Los hábitos, por lo general, vienen en dos talles: buenos y malos. Y por lo general, son los demás quienes tienen todos los malos…
Si bien los malos hábitos son los que reciben la mayoría de nuestra atención, no son los únicos que deben ser analizados. A veces, los buenos hábitos necesitan de una reevaluación, y cuando no den la talla, deberían ser cambiados.
Se ha dicho: “Los hábitos no deseados pueden imponer límites a la libertad individual tan reales como los barrotes de una celda de prisión”. Si esto es cierto, ¿cómo lucen los barrotes de tu prisión? ¿Al menos logras verlos?
Algunos barrotes son fácilmente visibles, como los hábitos del tabaquismo y el alcoholismo, el abuso de drogas, el trastorno obsesivo compulsivo, el juego, la compulsión sexual y la adicción al trabajo. Por otra parte, existen barrotes de prisión que son más finos, y están hechos de un material vidrioso, que impide su visión y, por lo tanto, los hace más peligrosos, ya que nos hacen creer que no existen… al menos en nuestro interior.
Por ejemplo, ¿alguna vez te topaste con una persona verdaderamente obstinada? Sí, ese tipo de persona capaz de generarte una reacción visceral con sólo entrar en tu espacio personal. Él puede vivir contigo en casa, o podrías conocerla mientras haces algunas compras.
Tal vez, se siente en el box continuo al tuyo en el trabajo. Esta es una persona que, por más que le des mil y una oportunidades, nunca estará de acuerdo contigo, o ni siquiera escuche tus opiniones.
Esperar que este tipo de sujeto escuche tu opinión crea frustración y pérdida de tiempo. Mientras buscas y esperas un acuerdo, su resistencia crecerá proporcionalmente a tus esfuerzos. Cuanto más fuerte empujes más fuerte te empujará. Él ganará fuerzas a lo largo del proceso de resistir tus argumentos. A veces, incluso, sonreirá.
A esta altura, el hábito de “ser correcto” sólo agregará gasolina al fuego. La victoria se convierte en un asunto personal para ambas partes. Desafortunadamente, a medida que las voces se elevan y las palabras dan paso a los gritos, ambos pierden.
Los sentimientos reprimidos pasan a un estado de hibernación. Ahora, cualquier compromiso forzado deja un mal gusto. El ganador poco convincente, rara vez, creará una relación duradera a largo plazo.
No es fácil imaginar un escenario que permita cambiar o controlar las opiniones o actitudes de los demás. Y eso crea un dilema. Entonces, ¿cómo cambiar las opiniones o actitudes de alguien? ¿Cuándo hacerlo?
Necesitarás intentar algo Nuevo:
En primer lugar, olvídate de los viejos hábitos y de las viejas formas de discutir.
Segundo, piensa lo siguiente. Tú no puedes controlar a tu oponente o enemigo, pero sí puedes controlarte a ti mismo, a tu forma de pensar, a tu actitud y a tus opiniones, a través de un esfuerzo de conciencia. Aquí radica la clave para cambiar un mal hábito.
Aprende este secreto, úsalo, y cambiarás tu vida para siempre. ¿Cuál es este secreto? Cambia aquello que puedas controlar. Modifica tu actitud hacia los demás cambiando tus patrones de pensamiento. ¿Cómo hacer esto?
Esta es una forma. Comienza por “amar a tus enemigos”. Un enemigo, o el blanco de tu odio, a menudo, no está al tanto de la hostilidad que sientes para con ellos. Sin embargo, recuerda que tú has creado a este enemigo al decidir que así fuera. Además, pensándolo bien, no debería ser muy difícil amar aquello que has creado.
Algunos de nuestros más grandes y nobles desafíos aparecen cuando decidimos convertir a un enemigo en amigo. Para conseguirlo, en primer término, cambia la actitud hostil hacia la otra persona.
Por ejemplo, ¿esta persona siempre está esperando discusiones de tu parte? ¿Su satisfaces esto? Si has respondido que sí, no sería de extrañar que él supiera cómo manejarte. Entonces, ¿quién está en control de la situación?
Por otra parte, ¿qué reacción generarás si te mantienes en una actitud afable? Lo más posible es confusión. Luego, a raíz de tu esfuerzo positivo, él terminará reajustando sus tácticas. Él podría mostrarse menos discutidor.
Tal vez, podría prestar una ligera atención a tus puntos de vistas. Y si escuchas su opinión, en una de esas, podría preguntarte la tuya. A esta altura, aunque pueda parecer pequeño, el verdadero cambio ya se ha iniciado.
Y ahora lo que tienes es un ex enemigo que cambia su actitud para contigo; algo que no es un paso pequeño. Y todo gracias a que decidiste cambiar tu actitud hacia él. Y eso hizo que tu antiguo rival no tuviera más opción que cambiar, ya que para cada acción existe una reacción igual u opuesta. Tú no puedes cambiar a las otras personas; sólo te puedes cambiar a ti mismo.
Cuando cambias, el mundo que te circunda se reajusta para acomodarse a la nueva versión de ti. Cuando comiences a aplicar este concepto de modo más frecuente, entonces algún día podrías encontrarte diciendo: “nunca conocía a alguien que me odiara”.
Advertencia: Piensa con cuidado qué es lo que quieres cambiar de ti.
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