De
un tiempo a esta parte, la conducta de los jóvenes veinteañeros viene siendo
cada vez más parecida a la de los adolescentes, por lo que, al margen de que
logren una independencia económica, la mayor parte de ellos parece desarrollar
un vida muy similar a la que tenían algunos años atrás.
De
esta forma, los cambios de pareja, las salidas a bailar, el fanatismo extremo
por ciertos productos culturales, y hasta la misma vestimenta informal, son
moneda corriente en muchos jóvenes adultos que, algunos años atrás, solo
hubiesen estado preocupados por cuidar a su o sus hijos, y pagar puntualmente
las facturas de servicios públicos.
Y
por cierto, la permanencia en la casa de los padres forma parte de este proceso,
el cual tiempo atrás se conocía como “adolescencia extendida”, pero que,
debido a su magnitud, esta haciendo reformular todos los conceptos previos sobre
adolescencia.
El principio del cambio
Como
se sabe, la adolescencia es un concepto sobre una fase de la vida que, si bien
también incluye determinaciones biológicas, va mucho más allá de las mismas.
De hecho, en el pasado ni siquiera se concebía que un hombre o mujer no fuesen
niños, adultos, o ancianos, pues se veía el pasaje como algo directo.
Pero
ya a principios del siglo pasado, muchos especialistas comenzaron a detectar
que, al margen de los cambios biológicos-sexuales que se manifestaban en las
personas entre sus 11 y 15 años, también surgían otro tipo de nuevos rasgos.
Los
mismos tenían que ver con cambios en el temperamento y el espíritu, en la
ideología y la vocación, así como también en un desarrollo menos gradual y más
violento. Todo esto era causa y efecto a la vez de que el joven experimentara
una dificultad para asimilar su identidad, lo que lo llevaba a constantes crisis
y cambios en su personalidad.
Y
por supuesto, estas cuestiones no podían dejarse al margen a la hora de
establecer una franja etaria, que en muchos aspectos no tenía relación con las
demás, con lo que allí donde nació el termino “adolescencia”.
Según
se pudo descubrir, estos cambios se extendían hasta cerca de los veinte años,
y es de ahí que deriva la palabra inglesa teenager
que es la suma de age (edad) junto
con la finalización de los números (en inglés) que van del 13 al 19, teen.
Otro tipo de adolescencia
Pero
como cualquier valor cultural, esto también se modificó, y hoy en día muchos
especialistas ven que este tipo de conductas, signadas por los cambios y, muchas
veces, lo impredecible, se extendía mucho más allá de los veinte años.
Esto
es así en todo el mundo, y no sólo en los países con crisis económicas. Por
eso mismo, hace poco tiempo la Organización Mundial de la Salud prorrogó el
comienzo de lo que ellos denominan como “etapa de madurez biopsicosocial” de
los 21 años estipulados anteriormente, a los 25 años.
Incluso,
para muchos especialistas, la edad de la adolescencia puede llegar hasta los 34
años, y están quienes afirman que la adolescencia será en pocos años un término
obsoleto, pues el límite tiende a extenderse años tras año.
Según
señalan los expertos, una de las cuestiones que explican este fenómeno, tiene
que ver con la incertidumbre que genera el mundo actual. La falta de trabajo, la
reducción de personal, los ataques terroristas, la falta de liderazgo, o las
crisis de los grandes relatos, provoca que quienes dejan la niñez continúen
temiendo enfrentar un mundo incierto.
Así,
los nuevos jóvenes encuentran cada vez más difícil definir su identidad,
-como vimos, una de las bases de la adolescencia- en un mundo que también
parece adolecer, con líderes y padres adolescentes.
La
permanencia en la casa, es entonces un refugio que los cobijará no sólo de los
problemas económicos, sino que también los protegerá de un mundo exterior
incierto, al cual esperará ir integrándose de una forma más armónica, para
que recién cuando realmente se sientan adultos, tomen la responsabilidad de
hacerse cargo de su vida y la de los demás, dentro de un mundo complejo y en
constante cambio.