La Educación de los hijos y los padres
Hoy en día muchos padres se ven obligados a trabajar muchísimo para poder enviar a sus hijos a los “mejores” colegios.
Ambos progenitores trabajan más de 8 horas al día para poder pagar la famosa pensión, se endeudan cada vez que tienen que pagar la matrícula y ni qué decir de la lista de útiles escolares donde muchos seudo docentes se confabulan con las editoriales para pedir, digo mejor “exigir” que se compren libros caros, ¡qué buen negocio!
Los padres se engañan a si mismos pensando que eso es lo mejor para sus hijos. A veces ni siquiera pueden verlos al regresar de la escuela ya que ambos trabajan.
El niño llega a su casa, calienta su almuerzo en el microondas, come mirando los estúpidos programas del mediodía.
Luego se pone a hacer las tareas. Muchos padres consideran que un buen colegio es aquel que deja muchas tareas, pues quieren que su hijo se encuentre muy ocupado con las mismas para que no piense en otras cosas.
Por la noche, cuando los padres llegan, la pregunta típica es: ¿hiciste las tareas?. Luego sigue una revisión de rutina, el clásico regaño si el niño no las hizo según los estándares del padre.
Si las hizo correctamente el padre premia autorizando el uso de videojuegos o con una salida al cine los fines de semana.
Recordemos una historia de Leo Buscaglia, el recordado “Dr. Amor” para seguir comentando sobre la educación.
Escuela de Animales
Un conejo, un pájaro, un pez, una ardilla, un pato y otros animalitos, se reunieron para fundar un colegio y se sentaron a redactar el programa de estudios.
El conejo quiso que en el programa se incluyera la carrera. El pájaro quiso que se incluyera la técnica de volar. El pez, la natación. La ardilla insistió en que debía agregarse el modo de trepar a los árboles en forma perpendicular.
Los demás animales también quisieron incluir su especialidad en el programa de modo que anotaron todo y cometieron el gran error de exigir que todos los animales cursasen la totalidad de las materias.
El conejo era excelente en carrera. Nadie corría tan bien como él, pero le exigieron que aprendiera a volar. Lo subieron entonces a un árbol y le ordenaron:
-¡Vuela conejo!
Y el pobrecito se lanzó, se quebró una pata y se fracturó el cráneo. Quedó con una lesión cerebral y ya no pudo correr bien, de manera que en vez de obtener la máxima calificación en carrera obtuvo una inferior y sacó la mínima en vuelo puesto que estaba aprendiendo. Y el Consejo de estudios estaba feliz.
Lo mismo le sucedió al pájaro. Era capaz de volar por todas partes, dar volteretas y sacar las notas más altas hasta que le pidieron que cavara hoyos en la tierra como topo.
Por supuesto que se quebró las alas y el pico y no pudo volar más, pero sus maestros se contentaron con bajarle la calificación en vuelo, y así sucesivamente.
¿Y saben quién fue el alumno que dijo el discurso de despedida en la graduación? Una anguila retardada mental porque podía hacer todo relativamente bien.
El búho abandonó los estudios y ahora vota en contra de todos los impuestos que quieran implantarse para "promover la educación"
Sabemos que hay muchas cosas que andan mal en el sistema educativo actual y, sin embargo, no se hace nada al respecto.
Uno puede ser un genio, uno de los mayores escritores del mundo, pero no puede ingresar a la universidad porque no aprueba trigonometría ¿Con qué objeto? No importa quién es uno.
Escuchen estos nombres que abandonaron sus estudios: William Faulkner; John F. Kennedy; Thomas Edison. No pudieron enfrentar al colegio, no lo soportaron.
El pájaro dice: "No quiero aprender a trepar árboles en forma perpendicular. Soy capaz de volar hasta la copa del árbol sin necesidad de hacer eso" y le responden:
"No importa se trata de una buena disciplina intelectual"… Leo Buscaglia
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La educación de los niños comienza en el hogar
Cuando yo estaba en el colegio odiaba las tareas, no le encontraba sentido a repetir una y otra vez ejercicios, cuando ya tenia claro el concepto la primera vez que el profesor explicaba el tema en clase. Digamos que era un conejo muy veloz al cual obligaban todos los días, durante muchas horas, a practicar carreras.
También odiaba muchos cursos, porque simplemente comprendí, desde el primer momento, que esa materia no me interesaba en lo más mínimo, es más, iba en contra de mi naturaleza.
