A todos nos gusta pensar en los días de fiesta,
como un período de paz, amor y cercanía familiar. Sin embargo, sabemos muy bien
que, en la vida real, y junto con la tensión interna que se experimenta durante
estos tiempos, incluso el más cercano de los clanes familiares puede llegar a tener
sus momentos de irritabilidad.
Sugerencias básicas
Intente dividir el tiempo de visita de forma pareja
entre su familia de origen y la de su esposo/a; si las distancias hacen a esto imposible,
alterne las visitas a los diferentes hogares entre año y año.
Disminuya las tensiones que se pueden presentar a
causa de divorcios, noviazgos, u otra cuestiones similares, dejándoles a los
niños bien en claro estas nuevas situaciones, antes de que comiencen las
reuniones.
Sepa bien por adelantado, antes de los días de
fiesta, en que momento los abuelos y otros parientes que no podrán acudir a la
fiesta desearán ver a sus hijos, y planifique, por consiguiente, las actividades
y los horarios para ese día: se evitarán conflictos de última hora, y habrá
menos chances de que alguien salga lastimado.
Tome a las tradiciones étnicas o religiosas de los
nuevos miembros de la familia, como una manera de hacer sus celebraciones más ricas
y significativas, y no como una amenaza a sus propias creencias. Cree su propia
mezcla de rituales favoritos.
Invite a uno o dos amigos íntimos a las reuniones familiares.
Con la presencia de personas que no pertenezcan a su familia, la fiesta ganará
riqueza y variedad, y casi siempre se mejorará el comportamiento de todos los
allí presentes.
Lleve a cabo las reuniones en un “territorio
neutral”. Un restaurante, un resort, o una casa de playa alquilada, puede dar
un nuevo marco que ayude a olvidar los resentimientos, las diferencias de
status, sociales, políticas, o incluso de fe.
Reconozca que usted solo puede controlar el comportamiento
propio, y no el de cualquier persona. Por lo tanto, limítese a observar las
acciones de los demás, tratando de no emitir ningún juicio, a no ser que se
inmiscuyan con su persona o con sus familiares directos.
Cultive su sentido del humor. Casi cualquier cosa,
incluso algunos hábitos molestos de otras personas, pueden minimizarse si no se
los toma demasiado seriamente.
Trate de estar bien descansado para los días de celebración.
El desgano y la fatiga, pueden ser un auspiciante muy efectivo de la discusión
y los roces, tanto en los adultos como en los chicos.
Si la tensión es demasiado alta en toda la familia,
aborte la posibilidad de hacer reuniones con la familia extendida, y opte, en su
lugar, por pasar los días festivos en su casa, con su familia directa o amigos más
íntimos que no tengan a donde ir, o bien tome un viaje como forma de
celebración.
Al margen de cualquier tradición “familiar”
pre-existente, usted y su pareja ya son toda una familia, tengan o no hijos. Fijar
estos límites durante el primer año de matrimonio será crítico para que sean
ustedes quienes pongan las reglas en el futuro. Intente que alguno de los días
de fiesta se realicen en su casa, e invite sólo a quines usted desee.
Muchas veces, nos cuesta
aceptar que más allá de lo que quisiéramos para nuestra familia, no podemos
cambiar las actitudes y posturas de algunos miembros de la misma. Por lo tanto,
llame a todos los integrantes y déjeles bien en claro quienes han sido
invitados, para que ellos, sin mayores compromisos, le puedan decir si desean o
no participar del festejo. No espere que todo marche sobre rieles durante los
días de fiesta. A veces, simplemente, es imposible, por mayor voluntad que
ponga de su parte.