Si bien el método de inyectarle orina humana a un
conejo para comprobar un embarazo se ha convertido en poco más que una
curiosidad del pasado, los principios básicos de los análisis de orina de hace
miles de años siguen vigentes hasta hoy.
A principios de la década de 1930,
un médico
hizo un descubrimiento fascinante:
descubrió que podía detectar si una mujer estaba embarazada
mediante la inyección de su orina en un conejo hembra.
El GCH afecta a los conejos
Así como los análisis de orina han tenido un papel
destacado en nuestros intentos de comprender los fenómenos corporales, también
lo ha tenido el uso de animales.
Si bien suelen ser
controvertidos, una serie de experimentos con animales (o bioensayos) han dado
lugar a importantes avances en la medicina.
A finales de la década de 1890, los científicos
descubrieron la existencia de las hormonas. Una hormona es un producto orgánico
de las células vivas que regula actividades celulares específicas, tales como el
crecimiento y la reproducción.
En la década de 1920, los científicos
identificaron una hormona específica llamada gonadotropina coriónica humana (GCH).
Esta hormona se encuentra casi exclusivamente en la sangre y la orina de las
mujeres embarazadas (aunque ciertos tipos de cáncer también generan su
producción en ambos sexos).
Normalmente producida por la placenta, la GCH ayuda
a mantener el embarazo y contribuye al desarrollo del feto. El cuerpo comienza a
producir la hormona tan sólo seis días después de la impregnación, y se detiene
después del nacimiento del bebé.
Al inyectar la orina
de una mujer embarazada
en conejos hembra, la orina
que contiene GCH
estimula
cambios en los ovarios de los conejo en tan sólo unos días.
En un acto de engaño
hormonal, la GCH básicamente engaña al cuerpo del conejo, haciéndole creer de
forma temporal que está embarazada.
En consecuencia, los ovarios de la coneja
producen estructuras temporales de tejidos, llamadas corpora lutea y
corpora hemorrhagica.
Entonces, los médicos pueden detectar la presencia de
estos tejidos para confirmar la presencia de la GCH.
Si bien la frase "el conejo murió" se utiliza en algunos
lugares como una forma antigua de decir que una mujer está embarazada, la
inyección de orina en realidad no mata ni hace sufrir a la coneja.
Pero por
desgracia
para la coneja, la forma más rápida de revisar sus ovarios era disecarla. Ya sea que la prueba resultara negativa o positiva para la paciente,
era ciertamente una prueba que las conejas no superaban.
Afortunadamente para las conejas, la primera prueba de inhibición de la
hemaglutinación fue desarrollada en 1960.
Este nuevo método era un inmunoensayo
(en oposición a los bioensayos), lo que significa que utiliza elementos del
sistema inmune en lugar de animales vivos.
Desde ese momento, la tecnología
evolucionó gradualmente hasta que el primer test de embarazo fue aprobado para
su uso en el hogar, en 1976.
El test de embarazo no sólo es más preciso que las
pruebas anteriores, sino que además proporciona resultados increíblemente
rápidos.
Puede que hayamos superado la prueba del conejo, pero
los tests de embarazo modernos siguen basándose, en gran parte, en algunos de
los mismos principios que la prueba del trigo y la cebada, empleada en el
antiguo Egipto.
Los tests detectan la presencia de GCH incorporando los fluidos
corporales humanos en otros elementos biológicos y observando los resultados.
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