Una amiga querida, que vive con discapacidad, me comentaba que siempre se queda perpleja cuando le preguntan con cierto aire de asombro: “¿Y usted trabaja?” Recordando la anécdota, se me ocurre pensar que mayor será la sorpresa si mi amiga, por casualidad, menciona que tiene un esposo colosal y una hija traviesa.
Esto es pensar en cosas excepcionales o inauditas. Si se hace un breve sondeo al azar, habrá consenso en afirmar que las mujeres con discapacidad son asexuales, especialmente aquéllas con deformidades o parálisis de una parte de su cuerpo y en la medida que dependen más de alguien para poder vivir.
Pero el asunto es más complicado que un criterio generalizado sin base ni sustento: Todos los individuos somos seres sexuados, independientemente de nuestra condición física. Todas y todas necesitamos del amor, las caricias, recibir y brindar afecto.
Circulan por ahí otras creencias desafortunadas, como la de pensar que una mujer con discapacidad pierde interés por todo lo erótico o limita sus aspiraciones sexuales a personas como ella.
También, que es incapaz de atraer a un hombre que no lo sea, y si ocurre, la suspicacia se pone en función y se buscan otros elementos, especialmente económicos, que sustenten el porqué de la unión entre un “normal” y una que no lo es.
Estos y otros criterios demuestran lo incómoda que se siente la sociedad, a pesar de los esfuerzos de diversas instituciones, ante la idea de considerar a las personas con limitaciones físicas o mentales como sujetos con intereses y necesidades sexuales, capaces de atraer y gustar como cualquier ser bajo este cielo.
Si entendemos que la sexualidad va más allá de la simple genitalidad –aunque haya quienes la condenen a este reducido espacio–, comprenderemos que el contacto íntimo no es sólo penetración, coito y reproducción. Durante la actividad sexual todos los sentidos se agudizan y cobran un valor excepcional: el tacto, el gusto, el oído, el olfato… La piel toda ella, ese territorio que cubre nuestro cuerpo, es una gran fuente de erotismo.
Ocurre que no sólo existen los prejuicios de los demás; también las propias personas con discapacidad están ligadas a diversos tabúes. Y, por supuesto, tiene que existir por parte de ellas una disposición, una mirada más abarcadora, distinta, y mayor apertura en las concepciones al no tratar de imitar o hacer las cosas como la gente común. Se trata de lograr emociones que pueden ser muy vivificantes de otra manera que no es la tradicional, en el caso que no sea posible.
El cambio mayor tiene que efectuarse a nivel de la psique. Abandonar falsos pudores que perjudican el encuentro íntimo y aceptar, en primera instancia, la propia imagen corporal, con todas sus limitaciones.
Es a veces difícil pero se logra ante el gran estímulo de vivir la satisfactoria realidad de amar y saberse amada y de tener intercambios sexuales, que dan la posibilidad de descendencia en los casos que sean posibles y no perjudiciales.
La página web del periódico nicaragüense “El Nuevo Diario” comenta sobre el tema que uno de los impactos más grandes que tienen las personas que sufren de una lesión medular es la pérdida de la sensación. Toma tiempo determinar cuánto funcionamiento sexual se recuperará.
La gran pregunta que las personas con lesión medular se hacen es: ¿Podré llevar una vida sexual activa? En el caso de las mujeres, su situación es más favorable, ya que es posible procrear en ese estado y tener hijos o hijas sanas y fuertes.
Empezar por casa
Todos estos comentarios no son para pintar el asunto de color rosa. Existen factores prácticos en aquellas mujeres que han perdido una parte de sensibilidad corporal, y es que, ante la ausencia de sensaciones genitales, es lógico que la libido (deseo sexual) tienda a deprimirse. Otros inconvenientes son la falta de fortaleza, de resistencia, la preocupación ante lo engorroso del descontrol de esfínteres.
En los casos de la invidente congénita, así como en las sordas, las enseñanzas y educación recibidas en su niñez y adolescencia son factores determinantes de cómo asumen las relaciones amorosas y la sexualidad.
En las Escuelas Especiales de Cuba existen programas bien trazados en tal sentido, y aunque una parte importante de padres y madres no se oponen a tal educación, en la casa tienden a sobreproteger, tanto a varones como a mujeres, ignoran sus necesidades sexuales y de eso no se habla.
