LAS RUNAS
La palabra Runa deriva de la palabra nórdica Runar, cuyo
significado es “señal mágica”. Las Runas son oriundas de las tribus Teutonas,
pueblos que vivían al Norte de Europa, y luego se extendieron a los pueblos
Godos, Escandinavos e Ingleses. También los Celtas llevaron por toda Europa la
fuerza y el poder de las Runas.
Las Runas fueron creadas como una conexión entre los
sacerdotes y sus dioses para visualizar, predecir y modificar el futuro de
quienes las consultaran, un alfabeto mágico capaz de revertir una situación dada
con una simple unión de dos o más esquemas unidos entre sí de manera especial.
Con respecto al origen de su nacimiento, cuentan las leyendas
que surgieron con el principio mismo del universo. Pero siempre se han visto
cubiertas por un velo místico, que supo guardar celosamente su secreto al punto
de imposibilitar a los eruditos el ponerse de acuerdo acerca del momento exacto
en que aparecen los caracteres rúnicos.
Sabemos que en el principio solo existía el vacío. El mundo
era un áspero campo de pruebas del que surgió una raza de hombres superiores que
luchando contra las fuerzas elementales dieron principio a la formación de los
“dioses rúnicos” transformados en la propia naturaleza que hasta nuestros días
nos maravilla con su increíble poder.
Pasado el tiempo y con la llegada del cristianismo, la
tradición rúnica debió mantenerse oculta durante muchos siglos, para preservar
su fuerza y secreto. En su transcurrir, y luego de muchos silencios y
ocultamientos, la simbología rúnica fue recuperada por los pueblos godos,
escandinavos e ingleses.
Cuando el cristianismo se hizo presente en las comarcas
sajonas, el uso del oráculo rúnico y la veneración a sus dioses fue brutalmente
combatido y posteriormente prohibido. Pero de alguna manera los habitantes de la
escandinava llamada luego pagana, lograron continuar su practica por medio de la
sismología de su alfabeto esotérico.
Los vikingos llevaban en la proa de sus naves símbolos
rúnicos como defensa contra las inclemencias de los mares y los guerreros tenían
impresas las palabras de sus dioses en sus espadas, capacetes, machados y
escudos. Consideraban que la magia protectora de sus gráficos les permitían
conquistar tierras y mares.
La persecución del cristianismo contra las creencias paganas
de aquellas épocas, aunque parecieran haber doblegado las creencias de los
pueblos escandinavos, no fue tan así.
Es sabido que
los rituales rúnicos, después de la llegada de la Santa inquisición, se
continuaban mezclando con las plegarias cristianas, pudiéndose ver templos con
dos altares, uno para la celebración de la misa cristiana, y otro para el
sacrificio de animales. Prueba de ello es la iglesia sajona en Bishopstone, en
Sissex, Inglaterra.
ODIN Y LA MAGIA RUNA
Odin es la
divinidad máxima del panteón escandinavo, deidad representativa de los aspectos
más indómitos de la naturaleza, poseedor del poder para resucitar a los muertos
y adivinar el futuro.
Odín poseía el don de poder cambiar su apariencia y estar en
el lugar que deseara. Tenía el poder de convertirse en viento, animal o trueno
según las necesidades que primaran en las batallas que desempeñaba para luchar
contra las fuerzas del caos en aquellos días.
También y con ayuda de las RUNAS,
lograba producir encantamientos que paralizaban el accionar de sus enemigos. ODIN era el juez supremo, el hacedor de todo lo posible. Era quien otorgaba los
conocimientos esotéricos a los iniciados; y como no era un guerrero agresivo,
sino un elegido, dirigía las batallas hechizando a los contrincantes con sus
fuertes magia Runa, razón por la que todas y cada una de las tribus europeas le
rendían culto y solicitaban sus favores.
En las latitudes septentrionales se lo llamó “Padre
Universal”, “Hacedor de Dioses”, “Creador del Mundo”, “Patrono de los Magos” y
“Creador de la Magia Rúnica ”.
Es por esa razón, que aun en
nuestros días todo lanzamiento rúnico se debe iniciar con una invocación al Dios
ODIN.
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