Es verano
en el hemisferio norte y por más que me resisto, me resulta inevitable hablar
del amor, ese sentimiento tan extenso y con matices tan variados como el tema
mismo, y que debería demostrarse a diario, lo cual, como es bien sabido, no es
nada fácil y menos tratándose del amor que hoy nos ocupa, el de pareja, el cual
vive esas demostraciones principalmente en la etapa inicial del enamoramiento.
Sí, esa
etapa en la que todo es un impulso, un ir y venir de sustancias químicas, donde
la principal culpable es la feniletilamina,
una sustancia que hace segregar a la
dopamina, norepinefrina y oxitocina, quienes en conjunto pareciera que atacan de
forma traviesa al organismo para hacernos reaccionar con sudoración,
taquicardia, aumento de presión, deseo, entre otras, muchas veces, vergonzosas
situaciones.
Nos
sentimos gobernados únicamente de impulsos, en pocas palabras, sentimos que la
euforia nos invade y si además agregamos a los neurotransmisores que dan entrada
a los sentimientos y los frenesíes que estos conllevan, entonces es ahí, cuando
podemos decir que estamos afortunada o perdidamente enamorados. Los suspiros
invaden el entorno, los defectos no existen en la pareja, el tiempo a su lado
pasa volando y pareciera imposible separarse, es un estado grandioso de
felicidad.
Sin
embargo y lamentablemente, en esta vida nada es para siempre y así como el
enamoramiento nos puede durar días, puede llegar a durar hasta 2 o 3 años, según
algunos científicos.
Finalmente la bioquímica disminuye, y si era solamente esto lo que mantenía la
relación entonces viene la separación. Pero si al contrario, encontramos en la
otra persona gustos afines, enfoques similares, plática interesante y otras
motivaciones simultáneas a la atracción, entonces podemos dar paso a un amor
tranquilo y que nos brinde seguridad, esa etapa en la que es necesario aprender
el arte de amar, tal como lo expresó Erich Fromm, y que probablemente pocos
conocemos.
En la
vida nos enfocamos a ser exitosos, mantenernos bellos, cultos, a tener dinero,
pero poco tiempo lo destinamos a la unión interpersonal, a la fusión en el amor
y sobre todo a mantenerlo.
Si bien,
el enamoramiento desapareció, el amor puede conservarse y atenderse, porque esta
vez ya no es sólo tarea de hormonas y sustancias, sino que la tarea se vuelve
individual y enfocada a nuestra pareja.
Para
aprender el diario arte de amar, primero debemos saber que el amor requiere de
cuidado, respeto, y conocimiento, no podemos amar lo que no conocemos, tratemos
de darnos la oportunidad de conocer a nuestra pareja y saber que aunque somos
dos seres individuales, buscaremos crecer juntos en una misma dirección.
El amor
inicia con un impulso, sin embargo continuar amando a nuestra pareja es una
decisión personal que requiere compromiso, y con esto me refiero a un compromiso
principalmente de lealtad, donde buscaremos la compañía del ser amado.
Siempre
respetando la individualidad de cada quien, donde dedicaremos tiempo a la
pareja, pero un tiempo de calidad, donde cuidaremos diversos factores que
finalmente nos llevan a concluir que una relación basada en el amor demanda
responsabilidad y que una relación de pareja siempre es para ser y estar mejor.
Amar es
una tarea de todos los días que deberíamos perfeccionar con el tiempo, sabiendo
que solamente puede crecer en la confianza y que se fundamenta principalmente en
el dar, esa acción que como seres humanos nos llena aún más que el recibir.
Porque al
dar estamos entregando de diferentes maneras parte de nuestra vida a la otra
persona, y por inercia natural cuando entregamos lo mejor de nosotros, no
podemos más que recibir lo mismo y de esta forma comenzamos a compartir en
pareja la dicha que se ha formado gracias a esta entrega mutua.
Finalmente y citando la premisa de Fromm de su libro “El arte de amar”, nos dice
que “…el amor no es un fenómeno accidental y mecánico que simplemente se
experimenta.
Es por el
contrario, un arte, algo que requiere un aprendizaje.” Por lo que, en mi
opinión, los que tengan una pareja y estén en la etapa de aprendizaje, cuídenla,
respétenla y sobre todo conózcanla, y los que se encuentren aún en la ducha
química del enamoramiento, disfrútenla al máximo, que ya después tomarán las
clases para saber amar.
Por Mabel Almaguer
Anne Grierson, autora del
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