(Esta es una nota que envié por e-mail al diario
madrileño 20 minutos y a mis amigos el día 11)
Esta mañana, preparándome para salir a trabajar, escuché algo parecido a un
trueno. Me extrañó que tan pronto, y además en invierno, se pudiera preparar una
tormenta y pensé que me debería de llevar un paraguas. Pero escuchando la radio
me enteré de que se había producido una explosión en Atocha y el locutor añadió
“esperemos que no haya víctimas”, por desgracia se equivocó.
Atentados en tres lugares distintos, lugares con gran tránsito de gente
corriente. La cifra de muertos va aumentando a lo largo de la mañana: al
principio dijeron que eran 3 o 4, después que eran alrededor de 30, alrededor
de 60, después 160 y las últimas noticias son de unos 200 muertos…. Una
carnicería como no se había visto nunca en España.
Soy una persona pacífica, pero durante un buen rato me he sentido capaz de
matar a los hijos de puta que han sido capaces de asesinar sin pestañear a
tanta gente inocente, gente como tú y yo, que iban a trabajar, a buscar
trabajo, a estudiar, a vivir su vida; pero no creo que sea la solución, porque
es lo que esperan, están buscando una guerra abierta, y piensan que van a
conseguir algo matando a la gente de a pie, pero lo que consiguen es hacernos
cada día más fuertes y que estemos más decididos a vivir nuestras vidas, sin
miedo, pero sin perdonar y, por supuesto, sin olvidar. Porque no se puede
perdonar a alguien que no quiere ser perdonado, y no se puede olvidar que esta
vez han ido a por nosotros, la gente de a pie.
Siempre pensamos que van a atentar contra los políticos, los policías, los
jueces, o contra la gente poderosa. Esta vez han conseguido sembrar el terror,
han conseguido meternos el miedo en el cuerpo, y que estemos preocupados porque
no sabemos si nuestros familiares o amigos están bien. Y nos han matado a todos
un poco, no ha sido una matanza indiscriminada, sabían a quien mataban, sabían
que mataban al pueblo llano, al españolito medio, trabajador, estudiante,
hombre, mujer o niño desprotegidos y despreocupados que único que han hecho ha
sido luchar por sacar su vida adelante. Nos han matado a ti, a mi, a todos.
Y lo que queremos los españolitos de a pie es que nos dejen vivir. Simplemente
eso: vivir. Porque nuestra vida puede ser más o menos insulsa, divertida,
aburrida, deprimente o alegre, pero es nuestra, y ningún hijo de puta tiene el
derecho a quitárnosla. Yo quiero vivir mi vida, con mis alegrías y mis penas,
mis gustos, mis disgustos, mis grandezas y miserias. Y lo mejor que se me
ocurre para luchar contra los terroristas y a la vez rendir homenaje a las
víctimas es vivir, simplemente vivir, demostrarles que podemos llevar una vida
normal aunque estén ellos y quieran meternos miedo.
Ojalá os cojan, hijos de puta, que os condenen y paséis el resto de vuestra
mísera vida en una celda de un metro cuadrado, incomunicados, a trabajos
forzados (como he leído en algún sitio: con abrigo en verano y en calzoncillos
en invierno) y a pan y agua. No nos vais a impedir vivir.
Hoy nos han matado un poco a todos, pero vamos a vivir, las víctimas se lo
merecen.
Por Eduardo Martínez
Españolito medio