La relación entre la mente y el cuerpo
Para comenzar, digamos que el estrés es una función normal del organismo. No hay vida sin estrés, nos ayuda a mantenernos alerta y en condiciones de enfrentar desafíos, y cuyo nivel de acción no genera trastornos en el organismo.
Por otra parte, encontramos el estrés malo o distrés, éste produce un sinnúmero de alteraciones sobre los sistemas nervioso, cardiovascular, endócrino e inmunológico, produciendo un desequilibrio psicofísico y la consiguiente aparición de la enfermedad.
Los desórdenes emocionales como ansiedad, depresión, inseguridad, temor, cólera, frustraciones, entre otras, gatillarán los mecanismos para que ciertas enfermedades físicas se produzcan.
Las personas que experimentan ansiedad crónica, prolongados períodos de tristeza y pesimismo, tensión continua e incesante tienen el doble de riesgo de contraer una enfermedad, entre ellas: asma, artritis, dolores de cabeza, úlceras y problemas cardíacos.
Esto hace que las emociones perturbadoras sean un factor de riesgo tan dañino como lo son, por ejemplo: el hábito de fumar o el colesterol elevado para los problemas cardíacos, es decir una importante amenaza a la salud.
Para que las situaciones a las que nos enfrentamos cotidianamente no constituyan una amenaza en sí misma, debemos realizar cambios en nuestra conducta, corrigiendo nuestros estados emocionales negativos en positivos.
La fisiología del optimismo es de gran utilidad biológica para la lucha del organismo contra la enfermedad.
Es indudable el poder curativo del apoyo emocional, contar nuestros problemas y hablar con libertad, manejar mejor los sentimientos perturbadores es una forma de prevención de la enfermedad.
Y buscar una ayuda terapéutica a tiempo representa una recompensa muy grande para nuestra salud.
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