El
motivo por el que se cree que las plantas producen taninos es curioso: lo hacen
para evitar ser comidas. Al tener un sabor amargo y causar otros efectos en el
sistema digestivo de las criaturas que intentan alimentarse de esas plantas,
crean un efecto “defensivo” y evitan ser comidas, pudiendo
desarrollarse.
Claro que estas plantan terminan perdiendo a manos del hombre de
todos modos, porque los taninos de una manera u otra llegan al cuerpo humano,
principalmente a través de los vinos.
Si
hablamos de vinos, los taninos no sólo afectan al color de los mismos, sino
también al gusto. Los taninos son normalmente ásperos, y se encuentran en la
piel de la uva que es dejada durante la fermentación para que sedimente dentro
del propio vino. El añejamiento en madera también le agrega taninos a los
vinos tintos.
Los
taninos, como otros polifenoles, no sólo se encuentran en el vino sino también
en otras comidas, como las nueces y los quesos, e incluso en infusiones como el
té. Para las personas, los taninos suelen ser sinónimo de una experiencia
placentera. Los que toman té disfrutan generalmente de su sabor amargo y de la
“onda”, la energía que genera.
Pero
no todos los organismos reaccionan igual ante estos químicos. Para algunos, los
taninos pueden llevar esa energía hacia niveles no deseados, pudiendo ser causa
de dolores de cabeza, suaves o incluso severos.
Muchas
de cal, algunas de arena
Se
ha demostrado que los taninos, como todos los polifenoles en general, tienden a
disminuir el nivel total de colesterol en el cuerpo, además de mejorar el
porcentaje de colesterol “bueno” o HDL en relación al colesterol “malo” o
LDL.
Además,
ayudan a controlar que la presión sanguínea no se eleve demasiado, estimulan
al sistema inmune y tienen propiedades antibacterianas. Y nos faltó mencionar
su cualidad principal: son un excelente antioxidante.
La industria del vino últimamente
promocionó mucho este aspecto saludable de su producto, y la industria del té
está empezando a hacerlo, al igual que todos los que venden alimentos que
contienen taninos.
Pero
todo no puede ser perfecto. Al ser digeridos, los taninos
tienden a unir los almidones del cuerpo humano. Estos almidones son requeridos
por el cuerpo para producir serotonina. Y en algunas personas, que son
extremadamente sensibles a los niveles de serotonina, se piensa que cuando ésta
falta se producen las migrañas. Si al cuerpo se lo priva de serotonina por
mucho tiempo es como si se pasara mucho tiempo sin comer: el resultado
seguramente será un dolor de cabeza de intensidades variables.
La
migraña se produce cuando las arterias que irrigan el cerebro se constriñen y
se dilatan, lo cual activa los receptores del dolor. Las crisis de migraña
pueden llegar a ser muy molestas y dolorosas. Comienzan como un dolor punzante
cuya intensidad aumenta progresivamente en unas horas. Mientras tanto, pueden
presentarse otros síntomas, como náuseas, fotofobia o fonofobia, por separado o
todos junto. Si no se las trata adecuadamente, estas crisis pueden llegar a
durar entre 4 y 72 horas.
Si
bien las causas exactas de la migraña no se conocen, se ha logrado determinar
que tiene un claro origen genético. La persona hereda una sensibilidad especial
en su estructura vascular -es decir, sus arterias- cerebral, además de una
predisposición ante ciertos estímulos. La combinación de todos o algunos de
estos factores la pueden hacer más propensa a sufrir de migrañas más o menos
severas.
Para
terminar, conviene tener en cuenta que la sensibilidad a los taninos es
acumulativa. Una persona que en etapas tempranas de su vida no tenga problemas
de este tipo puede sin embargo desarrollarlo a medida que va envejeciendo.
Quienes que presenten este tipo de sensibilidad o intolerancia deberán ser muy
moderados en la ingesta de taninos, no sólo en el vino sino en todas sus
formas. En todo caso, deberán asegurarse de ingerir una buena cantidad de
comida si no pueden evitar los taninos, para que los efectos de éstos se
atenúen.
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