Cuando
seleccionamos personal, una de las características más buscadas es el compromiso. Esa persona que se compromete con todo aquello que realiza y se lo ve de
ese modo tanto en el deporte, como en lo social, como en el trabajo.
El compromiso tiene que ver con una actitud de vida, va de la
mano con las ganas, con la fuerza, el esfuerzo que se necesita para alcanzar
objetivos, en cualquier aspecto de la vida en que nos toque actuar.
La persona que puede empatizar con su día y no confrontar. Aquel que cuando se ve
frente a una dificultad percibe que detrás puede haber también una oportunidad
y es capaz de encontrarla.
Aquel que no se bloquea cuando el entorno lo pone frente a
momentos adversos, que en esta carrera de obstáculos por la cual vamos todos
teniendo que saltar, decide estar bien preparado para dar el mejor salto.
Buscamos a esa persona cuya voz interior le diga se
puede, aquel que tiene la convicción necesaria como para convencer y
convencerse. Los que ante una
inexorable realidad acuden al sentido común.
La persona que se ocupa de prepararse, de entrenarse tanto física
como intelectualmente como para poder sentir en su interior que esta bien
posicionado ante cualquier obstáculo que
se le presente.
Necesitamos a aquellos que en vez de buscar la cómoda postura
de la victima, toman a la vida como
un emblema y aprenden a hacer malabares poniéndole
el pecho a las cosas.
En las empresas es indispensable ingresar aquellas personas
que creen primero en si mismos, pero con un destello de humildad, aquellas
capaces de empujar las situaciones con objetivos claros, los que no ponen la
culpa afuera, los que se evalúan a sí mismos.
Buscamos a
aquellos con la filosofía del absoluto, quienes tienen la capacidad de
transitar por el ruido sin aturdirse, los que conservan la paz interior aunque
el entorno plantee una guerra, los que generan sus propias ideas aunque el
sistema intente que acepte las
mundanas.
Los que lideran
desde la sutileza, los que se “hacen cargo”, los que deciden tomar cada
acontecimiento como un punto de partida, los que en vez de perder tiempo
recordando acontecimientos dolorosos lo aprovechan generando una movida genuina, los que le agregan valor a su
vida.
Se necesitan a los que se suben a los cambios en plena marcha,
sin detenerse ni detener. Los que abren su mente para recibir aportaciones
nuevas sin importar de donde vengan mientras sume a su conocimiento.
Hace falta todo aquel que se involucra, que comparte, que no
vive como una amenaza a una capacidad que lo supere.
Los que en vez de
atormentarse con lamentos sobre situaciones adversas apuestan a dirigir su mira hacia un punto más preciso, quedando menos expuesto al riesgo de
error.
Los que convierten sus equivocaciones en aprendizaje
correctivo demostrándose a sí mismo su capacidad de superación. Necesitamos el aporte de todo aquel que asuma su capacidad de “ser”
en pos de los objetivos de la empresa.
Buscamos aquellos que tengan un alto porcentaje de seguridad
que en su vida obran certeramente porque miden sus logros. Los que entran en la paradoja desprenderse para obtener, alejándose
del egoísmo. Los que con un ego
moderado lideran sin proponérselo.
Se precisa de aquellos que por no desistir en su empeño
alcanzaron objetivos que de inicio planteaban interrogantes. A los que son capaces de desprenderse de lo aprendido si es necesario.
Pero cuidado, también necesitamos este estilo de empresarios. Aquellos que son capaces de compartir sus éxitos con los empleados y
asumen los errores de la compañía
como propios porque en definitiva es así.
Y si usted es empresario deténgase a
pensar: sus empleados cuando tienen que
ir a su trabajo lo hacen con ganas?, están motivados?
Que quede claro que si esto no ocurre usted está fallando como líder, y
trate de no adoptar el vulgar facilismo de pensar que esta responsabilidad no es
suya, ya que muchos que hicieron eso encuentran hoy a sus empresas en el
cementerio.
Se debe poner en la balanza tanto el dar
como el recibir, si pesa más para un lado que para el otro, tanto para los
empresarios como para los empleados, pondremos en serio riesgo justamente lo que
nos convoca: la empresa.
Únicamente así podremos crecer en este implacable escenario
empresarial que hoy nos toca vivir y que a pesar de su componente pendular, deja
abierto un abanico de posibilidades para todo aquel que sea capaz de interpretar
el nivel de exigencias que plantea.
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