-Muy sencillo,
dijo Beremiz. Yo me comprometo a
hacer con justicia ese reparto, mas antes permítanme que una a esos 35 camellos
de la herencia este espléndido
animal que nos trajo aquí en buena hora.
En este punto
intervine en la cuestión.
-¿Cómo voy a
permitir semejante locura? ¿Cómo vamos a seguir el viaje si nos quedamos sin
el camello?
-No te
preocupes, bagdadí, me dijo en voz baja Beremiz. Sé muy bien lo que estoy haciendo. Cédeme tu camello y verás a que conclusión llegamos.
Y tal fue el
tono de seguridad con que lo dijo que le entregué sin el menor titubeo mi bello
camello.
-Amigos míos,
dijo, voy a hacer la división justa y exacta de los camellos, que como ahora
ven son 36.
Y volviéndose
hacia el más viejo de los hermanos, le dijo:
-Tendrías que
recibir, amigo mío, la mitad de 35, esto es, 17 y medio. Pues bien, recibirás la mitad de 36 y, por tanto, 18. Nada tienes que reclamar puesto que sales ganando
con esta división.
Y dirigiéndose
al segundo heredero, continuó: -Y tú, Hamed, tendrías que recibir un tercio
de 35, es decir 11 y poco más. Recibirás
un tercio de 36, esto es, 12. No
podrás protestar; pues también tú sales ganando en la división.
Y por fin dijo
al más joven:
-Y tú, joven
Harim Namir, según la última voluntad de tu padre, tendrías que recibir una
novena parte de 35, o sea 3 camellos y parte del otro. Sin embargo, te daré la novena parte de 36 o sea, 4. Tu ganancia será
también notable y bien podrás agradecerme el resultado.
Y concluyó con
la mayor seguridad:
-Por esta
ventajosa división que a todos ha favorecido, corresponden 18 camellos al
primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado -18 + 12 + 4- de
34 camellos.
De los 36 camellos sobran por tanto dos. Uno, como saben, pertenece al bagdadí, mi amigo y compañero; otro es
justo que me corresponda, por haber resuelto a satisfacción de todos el
complicado problema de la herencia.
-Eres
inteligente, extranjero, exclamó el más viejo de los tres hermanos, y aceptamos tu división con la seguridad de que fue hecha con justicia y equidad.
Fuente: “El
hombre que calculaba”