Los pequeños chamuyadores

Sí, admitámoslo: nuestros tiernos niños son expertos en lograr que siempre terminemos haciendo lo que ellos quieren...

El diccionario computarizado de la real academia española, en el programa Microsoft encarta 2008 dice que chamuyo significa: Palabrería que tiene el propósito de impresionar o convencer. 

Entonces se puede arribar a una risueña conclusión para que después no nos hagamos tanta mala sangre por lo menos.  Si, aunque nos cueste creerlo, asumámoslo de una vez,  nuestros retoños, sangre de nuestra sangre nos “chamuyan”.  Pero lo que es peor a veces hasta sin palabras. 

Con una galería de gestos varios logran, aún sin hablar sus propósitos. A muchas alturas del partido, de la crianza de nuestros descendientes,  Muchas madres y padres colegas pensarán: “si, chocolate por la noticia”, pero después suspiraran, un poco más aliviados llegando a la conclusión que toda madre y todo padre, pasa por esto.

 

Y lo que es peor lo pasamos antes de que nuestros hijos, incluso puedan emitir un miserable ajó.  Porque no hay que ser muy perceptivo que digamos para saber que nos pueden. 

Desde que los llevamos en la panza nomás mimetizamos sus partidos de football en nuestro abdomen diciendo: “se está moviendo, que de pataditas que pega” y aburrimos a todo el mundo para que pose una mano y sienta a nuestro bebecito cabeceando, pateando laterales y penales a lo loco mientras para tomar carrera (todo lo que pueda en el espacio que nuestra panza le deja) apretuja un pulmón, un ovario o lo que se le cruzara en el camino. 

Pero nosotras decimos a fuerza de templada ya ternura: pobrecito, es chiquitito.  Cuando emerge nos mira nomás, un segundo mientras lo ponen en nuestro regazo y en el parpadeo que tarda en cerrar los ojos, ya, instintivamente sabe que nos tiene entregadas con moñito y todo. 

Es un saber añejo, que ya tienen en la sangre esta generación cibernética.  Con el que captan nuestro embobamiento absoluto y de movida. 

Bueno eso sería el comienzo de un chamuyo sin palabra que basaría su campo de eficacia en una acción que podríamos denominar chamuyo visual y que consistiría en hacer ojitos y ni que hablar de la primera sonrisa, o la primera vez que tartamudea ma, ma, o pa, pa. 

Otro chamuyo que puede prescindir de la palabra se transluce en el llanto.  Las lágrimas, les parecen un sistema ideal de convencimiento.  Las hay de distinto tipo, llanto discreto como para empezar a probar la voluntad materna o paterna, llanto en ascendencia cuando no logran el objetivo deseado, llanto beligerante ya en el extremo del capricho o llanto curioso. 

Este lo aprenden, cada vez más rápido y a edad más temprano, probablemente de algún/a hermano/a mayor y que consiste en arrugar toda la cara pero sin verter una sola lágrima, en el mejor de los casos haciéndonos un enternecedor pucherito; cuando en realidad son émulos de mi pobre angelito I, II, III y tres mil. 

Esto es lo que antiguamente se llamaban las famosas lágrimas de cocodrilo.   Por lo tanto nos miran todos compungidos y así pueden lograr de la madre todo o casi todo. 

Por ejemplo que una madre soñolienta a más no poder, con ojeras de no descanso porque el marrano dura cada vez más despierto, lo alce a upa a más no poder y al antojo del chiquitín. 

Con lo cual una podría deducir: es poderoso el chiquitín.  Ni que hablar del comienzo del chamuyo infantil, el ser indefenso por naturaleza, dice por primera vez ajo.  Listo.  Todo el mundo parece sufrir los efectos de un recalentamiento familiar, hasta el perro se derrite. 

Y a veces, no es que quiera ser mal pensada pero, con pañales y todo, me los imagino en algún momento restregándose las manos en la tierna espaldita pensando para sus adentros: listos ya son míos.  Están entregados, madres, padres, hermanos, tíos y parentela varia. 

Son admirables las estrategias y artimañas que  estos pequeños chamuyeros  despliegan  a la perfección, cuando  primero  piden, luego suplican, después lloran hasta agotar sus cuerdas vocales; o lo que es peor despiertan en la madre un instinto de anudárselas con tal de no escucharlo más ni ceder a sus exigencias.  

