Nuestros padres necesitan ahora de nosotros, de nuestras decisiones, de nuestro compromiso. ¿Cómo afrontarlo?

Al mirarlos nos preguntamos si son las mismas personas de nuestra infancia; junto a ellos nos sentíamos seguros y protegidos y en algunas ocasiones juzgados, sometidos, inhibidos.

Recuerdos de la infancia en que se mezclaban el amor y el odio, la alegría y el enojo, la seguridad y el temor a su abandono.

Es difícil aceptar que nuestros padres mayores son una continuidad de los poderosos padres de nuestra infancia y adolescencia.

Tampoco reflexionamos demasiado sobre los niños que éramos y los adultos que somos. Vamos permaneciendo en el devenir de nuestra vida sin atender mucho al proceso.

Nuestros padres necesitan ahora de nosotros, de nuestras decisiones, de nuestro compromiso.

¿Cómo afrontar el envejecimiento de nuestros padres?

Los sentimientos y acontecimientos  experimentados a lo largo de nuestra vida influyen en nuestros sentimientos y emociones en el presente.

Los recuerdos del pasado confunden nuestra apreciación del presente y perturban nuestra  toma de decisiones.

Es importante poner en claro, en nosotros mismos, que el cuidar o hacernos cargo de nuestros padres en su vejez no va a modificar circunstancia alguna del pasado, respecto de ellos u otros integrantes de la familia.

Es importante acostumbrarnos a reconocer nuestras emociones y sentimientos para que actúen en nuestra ayuda en momento de manejar esta nueva situación.

Relaciones complicadas con los padres mayores

El cuidado de los padres mayores nos enfrenta con la relación que tenemos con ellos.

El tiempo parece haber ido acomodando las relaciones defectuosas entre padres e hijos, entre hermanos, y los diferentes entrecruzamientos afectivos dentro de la familia.

Las diferencias cargadas de emociones nacidas en la primera infancia surgen con inusitada potencia al encontrarnos frente a la responsabilidad de hacernos cargo del cuidado del integrante disminuido en sus capacidades, por la edad o falta de salud.

Rechazamos hacernos cargo de una situación no deseada de una persona que aparece en nuestra mirada, lejana en nuestro afecto.

Las experiencias amargas del pasado desestabilizan el control sobre nuestras emociones y pensamientos negativos aparecen acuciándonos:…"merece lo que le sucede"…"siempre fue egoísta"…"que se haga cargo mi hermano a quien siempre prefirió" y reflexiones por el estilo.

Esta actitud no modifica la realidad, es necesario aceptar que los sentimientos no siempre van de acuerdo con ella. La aceptación es el primer paso del inicio de la resolución del problema.

Es importante identificar y aceptar cualquier sentimiento, aún los negativos, desde nosotros hacia nuestros padres, para poder comenzar a tomar decisiones  acerca de lo que podremos o no hacer por ellos .

En situaciones límites hay tres opciones:

Ø      No atender las necesidades de los padres,

Ø      Colocar la responsabilidad de su cuidado en otra persona.

Ø      Asumir la responsabilidad y mantener distancia emocional de la situación.

Cualquiera sea la decisión es importante consultar acerca de ésta con un profesional especializado en estos casos, psicólogo, psiquiatra,

gerontólogo, geriatra, que  dará apoyo y orientación para la toma de decisiones , será sostén emocional y contribuirá a aclarar las   dudas en tan difícil y delicada situación.

Hablar con los propios hijos si están en edad de comprender lo que acontece o con otros miembros de la familia .

En estas situaciones aparece el enojo, del que muchas veces no tenemos registro.

La  ira es una emoción muy fuerte, el rencor, el resentimiento destruyen la vida de quien los experimenta.

Pero es importante tener en claro que: justificar con estas aseveraciones la  desatención de los padres mayores puede  ser una experiencia que se traslada en el tiempo, extremadamente dolorosa para convivir con ella  el resto de la vida.

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