Cuando un niño o adolescente comete un acto de violencia, las razones y las formas de evitarlo suelen ser más complejas que en el caso de los adultos.

Recientemente, como una moda que se expande exponencialmente,
la cantidad de actos de violencia cometidos por adolescentes y pre-adolescentes
ha comenzado a aumentar, destruyendo cierta burbuja de seguridad en familias y
comunidades por igual. 

Y, por supuesto, la primer pregunta que se nos presenta
en estas circunstancias es el por que de los mismos. 
¿Por qué esta necesidad
violenta por parte de la parte más joven de nuestra sociedad? ¿Qué impulsa al
ataque contra familia, amigos y extraños? 

Las razones no son simples ni fáciles
de explicar (y menos aún de entender) pero una circunstancia básica que lleva a
estas actitudes (lo que realmente tiene mucho sentido, si lo pensamos un poco) es que las
practicas actuales de cuidado infantil violan muchos de los derechos de los
niños, ya que se basan en conductas autoritarias que son, indudablemente,
emocional y físicamente abusivas.

Los chicos simplemente se están rebelando contra
estas actitudes y esta injusticia que les presenta el sistema, usando la misma
conducta que les ha sido aplicada: violencia física y emocional. 

Conductas Autoritarias 

¿Qué son las conductas autoritarias? 
Son conductas
que buscan manipular y controlar a través del dolor y la humillación. 

Incluyen,
entre otras cosas, generar  culpa, pena,
vergüenza, dar sermones, predicar, moralinas, acusaciones, ridiculizaciones,
evaluaciones morales y de conducta, encasillamientos, etiquetamientos,
amenazas, juzgamientos y castigos injustificados o desmesurados. 

Estas conductas no respetan los derechos del
niño y, aún peor, generan en el receptor una pérdida de coraje, dignidad,
creatividad y autoestima. 

Crisis 

La delincuencia juvenil aumenta constantemente, pero
no lo hace en soledad. También lo hacen la depresión entre los jóvenes y los
problemas psicológicos. Estos son claros signos de una crisis en la juventud.

Según estudios psicológicos, la violencia, depresión,
y hasta la bulimia y la anorexia se relacionan directamente con la agresividad
verbal y/o física de los padres durante la educación. 

Está probado que la mayor
parte de los adolescentes y pre-adolescentes con problemas en estas y otras
áreas, han sufrido del abuso verbal y la agresión de sus padres, quienes les
levantaban la voz o les gritaban enfurecidos, sin motivo y en forma repetida. 

Considerando que este es el tipo
de comportamiento con el que estos chicos se criaron, ¿puede alguien
sorprenderse de que ellos, a su vez, los repitan al crecer?

Lamentablemente, estas conductas autoritarias que
parecen indefectiblemente conducir a esta profunda crisis, están profundamente
arraigadas en la sociedad en que vivimos. 

Hay lugares en el mundo donde el
castigo corporal en las escuelas todavía está permitido (entendiéndose castigo
corporal como golpes de cualquier tipo, directamente sobre el cuerpo). 

El castigo corporal busca controlar la conducta de los chicos a través del
miedo al dolor y, aún más, del miedo a la humillación. No es la mejor forma de formar
adultos sanos y calmos, ni de inculcar amor por el establecimiento escolar y
las instituciones formativas.
 

¿Qué hacer? 

La respuesta puede parecer
obvia, pero no todos parecen entenderlo: es necesario cambiar estas conductas
autoritarias como forma de control y educación de nuestros hijos. 

Haciendo
esto, se pondrá un punto final no solo al abuso que ellos sufren, sino también
a buena parte de la violencia juvenil que ellas mismas generan y buscan evitar. 

Debemos eliminarlas y reemplazarlas con una comunicación honesta y abierta,
amigable, que permita establecer líneas de conducta basadas no en el miedo y la
desesperación por evitar un castigo o humillación, sino en un entendimiento
responsable de lo correcto y lo incorrecto.

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