Cuantas veces nos callamos por no decir a alguien la verdad. Pero también callamos para no mentir, sin pensar que callar es ocultar, y ocultar es no decir la verdad, una forma de mentir. Y callamos para no escuchar lo que nosotros mismos tenemos para decir, nos da miedo escucharnos.
En algunas otras ocasiones callamos para no herir. Pero a veces herimos por callar. Y hablar es una solución. Una respuesta. Un desahogo. Una forma de alivianar culpas.
Pero cuando a uno algo lo agobia, tiende a callar por naturaleza. Por miedo a contar. Por miedo a lo que le van a decir. Por miedo a escuchar a alguien reclamar. Por miedo a que no nos puedan perdonar. Por miedo a lastimar.
Y por miedo nos privamos de tanto, que cuando queremos ver cargamos un bolso de cosas para decir, a este o aquel. Y cada vez pesa más.
Un bolso con palabras y más palabras. Un bolso con verdades, con sentimientos, con realidades. Y vamos cargando ese bolso día a día como si uno de esos días nos fuéramos de viaje…
Hacia donde vamos con semejante cargamento? Tal vez pensemos que algún día lo diremos.
Entonces, mientras tanto seguimos cargando el bolso, para un día irnos de viaje…de viaje a romper el silencio. Y ese día nunca llega…o tal vez sí.
Pero cuando nos decidimos a ir de viaje a romper el silencio, ya pasaron muchos años.- Pensaremos “…para que lo diremos?” ahora, después de tanto tiempo.
Y entonces cargamos un bolso lleno de cosas para decir, durante años y años, esperando el día y la situación perfecta para empezar a descargarlo, y cuando ese día llega ya no le vemos sentido.
Entonces por que soportar el peso de callar? …el miedo en este caso, es una sensación, es una perturbación angustiosa dentro nuestro por algo que creemos que pasara, por algo que imaginamos y puedo o no ser así.
Entonces callar en la mayoría de los casos no es la solución a ningún problema. Al contrario crea conflictos internos y externos si todo eso que callamos sale a la luz. Deberíamos vaciar el bolso cada día. Con quien sea.
Hablar, decir lo que hay para decir, cuidando las formas, el modo, pero decir lo que sentimos. Le pese a quien le pese. Aunque parezca que no es lo ideal y estemos convencidas de que no lo sea. Es lo que nos hará sentir bien.
Aliviadas. Tranquilas. Decir lo que nos pasa. Quienes nos rodean no serán adivinos, y si bien podríamos pensar que deberían darse cuenta de lo que nos pasa, no siempre es así.
Nuestro consejo para esta semana: hablar, decir lo que tenemos atragantado aquí en el pecho. Decir lo que sentimos aunque parezca loco o sea una tontería. Sonriendo o lagrimeando, hablar, al final siempre te salvará.
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