Y
el nene se queda en la misma, con la idea de que tocarse los genitales está mal.
¿Cuántas veces le ha pasado algo similar y no ha sabido qué contestar?
Si le pidiera que nombre el primer tema que se le ocurra que responda al mandato
común: “de eso no se habla”, seguramente lo primero que aparecería es el sexo.
¿Cuántas cosas le habría gustado preguntar de chico/a con respecto al sexo y no
le contestaron o evadieron la pregunta o lo/a mandaron a callar?
La sexualidad es todavía en muchos hogares el tema tabú por excelencia. Hablar
de sexo suele ser eludido también en la escuela y en otros lugares de formación
social. Pero: ¿a cuántas personas no les interesan los temas sexuales? Muy
probablemente, pueda contarlos con los dedos de una mano, si logra encontrar
alguna.
Son diversos los motivos por los cuales un aspecto tan natural de nuestra vida
como la sexualidad se ha convertido en un tabú, que se manifiestan en la cultura
occidental por influencia, en especial, de factores religiosos. Como todo tabú,
la sexualidad alude a la vez a algo prohibido y atractivo.
La sexualidad impregna nuestras vidas. Está formada por sensaciones,
características corporales, actitudes, comportamientos. La vida de todo ser
humano proviene de un acto sexual. Este tema es posiblemente, para la mayoría de
las personas, uno de los más difíciles de conversar en familia.
El interés
comienza en los primeros años de vida, continúa en la adolescencia y, en
general, no se detiene. En cada etapa, los intereses y las preguntas van
cambiando.
Los
padres y la educación sexual de sus hijos
Distintas preguntas forman parte de la curiosidad de niños/as y adolescentes y
en general los padres y madres no sabemos cómo responder. En todo caso, lo mejor
es decir la verdad con naturalidad. El sexo es un ámbito de la vida tan natural
y necesario como comer o abrigarse. Y como estas actividades, es fuente de
satisfacción.
Los niños preguntan sobre sexo, y en cada edad, las preguntas son distintas. Las
respuestas que necesitan tienen los límites que las preguntas mismas dibujan.
Ante la pregunta: “¿de dónde nacen los bebés?” se puede contestar que gracias al
amor entre un hombre y una mujer y al disfrute que ambos experimentan al
acariciar sus propios cuerpos y el cuerpo del otro hay un momento en que dos
partes pequeñitas de cada uno se juntan dentro del cuerpo de la mujer y dan
origen a una nueva vida.
Luego preguntarán cómo entra esa semilla. Y
contestaremos: el pene del hombre se introduce en la vagina de la mujer.
Es conveniente que cada respuesta se ajuste a la pregunta. No es necesario
explayarse demasiado, ni dar mayor información de la requerida. Es útil
contestar lo que se pregunta, con todos los elementos que permitan al(a)
curioso/a formarse un criterio claro, adecuado para su edad, sobre aquello que
le genera dudas y sobre lo cual va construyendo sus conocimientos y sus
actitudes sexuales.
Sexualidad no es lo mismo que genitalidad
El aprendizaje sexual empieza desde que nacemos cuando, siendo bebés,
disfrutamos el proceso de tomar la leche materna. Es importante diferenciar
sexualidad de genitalidad.
Este último concepto, con el que frecuentemente se
confunde la sexualidad, es muy restringido porque toma en cuenta exclusivamente
las sensaciones y hechos relacionados con los genitales y deja fuera muchos
otros factores que no siempre se relacionan con estos órganos.
La sexualidad
incluye aprendizajes y conductas relativos a nuestro propio género, si somos
varón o mujer; también el disfrute de actividades que involucran el cuerpo.
La educación sexual incluye la relación con el propio cuerpo, el contacto físico
consigo mismo y con otras personas (siempre respetando lo que cada uno quiere,
acepta y necesita), la forma de relacionarse con personas de su mismo sexo y del
otro.
Cada uno de los mensajes que se dan en casa, respecto a la posibilidad o
no de tocarse, si mamá y papá se permiten o no acariciarse y besarse frente a
los niños, el hecho de enseñar a tocar la puerta de la habitación antes de
entrar para respetar la intimidad del(os) dueño(s) de la pieza (tanto el de los
padres como el de los/as propios/as niños/as), las normas de convivencia
relacionadas con las tareas y funciones de cada miembro de la familia (quién
cocina y lava los platos, o quién arregla los desperfectos eléctricos o trae el
dinero a la casa) van dando a los miembros más jóvenes de la familia, la idea de
lo que “debe hacer un hombre” o “debe hacer una mujer”.
Cada familia tiene sus propias preferencias y decisiones con respecto a la forma
de abordar los distintos temas. Proponemos hablar de la sexualidad con la mayor
naturalidad que sea posible.
El ejercicio de una sexualidad sana, entendida como
un concepto amplio, orientada a producir placer, felicidad y satisfacción,
comienza por casa.
Por suerte, como formadores de actitudes, opiniones y
aptitudes para la vida, tenemos la opción de contribuir a que nuestros hijos
crezcan como personas íntegras, con fortaleza interior y capaces de disfrutar
plenamente su vida.
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