Una investigación reciente sobre el conocimiento en materia de sexualidad que tienen los y las estudiantes con retraso mental de la Escuela Especial “Saturnino Aneiro”, del municipio Céspedes, Camagüey, realizada por la doctora D. Ponsn y los doctores M. Cedeño y M. Rodríguez, arroja que, por lo común, los conocimientos que poseen son los que les ha proporcionado la escuela, a través de diversas asignaturas orientadas hacia la educación sexual.
Los autores comentan que hay real escasez de material, tanto en Cuba como en el extranjero, sobre la sexualidad de las personas con discapacidades mentales. Se trata de una cuestión delicada que casi siempre queda en la intimidad de las casas y los dramas de las familias.
Este estudio les posibilitó adentrarse en ese mundo de las y los adolescentes con retraso mental y sus intereses sexuales, a veces bien marcados. Sin embargo, señalan, la percepción social del disminuido mental es la imagen del niño o la niña a quien le cuesta mucho el aprendizaje y no se le pueden conceder determinadas autonomías, menos en la esfera de la sexualidad. Comentan, además, que en estos casos la atención se dirige constantemente hacia la deficiencia, las limitaciones del desarrollo mental.
Los especialistas aclaran que, exceptuando algunos cuadros clínicos, el resto de las y los alumnos no tiene asociadas anomalías congénitas de los órganos genitales. Y los caracteres biológicos, esto es, anatómico fisiológicos, que dan soporte a la sexualidad están presentes y se desarrollan en las personas con retraso mental de la misma manera que ocurre en cualquier adolescente.
Si tenemos en cuenta tales comentarios, no sorprende que de 27 alumnas, 17 han tenido relaciones sexuales y de 45 varones, 28 también las practiquen. Esto es sin conocimiento de los padres, sin protección adecuada…
En fin, toda la responsabilidad se la están dejando a la escuela, cuya fundamental tarea es educarles y prepararles para la vida útil, cuestión que se realiza con esmero y dedicación por el personal especializado preparado para este propósito.
Padres y madres, ajenos a estas realidades, que dan cuenta las propias alumnas y alumnos al referir que 17 de 27 chicas no hablan de sexo con su familia y de 45 varones, 28 tampoco lo hacen. La fuente de información más cercana sobre temas sexuales, después de la escuela, son los amigos y amigas.
Similares hallazgos encontró la Dra. Mabel Serguera, en la Escuela Especial de discapacitados mentales de Guantánamo.
Valgan todos estos resultados y comentarios para tomar conciencia que la sociedad no sólo tiene que aprender a respetar y vivenciar a estas personas como sujetos de derechos sexuales sino, también, la necesidad expresa de las madres y los padres de las personas con discapacidad de educarles sexualmente ya que, en primera instancia, ésta es una labor familiar.
El hecho de que en el hogar estén al margen de las intimidades de sus hijas o hijos con discapacidad no quiere decir que éstas no se produzcan. Al fin y al cabo, el deseo sexual involucra a todo el mundo.
El Tratado de Medicina Sexual aconseja estas sabias recomendaciones a las personas con discapacidad:
· Un pene erecto no hace sólida una relación como tampoco una vagina húmeda.
· La incontinencia urinaria no significa incompetencia en la respuesta sexual.
· La ausencia de sensaciones no significa ausencia de sentimientos.
· La imposibilidad de moverse no representa imposibilidad de sentir.
· La presencia de deformidades no significa ausencia de deseo.
· La dificultad para realizar el coito no significa incapacidad de disfrutarlo.
· La pérdida de los genitales no representa la pérdida de la sexualidad.
* “Tratado de Medicina Sexual”. Kolodny, R; Masters, W; Johnson, V.
Editorial Científico Técnica, La Habana, 1985
La sexualidad vivenciada de manera responsable es fuente de grandes satisfacciones y enriquecimiento emocional, pero cuando la asumimos de forma impensada, sin valorar ni medir las consecuencias de nuestros actos, puede convertirse en promotora de angustias, sufrimientos y equivocaciones lamentables.
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