Según la Organización Mundial de la Salud, 600 mil mujeres y más de 5 mil recién nacidos mueren, cada día como consecuencia de complicaciones del embarazo.
La situación nutricional de las mujeres embarazadas indica que el sobrepeso al inicio del embarazo es un evento más frecuente que el bajo peso, existe una elevada prevalencia de anemia por deficiencia de hierro así como un estado nutricional bajo en folatos, calcio y vitaminas.
Estas conclusiones, fueron presentadas por un Panel de Expertos en el Simposio “Actualización sobre nutrición de la mujer, con énfasis en las intervenciones perinatales”, que se realizó en el marco del Congreso de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de Buenos Aires (SOGIBA).
Participaron del debate la Dra. Diana Galimberti, Directora Hospital T. Alvarez, el Dr. Mario Sebastiani del Servicio de Obstetricia Hospital Italiano, el Dr. René Castro Santoro, Responsable programa Salud de la mujer, Ministerio de Salud de Chile y el Lic. Sergio Britos, Director adjunto CESNI (Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil).
Desde el punto de vista de la alimentación, el foco de cualquier intervención nutricional debería orientarse a mejorar la calidad global de la dieta favoreciendo una relación adecuada entre ingesta de nutrientes y energía. A su vez, la condición de salud de la mujer previa al embarazo y durante el mismo, es fundamental para el resultado final del proceso.
Una alimentación insuficiente por malos hábitos alimentarios, monotonía en la selección de las comidas o inaccesibilidad económica es una condición de riesgo que plantea la necesidad de discutir diferentes estrategias, la alimentaria en primer lugar, la fortificación de los alimentos básicos y la suplementación vitamínica como medidas preventivas de deficiencias de nutrientes de importancia.
El crecimiento del feto –‘niño intra-uterino’- está limitado por el aporte de nutrientes y oxígeno que recibe a través de su gestación. Las madres con bajo peso al nacer tienden a tener hijos con la misma condición, incluso sus nietos se pueden ver afectados por esta problemática.
La capacidad materna de nutrir a sus hijos se establece durante su propia vida fetal y por sus experiencias nutricionales en la infancia y adolescencia, que determinan su masa corporal crítica. Por lo tanto, su alimentación durante el embarazo puede incidir en la salud futura de su hijo.
Anemia
En embarazadas y niños, la causa más frecuente de anemia es la deficiencia de hierro. Cuando los depósitos de hierro del organismo están bajos, pero aún la hemoglobina es normal, se habla de deficiencia de hierro sin anemia.
La anemia por deficiencia de hierro es muy frecuente en la población materno infantil del mundo y de América latina en particular. La causa común es el aumento del requerimiento de hierro, relacionado con la mayor velocidad de crecimiento.
Ninguna dieta es suficiente para proveer la cantidad de hierro que se requiere; si la mujer no tiene reservas previas, la consecuencia natural es que al final del embarazo este anémica.
Las alternativas de prevención de la deficiencia de hierro son básicamente tres:
– Modificación de la dieta para aumentar el consumo de hierro y sus facilitadores de absorción (carnes y vitamina C), y disminución del consumo de sus inhibidores (té, mate, salvado de cereales, yema de huevo, gaseosas) por medio de la educación alimentaria.
– Fortificación de algún alimento básico de la dieta con hierro y ácido fólico.
– Suplementación con compuestos multivitamínicos que contengan hierro. El hierro debe ser administrado a las mujeres embarazadas desde la primera visita hasta 3 meses posparto en una dosis diaria de 60mg de hierro elemental y 400 microgramos de ácido fólico.
La mujer, debe ser valorada como una unidad, a lo largo de su vida y dejar sentada las bases bien explícitas que el embarazo es parte integrante de su vida, que puede acontecer en cualquier momento y sin aviso previo, y que sólo medidas preventivas que se implementen a lo largo de toda la vida de la mujer, pueden influenciar e impactar sobre el desarrollo del niño por nacer.
La mejor condición nutricional que puede alcanzar la mujer se inicia con un peso adecuado de nacimiento (sobre 3.000 gramos); continua con una cuidadosa vigilancia de su crecimiento y desarrollo durante la infancia y adolescencia, evitando el sobrepeso y la obesidad y las carencias de micronutrientes; un adecuado asesoramiento preconcepcional, tratando de corregir antes del embarazo condiciones de malnutrición por déficit o por exceso.
Durante sus períodos gestacionales, más que suplementaciones calórico-proteicas inespecíficas, se debe asegurar una ingesta adecuada de ácido fólico, hierro, calcio y otros micronutrientes considerados importantes para el crecimiento fetal, y, en los espacios intergestacionales y en la etapa posreproductiva (climaterio), mantener una vigilancia cercana de su estado nutricional.
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