Los padres, nos solemos preocupar al
descubrir que nuestro hijo ha mentido, porque nos han enseñado que mentir es
malo y la sociedad no lo aprueba.
Al encontrarnos en esta situación,
el primer paso siempre debe ser averiguar cuál fue la mentira y porque la ha
dicho. El segundo paso consistirá en buscar estrategias adecuadas, que
estimulen el desarrollo de una personalidad sana y el equilibrio emocional.
Debemos distinguir en primer lugar
si nos enfrentamos a una mentira o a una fantasía. El niño muy pequeño no
hace la diferencia porque no es capaz de separar tu mundo interior del
exterior.
El niño miente cuando
premeditadamente afirma o niega un hecho que no es cierto, con intención de
engañar. Para que exista la mentira, debe haber intencionalidad de modificar
la realidad.
Los niños pueden mentir por muchas
razones, principalmente por imitación o presión social, para recibir
reconocimiento o para evitar consecuencias desagradables o
responsabilidades.
En ocasiones también, inventan
mentiras fantásticas para evadir un entorno desagradable o aburrido.
Cuando se descubre la mentira, el
menor recibe desaprobación y normalmente, se siente culpable. Esto puede
generarle miedo internos que provoquen cambios en su conducta y sus
sentimientos.
Aquí, es donde los adultos deben
estar más atentos.