iba a deshacerse del
huevo, lo pensó por segunda vez, y se lo llevó para comprobar su valor.
¡El huevo era
de oro puro! el granjero no podía creer en su buena suerte. Más incrédulo aún se
sintió al repetirse la experiencia. día tras día, se despertaba y corría hacia
la gallina para encontrar oro huevo de oro.
Llegó a ser
fabulosamente rico; y todo parecía demasiado bonito como para que fuera cierto.
Pero, junto
con su creciente riqueza llegaron la impaciencia y la codicia. Incapaz de
esperar día tras día los huevos de oro, el granjero decidió matar a la gallina
para obtenerlos todos de una vez.
Pero al abrir
el ave, la encontró vacía. Allí no había huevos de oro, y ya no habría modo de
conseguir ninguno más. El granjero había matado a la gallina que los producía.
En esta fábula
hay una ley natural, un principio: la definición básica de la efectividad.
La mayoría de
las personas ven la efectividad desde el paradigma* de los huevos de oro: cuanto
más se produce, cuanto más se hace, más efectivo se es.
Pero, como
muestra el relato, la verdadera efectividad está en función de 2 cosas: lo que
se produce (los huevos de oro) y los medios o bienes de producción y la
capacidad para producir (la gallina).
O sea que lo
más importante es cuidar el modo en que realizamos algo para llegar a ese fin.
Para todos los
aspectos de la vida.
*Paradigma:
mapa mental que tengo de las cosas, como veo las cosas es como se me presentan,
de acuerdo a mi experiencia y conocimientos. Equilibrando mente y corazón.
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