La
obesidad
es una enfermedad psicosomática con conductas adictivas a la comida,
caracterizada por avidez, descontrol y en algunos casos, un sentimiento de culpa
persecutoria.
Esta
patología marca un grado de conflicto y dependencia frente a determinados
alimentos, especialmente los hidrocarbonados.
Se
trata de un “comer compulsivo”, que en una primera etapa aparece como un
impulso irrefrenable, sin lucha interna ni culpa, por lo menos durante la
ingesta. Por lo tanto en esta etapa no hay conciencia de enfermedad.
En
una segunda etapa, los impulsos irrefrenables se combinan con la sensación de
culpa antes, durante y después de la ingesta, produciendo una experiencia de
vacío y dolor psíquico. Aquí empiezan las conocidas excusas del obeso. Hay
conciencia de situación pero poca de enfermedad.
En
caso de que exista un tratamiento adecuado el paciente entra en una tercera
etapa (conductas abstinentes), que implican un aprendizaje, búsqueda de control
y ayuda. Se esfuerza en lograr otro tipo de relación con la comida, obteniendo en este proceso éxitos
parciales.
Al
principio, la relación con la comida puede producirle miedo y el control se
ejerce desde afuera. Recién en una cuarta etapa podemos hablar de “recuperación”,
ya que se internaliza el control y evita la comida por decisión propia, no por
imposición, lo que da cuenta de la creación de nuevos hábitos.
Un
tratamiento adecuado debe apuntar a reemplazar el objeto de dependencia
(comida), por otros objetos más gratificantes, analizando las causas profundas
de esta patología en el marco de una situación terapéutica que permita a la
vez desarrollar técnicas de aprendizaje de conductas más sanas, dado que nos
encontramos en el terreno de las adicciones.
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