Música y endorfinas: placer

Una de las cosas más excepcionales que tenemos que agradecer a nuestro Creador es la capacidad de sentir placer. Y la música puede ser una de las mayores fuentes de placer

Lo buscamos por todas partes, nos pasamos la vida tratando de obtenerlo y atraparlo para no dejarlo escapar, cosa que inevitablemente sucede cuando menos lo esperamos y nos damos cuenta de que, como la felicidad, es una cuestión de momentos, de agua fresca que se escurre entre los dedos y que el placer consiste en sentir cómo se escurre. 

Todos conocemos infinidad de placeres y sabemos que hay tantas variantes como personas que los sienten; unos se viven más en lo físico, otros nos tocan el lado emocional y en algunos predomina el mental, aunque estos tres factores están siempre relacionados pues en última instancia la percepción del placer está en el cerebro y quizá más allá, en nuestro ser superior.

Entre las artes, la música es la más inmediata, la que nos llega con más instantaneidad y es capaz de producir un placer elevado que involucra el plano mental, el emocional y con mucha frecuencia el corporal. 

Las ondas sonoras que emanan de una buena música o, dicho de otra manera, de música que nos sea agradable, producen una reacción en nuestro cerebro que puede ser de bienestar, de emoción y, en un cerebro cultivado, puede llevar a la más elevada sensación de placer: el éxtasis.

¿Cómo lo logra?

Hace unos años un científico curioso realizó un experimento con dos grupos de personas; a un grupo se le suministró una sustancia llamada naloxona, utilizada para tratar adición a las drogas ya que bloquea los receptores cerebrales, y al otro grupo se le dio un placebo.

Ambos grupos escucharon su música preferida durante el mismo tiempo y al final se constató que los que tomaron el placebo disfrutaron de la audición como siempre lo habían hecho, mientras que el grupo que ingirió nalaxona reportó una disminución drástica del placer al escuchar música.

Sus receptores cerebrales fueron bloqueados y no registraron las endorfinas que normalmente se producen al escuchar música y por lo tanto su placer disminuyó dramáticamente.

Se recomienda a las personas estresadas la práctica de algún ejercicio físico, lo que va a producir una sensación de bienestar precisamente por las endorfinas que genera el cerebro. Combinando el ejercicio con la audición de música agradable se potencia el efecto calmante y su duración es mayor.

La música se ha convertido en una herramienta muy efectiva en tratamientos de muy diversa índole, desde el estrés de un día terrible, hasta el mal de Parkinson, la ayuda a niños y jóvenes con deficiencias y el cáncer.

Pero no hay que esperar a tener un problema para acudir a la música terapéuticamente sino inculcarla y enseñarla desde niños para que forme parte importante de nuestra vida y nos ayude en la obtención de un maravilloso y sano placer.

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