Así
como los padres se muestran renuentes a
orientar a sus hijos en temas sexuales,
los adultos evitan hablar con los adolescentes respecto de cómo organizar su
presupuesto, ahorrar y manejarse económicamente.
Esta renuencia se origina en parte en su incapacidad para poner en práctica
aquello que predican, así como también en el miedo a que los descubran, muchas
veces el “…a mi no me fue bien en esto” puede poner una presión injusta
sobre el adolescente que carga con el posible fracaso del adulto.
En general, los únicos temas serios que la mayor parte de los adultos abordan
con comodidad con los jóvenes son los relativos a tener éxito en los estudios
y a respetar a los mayores.
Sin embargo así y todo, cuando llega el momento de mantener tales
conversaciones, la mayoría de los adultos dice que, tanto ellos como otras
personas que conocen, no las concretan. Muy pocos reconocen que ellos o
conocidos suyos
La timidez de los adultos no es algo nuevo, sino que se trata de algo muy
arraigado y se basa en la falta de comunicación entre generaciones. Dialogar
con los jóvenes produce cierta incomodidad porque crea un sentimiento de
vulnerabilidad.
Muchos padres se cuestionan por qué el dinero resulta algo tan personal como el
sexo, aunque el consejo resulta absolutamente imprescindible en momentos en que
el mundo exterior no hace más que decirles, compren esto, compren esto,
compren esto”.
La clave para iniciar a los jóvenes en temas de tanta importancia es que los
adultos encaren el tema sin tratar de obviar la brecha generacional, sino siendo
conciente y hablar desde el lugar de padre y no invadir terrenos que el joven no
exhiba en ese momento. Muchas veces es una cuestión de tiempo.