Luego exigen, conociendo y repitiendo lo único que lograron aprenderse de memoria: los derechos del niño e ignorando por completo sus obligaciones como por ejemplo estudiar.

Es sorprendente verlos hablar a media lengua, pero demandando como si tuvieran la sapiencia de la lengua completa, la de la real academia española y las que haya a mano.  

 

Es curioso y una madre no sabe si ponerse a reír o llorar.  La postura  con la que se plantan nomás, no nos parece que se trate de nuestros vástagos sino que ya suponemos que son abogados enanos y nos proporciona sensaciones encontradas y replanteos varios, como por ejemplo: ¡que flor de inocente era una a su edad!.

El destacamento de posturas y gestos incluye: piernas semi abiertas, brazos en jarra, cejas enjutas, y sino resulta, esgrimen dedo índice con énfasis más un parlamento que pondría verde de envidia al abogado más experimentado. 

Y forma parte de la estrategia del alegato defensor de las peticiones por ellos exigidas. Y si no,  apelan a otro medio de la galería de la parafernalia del chamuyo, ganar por otro estado fatal para los padres: el cansancio. para que si no hay más remedio y el frente de ambos padres ha logrado unirse,  negociar o renegociar sus caprichos. 
Por supuesto todo esto es inconsciente pero sucede.  Así que creer pero reventar.  Como no hay manual de usuario para estos casos es dable ver que, los gritos no los amedrentan pero, a su favor,  los vecinos se convencen que somos unas locas de atar, de franco en el manicomio o que en nuestro departamento estamos momentáneamente de visita con la pulserita carcelera y de paso torturar a nuestros descendientes. 

El marrano en cuestión siempre es la pobre víctima y la madre, siempre pero siempre, es la malvada bruja, para todo el mundo, sobre todo para el padre de la criatura si es que está en ejercicio activo de su paternidad las 24 horas del día, por teléfono y desde la oficina o cualquier desde cualquier lugar remoto adónde lo lleve su trabajo, pero, sobre todo, lejos de las coordenadas de las situaciones de emergencias y madre acorralada por caprichos varios; con lo cual esgrimirá una sentencia que cambiará automáticamente el fin de semana cuando tenga que convivir por h o por b sin ud con el marrano/a que le tocó en suerte.

A las únicas que no les parecerá ninguna exageración será a otras coetáneas madres de nuestra misma edad en ejercicio de su maternidad las 24 horas del día, lo cuál es proporcionalmente más posible que en el caso de los padres.

De cualquier manera como fuera el estilo chamuyero de nuestros hijas/os también lo utilizan para bien y así nos regocijan y nos reconfortan y nos reconcilian de la vida.  Son los mismos a los que queremos ver después de una jornada agotadora laboral. 

Son los mismos que nos refrescan el alma con sus sonrisas.  A pesar de que la persistencia es callada pero sostenida para lograr sus deseos y caprichitos.   

Basta con saber que hay que empezar a recordar los basamentos de la templanza, la paciencia y la diplomacia que nos llevó a tener unos nervios aplacados por la diplomacia ganada en batallas de añares en la rebelión de la propia adolescencia, con los suegros/as, y/o amigos del novio hasta que pasó a ser nuestro marido para sostener nuestros propios derechos y sino sostener la negativa, por cualquier razón válida que tengamos, sobre los caprichos varios de nuestros hijos.

          Ya va nene ya entendí que quieres paty con papas fritas, si, y huevo frito también…aunque el hígado reviente.

          Pero mamá por qué no lo puedo comer todos los días

          Porque te hace mal a la panza

          Y por qué hace mal a la panza

          Porque mamá te lo va a hacer hoy para darte el gusto y está cansada porque trabajo todo el día y… y… y…zzz ( descripción de una madre, en ejercicio pleno de sus funciones, en estado soñoliento, al finalizar la cena y reptando hacia los aposentos, previo desalojar al gato y a la adolescente que mira eternamente la televisión hipnotiza y aletargada por el zapping)

¿Tu hijo no quiere estudiar? Inscríbete ahora en nuestro curso gratis Ayúdame a entender cómo estudiar