A partir de los tres años, época en la que el niño empieza a tener mayor autonomía, es posible que comience a utilizar diversas tácticas dilatorias a la hora de irse a dormir; como pueden ser variadas demandas:”algo de tomar”,”un ratito más”,”otro beso, otro abrazo”o “el último cuento” y así se puede enumerar una lista interminable.
El niño mediante sus pedidos, prueba a sus padres en relación a la autoridad que estos ejercen y hasta donde él puede llegar.
Hay que tener en cuenta que la decisión de cuando es “hora de dormir”, debería ejercerse por los adultos, quienes deben realizar un corte, un orden e instaurar una legalidad donde se establezca que es posible y hasta donde y que no está permitido.
Desde muy chiquitos es importante establecer una rutina para el niño en cuanto a: horarios de aseo, comidas y tiempo de ir a dormir.
En la época en que vivimos, muchas veces se dificulta el mantenimiento de ciertas reglas ya que con la prisa que nos movemos, los chicos luego de estar en el colegio doble jornada, también realizan talleres o actividades extracurriculares, retornando a sus hogares hasta casi llegada la noche.
No les alcanza el tiempo para realizar actividades lúdicas o desplegar su imaginación libremente, dentro de su espacio íntimo que es su habitación, actividad diurna que favorece luego el conciliar el sueño por la noche y a poder ir identificando ese espacio como propio, con sus pertenencias, diferenciándolo de la habitación de sus padres.
Desde el lugar de los padres, también frecuentemente ambos retornan muy tarde a su hogar, en estos casos, hay que tener en cuenta que lo importante es establecer un espacio y un tiempo de comunicación e interés sobre las actividades que realizó el niño durante el día.
No siendo de gran importancia la duración de este momento, sino la significación que toma para el niño. Tiempo fuera de todas reglas y orden pero que anticipará el poder implementarlas un rato más tarde a la “hora de ir a dormir”.
El momento del sueño debe constituirse en algo placentero tanto para el niño como para sus padres, por esta razón es de suma importancia realizar este pasaje en armonía y con el auxilio de diferentes recursos: cuentos, música suave, canciones, y en chicos más grandes puede ser leer un libro.
Encontrar el “tiempo justo” es tarea de los padres: ni muy poco, ni extenso ya que resulta entorpecedor para el espacio y tiempo onírico del niño.
Algunas estrategias para ayudar a conciliar el sueño:
– Fijar horarios: comidas, aseo personal, dormir.
– No permitirles el uso de la televisión, computadora o jueguitos electrónicos a ciertas horas de la noche.
– Los hermanos deben comenzar con la rutina del sueño al mismo tiempo.
– No es necesario estar presente hasta que el niño concilie profundamente el sueño, de esta manera logrará su autonomía.
– Debe comenzar con la rutina del sueño en su habitación.
– Acompañar, no invadir.
Algunas consecuencias que podemos observar en chicos con trastornos en el sueño son: estrés, irritabilidad, somnolencia, dolores de cabeza, y mal humor; sin energía para comenzar el día.
Podemos decir que la importancia de lograr un descanso por la noche, favorecerá su rendimiento intelectual, su desarrollo psíquico ya que es cuando se elaboran cuestiones relacionadas con temores, angustias, miedos y por último también se reflejará en su estado físico, demostrando mayor fortaleza y vitalidad.
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