Digamos que yo era un pájaro al cual obligaron a aprender a cavar hoyos. Casi lograron los ignorantes maestros quebrar mis alas.
Todas las personas vienen a este mundo con un don. Imagina a Ronaldinho sentado en una oficina trabajando de contador, Michael Jordan de agricultor o a Ludwig van Beethoven obligado a ser deportista.
Todos los alumnos tienen una habilidad que fácilmente pueden desarrollar, pues la mano de Dios ha escrito con tinta indeleble en el corazón de cada ser humano esos dones únicos que pueden hacer de cada persona un ser maravilloso, si se permite que se desarrollen y maduren.
La educación en las escuelas debe promover que cada niño aprenda a tener confianza en sus propias capacidades y desarrollarlas totalmente, luego, con el tiempo, cuando esté bien afianzado en aquellas aptitudes que son tan naturales para él, entonces podrá ir abordando otras facetas.
Pero lo que se hace es todo lo contrario, se encasilla a todos los alumnos en un programa atiborrado de materias. Asumiendo que mientras más cursos y talleres tenga el colegio “mejor colegio es”.
Lo peor es la presión de las notas, las calificaciones, los exámenes. Muchos niños vuelven a orinarse en la cama, tienen pesadillas, se comen las uñas. Otros llegan hasta el suicidio.
Todo porque en nuestros días la “educación” se sobrevalora hiperbólicamente. Aparte de que, por si fuera poco, “educar” se ha vuelto sinónimo de inculcar conocimientos intelectuales, de estimular el intelecto.
¿Quién se preocupa de formar el espíritu, el alma, el corazón?
Volviendo a nuestra historia: Espero que encuentren claro que no tiene sentido enseñar a volar a un conejo, o cavar hoyos a un pájaro.
Pero dile, por ejemplo, a un maestro de matemáticas que su curso no es importante para un alumno en particular, asumirá que estás loco.
Sacará sesudos informes para sustentar la importancia de las matemáticas en la vida común. Te hará entender que ese alumno es casi un imbécil por no entender la geometría o la trigonometría, que sus 10 horas de clase a la semana están plenamente justificadas.
Pero, qué sucede si ese alumno en particular es un futuro pintor que detesta las matemáticas y que prefiere su clase de arte, pero lamenta que solo tenga 1 hora a la semana.
La rebeldía en la juventud es natural, y si se fuerza a cavar hoyos a las águilas el problema se agrava. Los “maestros" le explican la importancia de cavar hoyos e incluso tildan de tonta al águila que se quiebra las alas y es incapaz de extraer tierra como un topo.
Escuela para padres… e hijos
El momento de cambio en la educación ha llegado. Pero no está en los maestros intervenir en ese cambio, son parte interesada y justificarán la importancia de todos los cursos e incluso tratarán de incluir otros que también serán necesarios.
Tampoco está en los gobiernos, ya que su interés está centrado en mantenerse en el poder, en lugar de pensar en el desarrollo de la persona.
Los gobiernos asumen que sólo ellos pueden corregir las cosas, o mejor dicho, no les conviene que otros las corrijan.
El cambio está en los padres de familia, los que por fin deben cuestionar y comprender lo que es una educación de calidad. Reconozco que no es fácil. Pero ¡vale la pena!
Libérense a sí mismos y a sus hijos de la paranoia de la educación: estimulación temprana desde los seis meses, nido desde los dos años, preparatoria para ingresar (!) al kindergarten a los cuatro años … cuando los niños al fin llegan al primer grado son bachilleres en educación inicial, pero llevan una pesada mochila de conflictos emocionales a cuestas y un extremo déficit de los atributos y virtudes que bien podrían caracterizar a un niño de seis años: espontaneidad, naturalidad, espíritu de fraternidad y no de competencia, originalidad y no creatividad artificial, autoestima, candidez, ganas de aprender.
Nuestra tarea como padres no consiste en enviarlos al mejor colegio. Tenemos el deber de darles lo mejor de nosotros mismos: nuestro tiempo, nuestro amor, nuestra atención, nuestro espíritu, nuestra sabiduría, nuestra paciencia, nuestra comprensión. Intenta configurar la vida bajo esta premisa.
Aunque te conviertas en un bicho raro. Aunque signifique prescindir de mayores ingresos materiales. Aunque tengas que luchar con maestros e instituciones.
En tus manos está permitir que esos seres que Dios te ha confiado hoy, sean los líderes reales que El necesita mañana. Es tu compromiso!
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