Salvo
excepciones, la etapa en la que nuestros mayores estaban activos y producían
dinero forma parte del pasado. Lo más común luego de la jubilación es que sea
mucho el dinero que sale y no tanto el que entra. Con este panorama, no es fácil
pensar el mejor camino a seguir para equilibrar las finanzas, sobre todo porque
si fallamos los resultados serán muy graves tanto para nuestros padres como
para nosotros mismos.
El
mejor camino a seguir, para anticiparse a una crisis que haga inútiles nuestros
esfuerzos, es empaparnos de todos los aspectos necesarios acerca de las finanzas
de nuestros padres. ¿Con cuánto dinero cuentan? ¿Dónde lo tienen ubicado?
Tendremos que saber las respuestas a todas estas preguntas y muchas más antes
de que sea demasiado tarde. Recordemos que con los años llegan problemas de
salud muchas veces devastadores (Alzheimer, senilidad, arteriosclerosis) que
pueden afectar seriamente la capacidad intelectual de nuestros mayores.
Manteniendo
un buen diálogo
El
primer paso será convencer a nuestros padres de la importancia de hablar acerca
de su dinero. Pero si esperamos el momento oportuno, éste puede no llegar jamás.
Debemos ser agresivos –aunque no desconsiderados– y tomar el primer paso.
Hay
un par de maneras de introducir el tema de manera solapada. Una es usando la
propia situación económica como excusa. Quizás mencionando preocupaciones
propias sobre nuestra situación financiera post-jubilatoria encontremos el
motivo justo para sacar la información necesaria. Otra estrategia válida es
mencionar ante nuestros padres el caso de un conocido (o de alguien que apareció
en televisión en tal caso) que tuvo problemas económicos luego de dejar de
trabajar.
Por
lo general, las primeros intentos de abordar a nuestros padres con temas
semejantes suelen generar respuestas hoscas. Esto es lógico. Simplemente hay
que tomarlas como acercamientos iniciales, como el principio de un diálogo que
se extenderá en el tiempo. Pese a que nuestros mayores ofrecerán cierta
resistencia al principio, quizás luego nos terminen agradeciendo por ser
insistentes y tomar la iniciativa.
Haciendo
cuentas
Sólo
seremos útiles para nuestros padres si nos arremangamos la camisa, sacamos
punta al lápiz y empezamos a sacar los números finos de los ahorros, ingresos
y gastos:
*
vayamos a los números redondos, por mes y por año
*
para llegar a las cifras definitivas no dejemos nada afuera, sin importar cuán
insignificante pueda parecer. Muchos pocos hacen un mucho y dejar de lado un
mucho puede traernos dolores de cabeza.
*
además, conviene calcular la diferencia neta entre los activos de nuestros
padres (ingresos, propiedades e inversiones) y los pasivos (gastos y deudas).
Esto es fundamental si buscamos planear a largo plazo.
Del
lado positivo, siempre hay que tener en cuenta:
*
todos los beneficios jubilatorios, incluso las pequeñas sumas de antiguos
empleadores (debemos asegurarnos de conocer la historia laboral de nuestros
padres al dedillo). Para aquellos que hayan sido militares de carrera –y sus
esposas– los beneficios para veteranos o militares retirados serán un factor
a no olvidar por nada del mundo.
* hacer un listado
de todas las cuentas bancarias existentes.
*
si nuestros padres poseen una caja de seguridad, tendremos que conocer su
ubicación exacta. Aunque a veces ni siquiera eso será suficiente: muchos
bancos estipulan que sólo aquellos que hayan firmado el formulario original de
apertura de la caja pueden tener acceso a las mismas.
*
por último, tener en cuenta que cualquier testamento o papel que designe un
beneficiario deberá estar de acuerdo con los deseos presentes de nuestros
progenitores.
Del
otro lado, no debemos olvidar:
*
analizar a fondo los gastos y eliminar todos aquellos que juzguemos
innecesarios. Este puede ser el caso de un seguro de vida que nuestros padres
pueden no necesitar más
*
seguir de cerca las deudas generadas con tarjetas de crédito, un problema muy
común y sobrevalorado.
*
otras señales de alerta pueden ser transferencias frecuentes de cajas de ahorro
a cuentas corrientes, avisos de falta de pago de empresas de servicios o cartas
de intimación de bancos, compañías de seguros o agentes cobradores
independientes.
Para
no dejar nada librado al azar, hay que confrontar los pequeños detalles con el
cuadro de situación general. Algunas de las preguntas que nos tendremos que
hacer son:
*
¿Tienen nuestros padres dinero suficiente para mantenerse de aquí en más por
sí solos?
*
El dinero con el que cuentan ¿está siendo bien manejado?
*
Si poseen inversiones, ¿están obteniendo de ellas los mejores resultados? A
veces es hora de revisar la estrategia de inversión y modificarla cuando aún
nuestros padres pueden tener voz y voto en el tema (de todos modos, si vemos que
la cosa no anda debemos hacer valer nuestra opinión).
*
¿Están sus prioridades financieras bien estipuladas?
*
¿Existen inconvenientes de salud que puedan afectar la capacidad de nuestros
padres para manejar su dinero de manera eficiente?
Otro
aspecto a considerar es el inmobiliario. Si nuestros padres son propietarios y
no están atados a una hipoteca, una buena opción para aumentar la liquidez es
vender para mudarse a un lugar más chico. También de esta manera se pueden
ahorrar una buena cantidad de dinero en impuestos.
Otro
camino a tomar es sacar una hipoteca revertida. Este tipo de préstamos sólo
está disponible para mayores de 62 años, y consiste en recibir el valor de la
casa en efectivo, ya sea todo de una vez o en pequeñas sumas. No hay
condicionamientos para el uso que le pueden dar al dinero, y sólo se tomará
posesión de la casa –o se exigirá el pago del préstamo– luego de la
muerte del último peticionario.
Por
último, si la única opción disponible para asegurar una tranquilidad económica
de cara al futuro es que vendan su casa y se muden con alguno de los hijos,
conviene averiguar qué tipo de beneficios impositivos trae aparejados esta
situación.
Cuentas
claras, finanzas simples
El
mayor control sobre las finanzas propias y las de nuestros padres lo lograremos
manteniendo las cosas lo más fáciles que se pueda. Si existen cuentas en
varios bancos, lo mejor será juntarlas todas en una. Además de ahorrase gastos
administrativos de varias instituciones financieras, esto permite un mejor
control y una menor inversión de tiempo en trámites bancarios.
Para
prevenir cualquier eventualidad, conviene que nosotros también tengamos firma
en esa cuenta única, sobre todo si nuestros padres son muy mayores. También
debemos asegurarnos de que todos los beneficios a los que nuestros padres
accedan sean depositados o reenviados directamente a esta cuenta, para mantener
un control estricto de ingresos y egresos.
Si
lo que queremos es evitar atrasos en los pagos, también esta cuenta única nos
puede venir bien. Eligiendo la opción del débito automático nos sacaremos un
problema de encima, además de tener calculados a la perfección los gastos
mensuales.
Finalmente,
si nuestros padres son incapaces de llevar sus finanzas de forma independiente y
nosotros no tenemos tiempo para hacerlo por ellos, lo mejor será contratar un
profesional de confianza para que se encargue del tema.