El síndrome del emperador es aquel trastorno que identifica a los niños que son
autoritarios, presentan rabietas a cada momento y son incapaces de seguir las
órdenes de los mayores. Poco a poco, si no se toman cartas en el asunto,
invadirán cada espacio del hogar con sus caprichos y reclamos.
La mejor manera
de evitar estas conductas tan inapropiadas es con la prevención. Desde que
nacen, los bebés deben acatar ciertas normas aunque no sean de su agrado.
Es la
manera de garantizar la educación y la convivencia entre todos los integrantes
de un hogar. Si se los deja hacer lo que desean, serán personas inmanejables en
el futuro.
Hay niños que son nerviosos y ansiosos, pero son los padres quienes son
responsables del comportamiento de sus hijos. En la mayoría de las
oportunidades, los padres ceden ante los caprichos de los niños por cansancio o
para acelerar una acción, pero el daño que se les hace es muy grande.
“Los
chicos tiranos
no tienen ningún sentimiento de culpa. No se afligen cuando ven
mal a sus padres y no despiertan empatía, lo cual es muy grave porque tienen
muchas dificultades en pertenecer y ser aceptados por un grupo”, sostiene la
socióloga argentina Carolina Almeyda.
Cómo reconocer a un niño autoritario:
Estos pequeños esperan que constantemente se satisfagan sus necesidades sin
importar las circunstancias y consecuencias. No sienten ningún tipo de
remordimiento.
Son niños egocéntricos muy centrados en sí mismos. Se la pasan
pidiendo sin cesar y cuando consiguen lo que tanto deseaban, muestran
insatisfacción y solicitan otra cosa distinta.
Si no ven sus deseos satisfechos,
los berrinches no se hacen esperar. Son muy insistentes y creen que la única
manera de conseguir lo que quieren es mediante las agresiones, los gritos y las
peleas constantes.
Son emocionalmente muy frágiles y aunque parezcan muy fuertes
tiene una muy baja autoestima. Están constantemente enfadados y en estado de
ansiedad.
Cómo lidiar con los niños tiranos
Ante todo hay que tener mucha calma y tolerancia. “Estos niños necesitan
mucho afecto y comprensión. Hay que explicarles que hay distintos caminos para
llegar a conseguir lo que desean y que deben respetar los límites establecido
por los adultos”, aconseja la profesional.
A partir del año de vida, es necesario que los bebés comiencen a entender las
jerarquías que hay dentro de la familia.
Los padres también tienen que hacerse
respetar, pero si esto se hace desde el principio no habrá problemas y será algo
natural. Cuanto más tiempo se pierda, más complejo resultará el establecer
límites.
La sobreprotección es un error en el cual incurren muchos progenitores. Nunca se
considera demasiado el brindarles afecto, pero hay que saber dónde y cómo
hacerlo para que ellos no se confundan y les sea más fácil respetar y acatar las
normas.
La firmeza es importante. En cuanto se genere una acción que pone en peligro la
autoridad de los padres, hay que ser tajante en la respuesta. Saber decir que no
es fundamental.
Hay que decirles que no se les prestará atención hasta que no
cambien de actitud. La indiferencia es un castigo lo suficientemente intenso
para ellos al que no podrán hacerle frente. Tarde o temprano cederán. Lo
importante es que los adultos resistan y no sean ellos quienes flaqueen.
Para enfrentar los problemas hay que estar tranquilos. Si los niños ven que los
padres se alteran sabrán perfectamente cómo manejarlos y seguir manipulándolos.
Si se está alterado, si decirles nada, hay que alejarse hasta que se vuelva a
tener el control, acercarse a ellos y con paciencia establecer las normas.
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